Después de las elecciones en Francia, la otra gran cita para Europa acontecerá en Alemania: el próximo 24 de septiembre con Angela Merkel intentando su cuarto período de mandato; y de saltarse todos los escollos antieuropeístas, el 2017 podría finalizar sin mayores sobresaltos.
Hay que subrayar el ambiente de resquemor en toda Europa (como parte del efecto postbrexit) porque siendo este año sensiblemente electoral, los votantes en las urnas pudieran secundar el boicot a la Unión Europea (UE) llevando al poder a quienes defienden una alternativa totalmente contraria marcadamente xenófoba, proteccionista, nacionalista, de tintes populistas y de rechazo al euro así como a la pertenencia al club de los 27 países (ya no estamos contando a Reino Unido).
Las pasadas elecciones en Holanda, de mediados de marzo, desinflaron un poco la tensión después de que el ultraderechista Geert Wilders fue derrotado por Mark Rutte, el primer ministro, de centro derecha.
Y aunque en Francia, Marine Le Pen, candidata por el Frente Nacional se aferró a secundar el modelo económico y rupturista de Donald Trump intentando conquistar el voto de “los invisibles”, el resultado electoral de este domingo 7 de mayo resta un montón de presión no nada más en Francia sino en todos los círculos de poder europeos.
El discurso del miedo y del Apocalipsis ha sido derrotado, ése es el sentimiento dominante en las pasillos españoles y de forma indubitable se refleja igualmente en los medios de comunicación de buena parte de una Europa urgida más que nunca por solidificar los andamios y cerrar filas frente a la retórica de quienes azuzan a cierto sector votante con el discurso del odio, de culpar al otro por las deficiencias de su propio sistema; por la corrupción y el visible deterioro socioeconómico heredado de la magna crisis de los últimos ocho años.
Ayer, la victoria de Emmanuel Macron (65% de los votos) respecto de Marine Le Pen (34%) aleja los fantasmas del miedo que hacían temblar a los europeos haciéndoles creer que tras el Brexit, las minorías descontentas lograrían desmontar 60 años de un modelo de unidad y de paz; que como todo es perfectible.
El recién electo presidente de Francia, el joven de 39 años fundador de En Marche!, arribará al Elíseo con escasa experiencia política pero ya no es tiempo para extrañarse políticamente hablando de nada –o casi nada-, porque la crisis que experimentan los partidos políticos, los de toda la vida, está metiendo en la cúspide del poder a desconocidos o gente con escasa formación en la administración-gestión pública y la toma de decisiones.
Los outsiders están aprovechando cada recoveco visible en la debilidad de los partidos de derecha y de izquierda para conjuntar las piezas necesarias para gobernar.
Pero Macron que sucederá en el poder a su exjefe, el socialista Francois Hollande, no las tiene todas consigo requiere conquistar el poder real de la banlieue: el cinturón marginal que rodea el corazón de las principales ciudades francesas.
Hoy en día además coto para anidar el terrorismo y crear tal caldo de cultivo que los antisistema convierten a París en una batalla campal cada vez que se habla de una huelga o de la implementación de una serie de reformas.
A COLACIÓN
El presidente Macron deberá de meterse en el bolsillo a ese histórico 25.3% de abstencionismo –la cifra más elevada desde las elecciones de 1969- gente que no puede quedarse en el ostracismo ni amurallarse en ladrillos de rencor y amargura.
Su programa de reformas prometidas en campaña intentará subir a Francia al tren de la modernidad en sus instituciones y diversos sectores, sus grandes desafíos pasan por reducir el déficit presupuestario, controlar el gasto público, mejorar la competitividad gala y atajar el peso de la enorme deuda pública del 97% del PIB.
En 2014, Francia dejó de ser la quinta economía del mundo, desplazada por Gran Bretaña, su crecimiento todavía del 1.3% necesita reimpulsarse para crear el empleo que la gente demanda.
Con 1.7 millones de jóvenes sin empleo y con estudios truncados, la Francia más vital con 11.3 millones de jóvenes entre los 15 a los 29 años de edad, requiere reconstituir el eje de un modelo económico que rescate de nueva cuenta al Estado de Bienestar extraviado en los años aciagos de la más reciente crisis económica.
La llamada generación Millennial está demandando cambios bruscos y rápidos, se sienten cansados porque han vivido el hartazgo de sus padres y no están dispuestos a dar muchas oportunidades políticas. Esos muchachos son el motor del cambio que está sacudiendo al viejo partidismo.
Macron ya ganó las elecciones ahora le falta conquistar el verdadero poder y enamorar a la calle, para gobernar necesita que en las elecciones legislativas del próximo 11 y 18 de junio él logre asirse de la mayor cantidad de apoyos parlamentarios. De eso dependerá la estabilidad de su Gobierno y la capacidad de llevar a cabo las reformas prometidas…
*Puedes opinar en http://claudialunapalencia.blogspot.com.es economista y escritora, experta en periodismo económico, geoeconomía y análisis internacional