La líder del Frente Nacional logró cambiar, en cosa de diez años, la imagen de su partido hasta llevarlo al punto de que hoy es uno de los favoritos de la primera vuelta presidencial.
Es una de las dos mujeres en la lista de candidatos para las presidenciales francesas. Pero la única en la historia reciente del país con reales posibilidades de pasar a segunda vuelta. Marine Le Pen se ha transformado en un referente político de la extrema derecha europea y una carta segura de su partido, el mismo que ha venido progresando en cada una de las contiendas electorales, hasta convertirse en el partido más votado por los franceses.
La hija de…
Marine Le Pen nació en el seno de una familia acomodada de Neuilly-sur-Seine, la periferia burguesa parisina. Hija de una madre dueña de casa y de un padre polémico, nacionalista, soberanista, negacionista y fundador del Frente Nacional, que obligó a Marine a ir a la escuela pública para acostumbrarse a resistir las opiniones de los hijos de árabes y comunistas con los que debía compartir pupitres.
Tras el colegio ingresó a estudiar derecho en la Universidad Assas-Pantheon, uno de los bastiones de la ultraderecha ilustrada. Una vez fuera, nada parecía indicar que sería ella la que tomaría las riendas del partido fundado por su padre. La destinada para ello era su hermana mayor, que terminó desheredada políticamente por el patriarca luego de participar en la escisión del partido.
En 1998 fue elegida como consejera regional en el norte de Francia y desde ese momento su ascensión política no paró.
“Marine Le Pen es la única capaz de llevarnos al Eliseo”, nos dijo François, un agricultor y simpatizante del FN, en el multitudinario mitin que Marine Le Pen celebró a mediados de marzo en Lille, al norte del país. Y su frase cobra sentido cuando la memoria se traslada a 2002, año en que Jean-Marie Le Pen pasó a segunda vuelta de las presidenciales, desplazando a Lionel Jospin, el abanderado socialista. Jean-Marie no llegó al poder y su aventura política quedó como un desliz del sistema electoral.
Lo de Marine es distinto. Su plan ha sido llevar al FN a sus máximos electorales y para ello no ha dudado en cambiar de piel para atraer el voto de los desencantados. Un trabajo de joyería que ha hecho que el FN sea un partido más fuerte que durante la era de su padre, pero también un partido más difícil de clasificar, en el que confluyen votos de ex comunistas, hijos de inmigrantes, obreros precarios, nacionalistas, etc…
La Francia olvidada
Fue en 2011 cuando Marine reemplazó a su padre a la cabeza del partido. Pero varios años antes de esta ascensión, Marine Le Pen, junto a un equipo de colaboradores, ideó una hoja de ruta para cambiarle la cara al FN. Para ello desplegó a sus principales aliados a municipios estratégicos, donde ciudadanos se sentían traicionados por los partidos tradicionales, como Hénin-Beaumont, en el norte de Francia, donde rápidamente el poder municipal quedó en sus manos.
Los expertos llaman a ese fenómeno la ‘desdiabolización’ del FN. Es decir, una buena parte de los electores dejó de relacionar a ese partido con la herencia del padre. Tanto que ella prefiere que le llamen Marine y no por su apellido y llegó a intentar un cambio de nombre como entidad política: de Front National a Rassemblement Bleu Marine. También incorporó a ex simpatizantes de la izquierda en su cúpula política y relegó al padre a su papel de presidente de honor, hasta llegar a excluirlo ideológicamente del partido.
¿Oportunista? ¿Estratega? ¿Camaleónica? Difícil acertarle un adjetivo a Marine, una mujer a la que no le gustan las faldas, cuya voz rasposa y su verbo emotivo, hacen olvidar que su retórica no está a la altura de la de su padre, ni de los tradicionales estadistas franceses. A menudo se olvida que es la única candidata de los cinco principales postulantes que no tiene experiencia política concreta: sólo ha ocupado el cargo de europarlamentaria, mandato que ostenta aún hoy pese a estar en medio de un escándalo por un caso de supuestos empleos ficticios de sus asistentes parlamentarios europeos.
Todo eso poco o nada le importa a su electorado. Al contrario, la inexperiencia política le puede servir de pasaporte para el Elíseo. Como nos lo dijo Marie, simpatizante del FN, en el mitin de Lille: “Ya sabemos cómo gobierna la derecha y cómo gobiernan los socialistas. ¿Por qué no probar un gobierno del Frente Nacional?”
Fuente: RFI