Por Alejandro Aguirre Guerrero
«Si yo fuera tú dejaría de decir y escribir esas cosas en los programas de noticias y en los periódicos, calladito te ves y verás más bonito», y cortaron la comunicación. ¿Que si no da miedo? Por supuesto, «ni que fuera uno de palo», pero de ahí a dejar de ejercer un periodismo fundamentado, objetivo y real, hay «un mar de distancia».
Son ya 6 periodistas asesinados en lo que va del 2017, uno de ellos en Veracruz, el compañero columnista Ricardo Monlui, sin olvidar, por supuesto, al colega de La Opinión de Poza Rica, Armando Arrieta, quien se debatió entre la vida y la muerte al recibir varios impactos de bala, cuando llegaba a su domicilio después de trabajar.
En el 2016, Veracruz fue el estado más letal para ejercer la actividad periodística, y a nivel mundial, superó a países que estaban en guerra. Para pronto, un policía tiene hoy, en realidad, más posibilidades de morir naturalmente, que un periodista en la tierra de Agustín Lara.
El periodismo que no es servil suele incomodar al mandatario en turno; también al poderoso que no necesariamente es político; en la actualidad, y desde hace mucho, el poder que ahorca al periodista es también delincuencial.
El periodista incómodo suele ser tachado, inicialmente, por los poderosos, de dar «noticias falsas», de mentiroso. No hay forma más directa de saber que se va por el camino correcto, que se está llegando al fondo de un tema espinoso, y que se está, en términos reales, haciendo el contrapeso que la sociedad necesita.
¿Por qué nos están matando? ¿Por qué en algunos estados es más roja la situación contra el periodismo? Las respuestas son claras: porque la intolerancia es cada vez mayor, porque decimos verdades que incomodan, y porque los Gobiernos han fallado, aunque duela, en la estrategia de protección a activistas y libertad de expresión; el problema crece cuando la tarea de «proteger» recae justamente en esos mismos intolerantes.
El Presidente Peña debió iniciar su mensaje aceptando que las acciones de protección han sido insuficientes, y claro, fallidas. Posteriormente, hablar de recomponer el camino y presentar líneas de trabajo, tal como lo hizo. Por supuesto que da rabia la impunidad, pero también indigna que los asesinatos de periodistas y activistas se sigan consumando. Van 6 caídos, cero detenidos, y no hemos llegado ni a la mitad del año.
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