Claudia Luna Palencia
Hay un maremoto en la vieja guardia política en Europa, la socialdemocracia y los conservadores de toda la vida están viendo menguar su poder, ¿qué les ha pasado? Han cavado su propia tumba a pico de pala de la corrupción, ninguno tiene las manos limpias… nadie escapa de las tramas más siniestras.
Así es que vayamos aceptándolo es tiempo para los outsiders, la brecha está abierta como si marcase un tic tac fulgurante porque va a un ritmo acelerado ligado al de las crecientes necesidades sociales, a las del descontento y no es siempre popular, del término vulgar “del populacho” hay mucha clase media formada lubricando el cambio porque está desencantada; le han golpeado incesantemente el bolsillo y ya se cansó.
Señala Karl Marx en su pensamiento y obra que “el motor de la historia es la lucha de clases”, la Revolución Rusa de 1917 la fraguó el pueblo, en buena parte el proletariado rural harto de los zares.
Pero en otras muchas partes de nuestra amplia Historia Universal ha sido la burguesía la impulsora de guerras e independencias y de transformaciones cismáticas porque al sentirse amenazadas por perder su estatus de vida, lubrican las fuerzas políticas y provocan reacomodos que, por supuesto, les sean favorables. Para más inri tenemos como ejemplo la Revolución Francesa que desplazó a la nobleza pero llevó al poder a una creciente burguesía.
Vaya que hay que tener mucho cuidado de que los pequeños propietarios y propietarios en general se cansen de los palos dados; hay que mirar muy en serio el hartazgo que la clase media pudiente experimente porque ha cedido parte de su estatus debido a las crisis, a la mala gestión política porque entonces su reacción siempre provocara un cambio hondo.
Dice Maurice Duverger que Montesquieu, Adam Smith, Karl Marx, son como Víctor Hugo una especie de “cajas de resonancia” en los que repercuten los gritos de la época.
Pues esta época ha vuelto a meter a Marx en boga así como a Montesquieu en una Europa letraherida debido a una clase media que está dejando de creer en sus instituciones y en los viejos partidos políticos.
No es sólo el golpetazo enorme de ocho años largos de crisis económica, no es sólo que todos se hayan tragado un severísimo programa ortodoxo de ajuste para salir de la crisis; es primero y siempre el asco por la serie interminable de escándalos de corrupción que va dejándonos perplejos.
Y si la crisis económica ha metido a outsiders en el poder como a Donald Trump en Estados Unidos que ni siquiera levanta apoyo entre los Republicanos, la corrupción en Europa además dejará consecuencias claras para permitir el ascenso de grupos extremistas o de muchos otros que ni siquiera cuentan con una larga trayectoria política ni posturas ideológicas definidas.
Los mercados financieros han celebrado con cierta holgura que el candidato socioliberal Emmanuel Macron de ¡En Marcha!, obtuviese una ventaja de varios puntos sobre de Marine Le Pen, del Frente Nacional; el primero, logró el 23.86% y la segunda, el 21.43 por ciento.
En realidad ni Macron ni Le Pen son el fenómeno, lo es la caída vertiginosa de la credibilidad en los republicanos y socialistas franceses, los dos partidos acostumbrados a repartirse el melón del poder están por los suelos. Lo mismo acontece en otros países europeos, los grandes perdedores han sido y son en cada elección los tradicionales.
A COLACIÓN
En España, el presidente Mariano Rajoy, casi estuvo al borde de unas terceras elecciones para legitimar su mandato, la necesidad de sumar esfuerzos en el Congreso es lo que cuestiona actualmente el futuro inmediato de su Gobierno.
El problema es que el statu quo actual pende de un hilo en España, ése mismo cuya recuperación tiene asombrados al resto de los europeos y que ahora presume de ser la economía que más puede crecer de Occidente.
No obstante, la corrupción que rodea al partido en el poder el PP y su presidente Rajoy, es que no existe la palabra en el diccionario para nombrarla ni siquiera el caso de Javier Duarte en Veracruz, en México o en otros casos de corrupción caciquil es comparable considerando que ambos países comparten una común columna vertebral. No hay una palabra en sí misma.
En los últimos 18 meses han sido caso tras caso alrededor del PP, renuncia tras renuncia de funcionarios; la prensa española todavía conservando un dejo de dignidad e independencia destapa trama tras trama. En resumen muchos funcionarios que militan en el PP, unos cercanísimos al presidente Rajoy, llegaron a crear verdaderos holdings financieros para sacar dinero de las arcas públicas para, presuntamente, robárselo.
Acaban de meter en la cárcel a Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, imputado por saquear escandalosamente el Canal de Isabel II, la empresa que trata el saneamiento y las aguas que usan los madrileños; gota por gota pagada por los ciudadanos a precio de oro. Hasta OHL, la empresa que financió los premios Rey de España, sale salpicada en el intríngulis con dinero, supuestamente saqueado y enviado a… ¡México!