Que haya mayor fiabilidad en operaciones financieras, esa es la idea base de incorporar los sistemas biométricos al campo de las transacciones cotidianas relacionadas con alguna forma de pago.
La tendencia es clara e irrefutable: la desaparición del dinero contante y sonante acontecerá muy probablemente en varios países antes de 2050, el desafío por ende implica incorporar las mejores tecnologías y avances para dotar de un escudo protector a los instrumentos y medios de pago sustitutos de los billetes y monedas.
La aparición de las tarjetas de crédito y sobre todo las de débito para el pago de la nómina y acceder a una cuenta corriente abierta en una sucursal bancaria han acercado a millones de personas a los cajeros automáticos así como a familiarizarse con el PIN.
La propia inseguridad ha hecho que cada vez más gente porte ínfimas cantidades de dinero, apoyándose casi totalmente en comprar con crédito o débito.
Las operaciones digitales obligan a tener un plástico para comprar o pagar un servicio contratado por Internet y la gente pocas veces duda en teclear el código CVV que es la forma de validarlas.
“El CVV o código valor de verificación o validación (Card Verification Value) es el grupo de tres o cuatro dígitos ubicado en la parte posterior de la tarjeta. El nombre de este código difiere entre las empresas de tarjetas de crédito, ya que también puede denominarse código de verificación de la tarjeta o CVC (Card Verification Code), código de seguridad de la tarjeta o código personal de seguridad”.
Con esto quiero recordar que es muy importante cuidar muy bien en qué sitios se pone el CVV porque si resulta hackeado, pirateado o es un phishing se le está proporcionando el acceso a un ladrón dándole los elementos para que use la tarjeta ya sea de crédito o débito.
Se comprenderá que velar por la seguridad de las tarjetas no es sencillo tampoco lo es para el siguiente paso que ya están dando diversas instituciones bancarias, como BBVA, fomentando los pagos desde el móvil o la Tablet sin necesidad de enseñar la tarjeta ni pasarla por una terminal TPV.
En algunos países como España, la gente ha terminado por confiar totalmente en el uso de su tarjeta y ha reducido tanto los retiros de efectivo –en sucursales como en cajeros automáticos- apostando por el plástico.
El Banco de España dio a conocer que durante el primer trimestre del año pasado, el importe medio del consumidor español fue de 40.4 euros pagado con tarjeta.
En ese mismo lapso, de enero a marzo de 2016, el volumen de operaciones con tarjetas sumó 27 mil 816 millones de euros en la economía española.
En el caso de México también se aprecia una metamorfosis: las recurrentes crisis económicas les han enseñado a los usuarios de los servicios financieros que una tarjeta de crédito no implica contar con una extensión de su salario. Según Banco de México, hoy en día, el 46% de las personas que tienen una tarjeta de crédito saben que “es un medio de pago”.
A COLACIÓN
MasterCard, incorporará sistemas biométricos a sus tarjetas, sustituirá el PIN por la huella dactilar; este nuevo esquema de autenticación del portador y de la operación que realiza pretende reducir el número de fraudes y robos cometidos por terceras personas al hacerse de la clave secreta de los usuarios de las tarjetas. Muy pronto se podrá prescindir de él.
En esta primera fase MasterCard iniciará la readecuación de su plataforma digital en Sudáfrica; la meta es que a finales de este año o principios de 2018 también pueda llevarse a cabo en Europa y Asia.
La apuesta por los sistemas biométricos está siendo bastante clara ya en diversos sectores, desde la telefonía celular, ahora de forma pionera con las tarjetas de plástico y también, al menos en el caso de México, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) desde 2013 introdujo una foto del iris del ojo derecho como huella biométrica con los datos del contribuyente.
Las huellas dactilares, la exploración del iris, el uso de la voz como identificación personalísima y hasta la geometría facial forman parte de los sistemas biométricos que muy seguramente usaremos a cabalidad en este siglo. Ya en China, los dispensadores de papel higiénico en los baños públicos, hacen un reconocimiento facial de la persona que lo solicita. Me parece que esto es apenas un ápice de todo cuanto nos aguarda por ver, quizá algún día paguemos con una orden dirigida en directo por nuestras ondas cerebrales.