1.- Antes de la invasión de canales de televisión religiosos, mirábamos como algo ajeno pero a la vez indignante, a los pastores colocados en medio de una multitud, con un papelito en la mano que no tenía otro objeto más que moverse de arriba abajo mientras el orador con gesto hierático, voz engolada como surgida de las entrañas del averno, lanzaba condenas y perdones al por mayor.
Eso, antes de pasar la charola. Su gente, sus colaboradores con el llamado cepillo recabando el dinero que en voz del representante de Jesús, significaría su salvación y el arribo a las floridas mansiones celestiales.
Escuchamos de la Secta Moon, propiedad de un pastor coreano que logró tal imperio, que su diario, Noticias del Mundo, circuló en las principales ciudades del orbe.
Así, hubo organizaciones religiosas que fueron denunciadas porque los apóstoles no sólo salvaban almas, sino esquilmaban fortunas. En casas de cientos de millones de dólares, con aviones que ni Peña tiene, yates y automóviles de súper lujo. Una actividad a todas luces fraudulenta pero que no puede ser sancionada en bien de la libertad de cultos.
2.- Con esa imagen en la mente, los salvadores de la patria en México, Peña Nieto, pasando por Nuño, Chong, Ruiz Esparza, Miranda y hoy la revolucionaria Robles, agrupan a la gente en recintos donde los colocan en forma circular. Deambulan con el consabido papelito que no dice nada y dictan doctrina, instruyen y esperan al final que la gente se apiñe para apapacharlos.
La imagen es odiosa y es expresión de sus más íntimos deseos: ser como los gringos, hablar como ellos, sumergirse en estilos, formas y deseos. Allí está el caso de Venezuela; México, dicen los que saben, lidera o liderea a América Latina en la democratización de ese país.
Y aquí cabe la respuesta que recibió Echeverría cuando exigió a un corresponsal hispano que le preguntara cuándo reanudarían relaciones ambas naciones. A lo que añadió el mandatario mexicano con voz estruendosa: cuando haya democracia… y el comentario del gachupa que causó hilaridad entre los asistentes: ¿aquí o allá, señor presidente?
No conforme con encabezar a América Latina, México mete la nariz en Siria. El único país musulmán con libertad de cultos, donde las mujeres pueden manejar automóviles, asistir a las universidades, caminar por la calle sin escolta masculina. Ah, pero también sin Fondo Monetario Internacional ni sometido a los precios internacionales del petróleo. Total: un régimen que hace lo que ni los mexicanos hacemos.
3.- Apresaron al ex gobernador tamaulipeco, Tomás Yarrington. Dos veces compartí con él el pan y la sal. Simpático sin exagerar, lleno de incidencias de vida, de experiencias políticas, se mostraba en especial festivo cuando hablaba de su amigo personal George W. Bush, todavía ni soñarlo presidente.
Se trataba de un cuate que lo visitaba en el rancho de Yarrington, con venados amarraditos para que los “cazadores” pudieran masacrarlos tranquilamente, ordenar que los pelaran y luego exhibir los despojos como obra de su esfuerzo, de su arriesgada aventura cinegética. Después se los tragaban…
Nunca lo dijo, al menos nunca lo hizo directamente, pero se entendía que Bush asistía a ponerse hasta las chanclas, totalmente chachalaco, ebrio perdido hasta perder el piso. Y tampoco lo mencionó ni siquiera lo insinuó pero quedaba la impresión de que el hijo de doña Bárbara consumía ciertos productos que lo hacían perder la perspectiva. Lo elevaban a planos de ilusión inimaginables.
De ahí que cuando me dijeron que llevarían a Tomás ante la justicia, me dio un ataque de risa. Espero que con su detención en Florencia me borren el rictus festivo porque todavía no me la creo. Y hasta que conozca la decisión de la justicia… Bush mediante.
4.- Voy por la carretera a Puebla. Cada 50, quizá cien metros, un enorme espectacular de Josefina promete cambios, muchos, pero no dice cuáles ni cómo los logrará. Bien dice el pueblo bueno que el prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila. Y hasta ahora la Chepina ha recibido, mucho, pero no se sabe si da ni a quién.
Un poco entre las decenas de carteles de la panista, cuyo distintivo parece de BMW con azul fuerte, blanco y naranja, se asoma el de Pedro el amarillo perredista quien apela, como es obvio a un programa inexistente, a un progresismo imaginario y a éxitos logrados bajo las banderas de su partido pero, al estilo Peña, que sólo en su mente se encuentran.
Al final, llegando a Puebla, aparece Delfina con la modestia que parece ser su característica personal. Un sencillo reclamo publicitario sin mayor mérito y sin atractivo alguno.
Dicen que Del Mazo y sus patrocinadores gastaron 500 millones anticipados para promoverlo. Pero en el caso del PAN se niegan a revelar los cientos de millones por los carteles que inundan la autopista; más parecen reclamos presidenciales a futuro, colocados para competir con Moreno Valle.