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Cuántos aguacates tenemos que comprar para pagar un satélite

Publicado por
José Cárdenas

Diario de un Reportero

Ramsés Ancira
Quienes viajamos en transporte público y caminamos por las calles de la Ciudad de México estamos encontrándonos cada vez con más frecuencia con grupos de salvadoreños, hondureños y hasta panameños que fueron lanzados de los trenes por la policía migratoria o la policía federal para impedirles acercarse a la frontera.
Las autoridades mexicanas están quebrándose la cabeza para ver como lidiamos con las políticas racistas, proteccionistas y expulsoras de Donald Trump. A como van las cosas no dudo que más de un funcionario del ITAM, prefiriera que el mandatario de los Estados Unidos mejor usara armas químicas como lo hizo Hitler con el Ziklon B, para exterminar a las personas de origen extranjero, en lugar de tener que lidiar con su expulsión a tierras mexicanas.
Pero antes de que Trump piense en reutilizar el Napalm (otra arma química con la que el ejército de Estados Unidos ya tiene mucha experiencia y de la que no cabe duda que sí utilizó, a diferencia de las que le achacan al gobierno sirio) hay otra arma que puede dar mejores resultados en esta contingencia, invertir en ciencia y tecnología.
Por eso quiero transcribir en este diario fragmentos del pensamiento de uno de mis maestros en la licenciatura en historia de la UNAM. El gabinete de itamitas de Enrique Peña Nieto no tiene la fortuna de haber abrevado del talento de los mejores intelectuales mexicanos: los que hacen filosofía de la economía y de la historia para el mejor desarrollo de la sociedad, y no para satisfacción de inversionistas extranjeros que buscan el mayor rendimiento con la mínima inversión; sin importar el crecimiento de la delincuencia, el calentamiento global o la zozobra que al final les va a generar la desigualdad social.
El papel de la educación superior, la investigación científica y la tecnología en el Modelo de Desarrollo

Raúl Domínguez Martínez
“1. La soberanía y el desarrollo
“Las condiciones que imperan en el mundo contemporáneo han asignado a la educación superior, la investigación científica y la producción de tecnología un papel central. Las posibilidades efectivas de desarrollo y de soberanía nacionales se hallan supeditadas cada vez en mayor medida a la realización de estos instrumentos. Descuidarlos en términos de calidad o de cantidad equivale –sencillamente- a resignarse a ocupar una posición marginal, con muy altos costos sociales y económicos. En México el 96% de la fuerza de trabajo no cuenta con educación media superior y superior y el gasto per capita en investigación y desarrollo apenas alcanza los 23 dólares, mientras que el de Estados Unidos y el de Canadá, nuestros socios en el TLC, es de 681 y 346 respectivamente.
“El rezago de nuestro país en estos terrenos no se dimensional nada más frente a estos poderosos vecinos. En 1990 México ocupó el octavo lugar en América Latina por el volumen de gasto destinado a investigación y desarrollo, después de Brasil, Costa Rica, Cuba, Argentina, Colombia, Chile y Venezuela. El porcentaje promedio de estos países fue del orden del 0.67% respecto del PIB, mientras el mexicano fue de 0.35%, tasa que se ha conservado con muy poca variación hasta la fecha a pesar de las recomendaciones de la OCDE en el sentido de la urgencia de elevar ese indicador al menos hasta el 1%. Los países líderes a nivel mundial mantienen este índice en el orden del 3.0%.
“De acuerdo con estimaciones del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, México se clasificó en la posición número 51 de un total de 162 países analizados en su Informe sobre el Desarrollo Humano 2001, según indicadores relativos a ingresos, educación y longevidad, por debajo de países como Croacia, Trinidad y Tobago, Chile y Letonia. De acuerdo con el estudio, México no forma parte del grupo de los

países líderes en adelanto tecnológico, ocupando el número 32 en el índice, de un total de 72 países, debajo de Corea, Polonia y Malasia. El mismo Informe subraya que nuestro país se encuentra en una posición muy débil en el porcentaje de estudiantes de educación superior dedicados a las ciencias, matemáticas o ingenierías. En el número de patentes registradas también nos hallamos en posición desventajosa, pues por cada millón de habitantes sólo contamos con una patente al año.
“Se puede continuar evidenciando datos, como el hecho de contar con cinco empleados en investigación y desarrollo por cada 10 mil trabajadores, frente a un promedio de 45 investigadores en os países de la OCDE. Lo evidente, en todo caso, es que ni la educación superior, ni la ciencia, ni la tecnología forman parte de nuestras prioridades estratégicas.
“2. La domesticación del maíz
“Hace aproximadamente cuatro mil años dio comienzo la domesticación del maíz en nuestro territorio. Así lo comprueban las investigaciones que realizara Richard S. Mac Neish en el Valle de Tehuacán, al rescatar el fósil de mayor antigüedad conocido hasta ahora en todo el continente americano. En un sentido genuino se podría afirmar que aquellos ancestrales mexicanos fueron pioneros en la manipulación genética de plantas comestibles. Hoy la situación se presenta radicalmente distinta. Convertidos en importadores de nuestro alimento primordial, México se ve forzado a adquirir el 40% del maíz que consume en los Estados Unidos, presentando así un flanco de extrema vulnerabilidad. Las causas de semejante problema son múltiples y se derivan del escenario de catástrofe en el que se encuentra sumido el campo mexicano. Pero el riesgo de daño irremediable a nuestra autonomía alimentaria se encuentra vinculado a factores tecnológicos en el futuro inmediato.
“La empresa Dupont solicitó a la oficina de patentes europeas, patentar una semilla de maíz rica en 6% de aceite y 55% de ácido oleico, característica que poseen algunas variedades mexicanas e incluso la superan, sin manipulación genética. Este caso va a empezar a repetirse. México no tiene registros confiables y seguros de los materiales

genéticos del país. Los muy escasos bancos de germoplasma de han logrado gracias a instituciones como Chapingo pero el trabajo por realizar es inmenso, no existiendo registro locales de productos como el amaranto, semilla mexicana que contiene la proteína vegetal más rica que existe en la naturaleza. Lo mismo ocurre con chile, agaves, frijol, etc. Se debe destacar que países con mucho menor diversidad y con menores recursos, como Costa Rica, han dado importantes pasos en este sentido. Por lo pronto, nuestro país no cuenta con una legislación para controlar el etiquetado de los millones de toneladas de maíz que compramos en el exterior, ni tiene la capacidad para descubrir la proporción de productos transgénicos que vienen con los envíos. En México se consume todo el tejido que contiene las proteínas transgénicas y el ADN foráneo, sin conocer a ciencia cierta qué impactos puedan manifestar en la salud pública.
“Por si fuera poco, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos anunció la inminente comercialización de una tecnología denominada Terminator, que manipula genéticamente semillas estériles que sólo pueden ser empleadas para la siembre inmediata. Un dato adicional: el rendimiento promedio por hectárea en la producción de nopal en México es de 18 toneladas, frente a treinta que obtienen los agricultores norteamericanos.
(…)

“El domingo 27 de agosto del 2000, el satélite Solidaridad I fue declarado “técnicamente muerto”, sin haber cumplido siquiera la mitad de los catorces años de vida útil que se esperaba. Los 250 millones de dólares que costó quedaron flotando en l espacio. Había sido puesto en órbita en noviembre de 1994 y construido por Hughes Space and Communications. Antes se habían registrado “fallas” en otros satélites de propiedad mexicana, como el Morelos II en 1993 y más tarde el Satmex V, en 1998. Durante abril y mayo de 1999 se registraron averías en la computadora central del Solidaridad I, teniendo que ser sustituida por otra que tenía repuesto.

“Así se perdió uno de los cuatro aparatos que tenemos en órbita para servicio de telecomunicaciones. La empresa Satmex, privatizada en 1997, anunció la adquisición de otro satélite, el Satmex VI, con un costo de 300 millones de dólares y un tiempo de espera calculado en 30 meses. Mientras esto ocurría, la acometida comercial hacia el exterior ganaba terreno: México exportó 52 millones y medio de kilos de aguacate a veinticuatro países durante el año 2000, con una ganancia de 32 millones 600 mil dólares. Ostentamos el primer lugar mundial en la producción del exquisito fruto, siendo muy meritorio el haber duplicado el volumen de exportación respecto del año anterior. Pero para comprar el satélite, que es apenas uno de los muchos artefactos de alta tecnología que el país requiere, tendríamos que vender 483 millones de kilos.
“Muchos aguacates por un satélite”.
“Confío en que los lectores disculparán el abuso del espacio en consideración a la importancia del tema, pero aun así, para no abusar de su benevolencia no lo transcribo completo, sin embargo quien lo desee puede leer más en este enlace.
http://historiacontemporaneasua.blogspot.mx/

 

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