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La religión y el sexo se parecen y otras cosas que dice la ciencia sobre la fe

Publicado por
Aletia Molina

Quizá estos días, al ver las procesiones, usted se pregunte quiénes son esas personas que van ahí, debajo del capirote, si el lunes volverán a la oficina, si piensan y sienten igual que los demás o tienen alguna característica que les hace ser especialmente devotos.

Como la ciencia lo estudia casi todo, hemos indagado un poco hasta encontrar unas cuantas investigaciones sobre religión y hemos confeccionado una lista, como si fueran los diez mandamientos, los siete pecados capitales o los siete sacramentos. A nosotros también nos han salido siete, pero tranquilos, como se trata de ciencia no creemos que sean verdades absolutas y además estamos seguros de que no irá usted al infierno si no se los aprende.

SEXO, COMIDA Y RELIGIÓN SE PARECEN EN EL CEREBRO

Un estudio de la Universidad de Utah ha encontrado que las experiencias religiosas activan el circuito de recompensa del cerebro, es decir, el sistema que nos hace sentir bien ante determinados estímulos. Lo que hace es liberar neurotransmisores como la dopamina y la oxitocina, responsables del placer que sentimos al practicar sexo o degustar nuestras comidas favoritas.

El experimento se realizó con una comunidad mormona y trataba de encontrar las redes del cerebro que se activan ante los sentimientos religiosos. A través de imágenes de resonancia magnética, los investigadores comprobaron que leer el Libro de Mormón, lectura canónica de los mormones, activa las neuronas relacionadas con el placer, pero también la corteza prefrontal, relacionada con el comportamiento social.

LOS CREYENTES PIDEN MENOS PRUEBAS

La verdad es que si analizamos detenidamente el estudio, tiene algunos elementos que nos deberían hacer dudar antes de generalizar sus conclusiones, por ejemplo, que sólo participaron 19 mormones que presionaban un botón cuando decían experimentar un sentimiento religioso al leer. Un poco subjetivo todo.

Las mentes críticas suelen pedir evidencias sólidas para aceptar algunos hechos. Sin embargo, una reciente investigación de la Universidad de Rochester afirma que las personas religiosas y las que no lo son tienen estándares diferentes al respecto. Los creyentes necesitan que un resultado científico sea consistente para aceptarlo, pero piden menos pruebaspara afirmar que un hecho es el resultado de rezar. Por el contrario, los no creyentes se comportan igual en las dos situaciones. Para los autores de la investigación esto significa que las personas religiosas son menos estrictas a la hora de evaluar afirmaciones no científicas.

LA RELIGIÓN NO INFLUYE EN EL ABORTO

De todas formas, ser una persona religiosa no determina toda nuestra vida, ni siquiera las decisiones más trascendentales. Un estudio de la Universidad de la Ciudad de Nueva York realizado con más de 1.500 mujeres solteras de entre 14 y 26 años que se habían quedado embarazadas sin pretenderlo llegó a la conclusión de que las creencias religiosas no tenían mucha influencia a la hora de decidir si abortaban o no.

Los factores sociales, económicos y de salud eran muchos más decisivos para ellas. Es más, quienes habían recibido o estaban recibiendo una educación privada religiosa eran más propensas a la interrupción del embarazo que las de la escuela pública.

LA EDUCACIÓN RELIGIOSA NOS HACE MENOS ALTRUISTAS

No sabemos si ese dato decepcionará a quienes defienden la permanencia de la religión en la enseñanza, pero aquí va otro quizá aún más perturbador: los niños que reciben una educación religiosa y viven en entornos familiares creyentes son menos altruistas.

La investigación, publicada en Current Biology, analizó los casos de 1.170 jóvenes de entre 5 y 12 años en seis países (Canadá, China, Jordania, Turquía, Estados Unidos y Sudáfrica). A pesar de las diferencias culturales, en todos los casos los niños religiosos se mostraban menos generosos que los procedentes de familias ateas o agnósticas.

LAS EXPERIENCIAS RELIGIOSAS REDUCEN EL HIPOCAMPO

Un estudio realizado con personas mayores en 2011 mostró diferencias cerebrales entre individuos que habían vivido experiencias religiosas muy fuertes, que de alguna manera les habían cambiado la vida. En concreto, tenían un hipocampo más reducido que otras personas que vivían su religión de una forma menos intensa. Curiosamente, el fenómeno también se encontró entre quienes no estaban adscritos a ninguna creencia religiosa, es decir, todo lo contrario.

La hipótesis de los autores es que en realidad todo se debe al estrés. Algunas personas de minorías religiosas y quienes tienen que luchar por su fe tienen vidas más estresantes. Por culpa del estrés se liberan hormonas que con el tiempo pueden llegar a reducir el volumen del hipocampo con el tiempo.

LAS GRANDES RELIGIONES SALEN DEL BIENESTAR

Una investigación científica también explica por qué estamos celebrando la Semana Santa. Bueno, en realidad explica por qué triunfaron las grandes religiones, como el cristianismo, el islam, el judaísmo, el budismo y el hinduismo. Científicos de Francia y Estados Unidos han llegado a la conclusión de que la mejora de los niveles de vida en Europa y Asia fue un factor determinante.

Los autores elaboraron un modelo estadístico basado en la historia y en la psicología para explicar cómo hace unos 2.500 años comenzaron a surgir en diferentes partes del planeta y casi al mismo tiempo los cambios que desembocarían en las religiones mayoritarias de la actualidad.

Las sociedades de cazadores-recolectores expresaban sus creencias en forma de rituales, ofrendas y sacrificios para protegerse del mal y cubrir sus necesidades materiales básicas. Sin embargo, cuando las sociedades comienzan a tener cierto bienestar, a ingerir un buen número de calorías al día y a tener casas seguras, empezaron a tener inquietudes acerca de la trascendencia personal, con propósitos más allá de lo material. Así aparece una nueva moralidad que ataca los excesos en cuestiones tan terrenales como la comida y el sexo.

Fuente: ElEspañol

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Aletia Molina

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