“Tú serás mi mujer”, le dijo un jovencísimo Emmanuel Macron a quien era entonces su profesora de teatro, Brigitte Trogneaux. Muchos años después, cumplió su promesa. Son inseparables, rebosan amor y rompen moldes. El candidato socioliberal con más puntos a erigirse futuro presidente de Francia y su mujer, 24 años mayor que él, forman una pareja atípica pero muy popular, que seguramente alcanzará el Elíseo tras derrotar previsiblemente a la ultraderechista Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones francesas del 7 de mayo.
Sin consorte oficial desde que el presidente saliente François Hollande dejó en enero de 2014 a la periodista Valérie Trierweiler, la Presidencia francesa espera tras las elecciones una nueva pareja que, de ser Trogneaux, como indican varias encuestas, podemos esperar ver una primera dama muy implicada con su cargo.
Trogneaux es la mayor consejera política de su marido, le asesora en sus discursos y le ayuda a programar su agenda. Durante la campaña, madame Macron ha hecho equipo fervientemente con el líder del movimiento En Marche!, quien juega la baza de su amor para ganar adeptos entre los seguidores, como parte de una estrategia más común de ver en Estados Unidos que en Francia, donde los políticos dejan su esfera privada en casa. “Emmanuel Macron no habría podido embarcarse en esta aventura sin ella”, dijo a Bloomberg Marc Ferracci, un asesor de campaña y testigo en la boda de la pareja en 2007.
Madame Macron, que causó polémica cuando acompañaba a su marido en las reuniones siendo éste ministro de Economía del Ejecutivo del Manuel Valls, bajo la presidencia de Hollande, no se ha separado de él durante los mítines y le ha ayudado a vender la imagen de modernidad, reforma e inconformismo que ha querido ofrecer el candidato independiente apoyado por el sector empresarial.
Macron se disputa la presidencia con Le Pen dentro de dos semanas. Si su esposa se convierte en la primera dama de Francia, como es de esperar, ella, declaró Macron en uno de sus mítines, “no estará detrás, ni escondida… estará a mi lado”. Y, mientras pronunciaba estas palabras, el joven candidato agarraba de la mano a su mujer, tras besarla frente a una multitud en un teatro de París.
A Macron y Trogneux, de 39 y 63 años respectivamente, les separan los mismos años que el presidente de EE.UU., Donald Trump, de 70 años, y su esposa Melania, de 46, pero a la inversa. La rareza de ver un marido más joven ha llamado la atención de los franceses. Eso, y que su amor nació de una historia prohibida (e ilegal).
Un Macron adolescente, de 17 años, se enamoró de su profesora de literatura y teatro en la escuela de secundaria de su ciudad natal de Amiens, en el norte de Francia. Ella, una mujer casada de 41 años, madre de tres hijos e hija de los exitosos chocolateros Trogneux de la misma localidad, dirigía el grupo de teatro al que él pertenecía.
Los padres de él, médicos de una familia acomodada, lo enviaron a estudiar a París para alejarle de esa relación censurada por la ley francesa. El intento fue en vano porque, tras él completar sus estudios en la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), la pareja se casó en la capital francesa.
Incluso después de más de una década de matrimonio, su extraordinaria unión deja a pocos indiferentes y llama todavía más la atención ahora que los focos del palacio Elíseo se vuelven sobre ellos. Conscientes de que están rompiendo los códigos de la Francia burguesa y conservadora, el candidato independiente, y su socio por más de 20 años, ha estado sentando las bases para prevenir cualquier posible ataque personal.
En un vídeo de su boda de 2007, retransmitido por la televisión francesa, Macron agradeció a los hijos de su esposa por aceptarlo. “No tenemos una familia clásica, esa es una realidad innegable”, dijo. “No hay por eso menos amor en nuestra familia”, añadió. Aunque Macron nunca quiso tener hijos, ambos disfrutan de una vida familiar conjunta. Las revistas del corazón han mostrado al candidato jugando con los nietos de ella, que ascienden a siete, y con los que se encuentran los fines de semana en la casa de campo en Le Touquet, un elegante balneario en el norte de Francia.
El mes pasado, Macron negó los rumores sobre su homosexualidad, mencionando la presencia diaria de su esposa. “Puesto que ella comparte mi vida de la mañana a la noche, sólo cabría preguntarse cómo, físicamente, yo podría manejarlo”, bromeó el candidato planteando que sería necesario usar un holograma para llevar la doble vida de que se le acusa.
Su pasión, exhibida sin tapujos, ha contribuido a la popularidad de Macron. “Toda Francia está al corriente de esta historia de amor que tanto fascina al electorado femenino”, publicaba el diario Le Monde, a principios del año pasado, cuando Macron ocupaba la cartera de Economía.
Cónyuges conflictivos o apartados
Le Pen, la líder de extrema derecha del Frente Nacional con quien se disputa la presidencia, tiene dos ex maridos y tres hijos y ahora está en una relación con el vicepresidente de su partido, Louis Aliot, quien, junto a su mano derecha, Florien Philippot, forma parte de su nueva guardia pretoriana más joven y moderna que la que acompañó a su padre Jean-Marie Le Pen.
Mientras Trogneaux y Macron se convertía en la pareja del momento, la esposa de otro candidato presidencial copaba los titulares, pero de manera negativa. La muy discreta Penélope Fillon, esposa del conservador François Fillon, estuvo (y está) en el punto de mira de los medios franceses por su imputación en el caso de los empleos ficticios. Supuestamente, durante años cobró por un trabajo como asistente parlamentaria para su marido que no ejerció.
A falta de cónyuge presidencial desde 2012 –la actriz Julie Gayet, novia de François Hollande , nunca ha tenido un papel político–, las grandes marcas han empezado a seducir a Trogneux, que luce ropa en campaña cedida por LVMH, el gran imperio del lujo dirigido por Bernard Arnault, y cuya hija, Delphine, es directora general adjunta de Luis Vuitton. Al menos para las firmas de moda Briggitte ya es la primera dama de Francia.
Fuente: La Vanguardia
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