Andares Políticos
Benjamín Torres Uballe
Una expresión superlativa de cinismo y frivolidad la regaló en 2014 Javier Duarte de Ochoa, siendo gobernador de Veracruz. Cuestionado por los reporteros sobre el tema de la inseguridad, afirmó: “Antes se hablaba de balaceras y asesinatos, de participación de la delincuencia organizada, y hoy hablamos de robos a negocios, de que se robaron un Frutsi y dos Pingüinos en el Oxxo”.
De ese tamaño eran el descaro y la anomalía cerebral del canterano priista, que en muy breve tiempo se reveló como lo que es: un auténtico delincuente. Hoy, con Duarte sospechosamente prófugo, en la entidad siguen descubriéndose fosas clandestinas, exhumando cadáveres y restos humanos prácticamente por toda esa región. La estupidez o complicidad del mandatario emanado del PRI le “impedía” darse cuenta de la brutal ola de violencia que desde entonces imperaba.
Es aterrador lo que sucede en el estado jarocho. Las evidencias lo exhiben como una megafosa, donde basta rascar un poco la tierra para que aparezcan los macabros testimonios de la incontenible y demencial inseguridad que tiene aterrorizada y sometida a la sociedad veracruzana.
Actualmente, parece rutinario encontrar casi 300 cadáveres en el sitio conocido ya como La Alberca, en Colinas de Santa Fe, o descubrir otros lugares en el municipio de Alvarado, con 47 cráneos y más restos humanos. La barbarie no se consumó en un día. El gobierno, en sus tres niveles, ha sido omiso, negligente e incapaz en esta tragedia nacional. Muchos organismos civiles, locales y del extranjero alertaron en muchas ocasiones lo que estaba sucediendo en Veracruz. El gobierno federal prefirió no destapar la cloaca y mantuvo en la gubernatura a Duarte de Ochoa. Las desapariciones y los ríos de sangre continuaron; incluso, todo muestra que han ido al alza.
Pero la violencia originada por los diversos grupos criminales no se limita a ellos mismos. Los comunicadores se han convertido en víctimas recurrentes. Ricardo Monluí Cabrera es el caso más reciente. El periodista, quien era director del diario El Político de Xalapa, El Político de Córdoba y del portal elpolitico.com.mx, que además presidía la Asociación de Periodistas y Reporteros Gráficos de Córdoba, fue ejecutado frente a su familia el pasado domingo.
Veracruz es, sin duda, el estado de la república más peligroso para ejercer el periodismo. Así lo confirma también la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), pues asegura que en esa entidad se produce el mayor número de homicidios de periodistas registrados en México.
Según datos de la propia CNDH, con la muerte de Ricardo Monluí Cabrera, van 122 homicidios de periodistas en el país desde el año 2000, de los cuales 20 se han registrado en Veracruz, “por lo que esa entidad federativa continúa siendo las más peligrosa para ejercer el periodismo en nuestro país”, ratificó la Comisión en un comunicado este 19 de marzo.
La administración peñista ha manifestado el deseo de que las buenas noticias de su administración se divulguen y tiene razón, debe hacerse. Sin embargo, infaustas noticias como las surgidas en Veracruz acaparan los reflectores mediáticos y la atención de la comunidad internacional por la saña, la cantidad y la frecuencia de los crímenes que dan lugar a éstas. Y siendo condescendientes, las preguntas serían: ¿hay algo bueno que celebrar en Veracruz? ¿El gobierno ha hecho lo necesario para frenar y combatir el infierno provocado por el crimen organizado?
Veracruz padece, de facto, un estado de sitio impuesto por las bandas criminales que realizan actividades de narcotráfico, secuestro, cobro de piso, extorsiones, robo de autos y cientos de ejecuciones e inhumaciones clandestinas. Mientras la anarquía sepultó desde hace años el estado de derecho, una guerra política se desarrolla entre el nuevo gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares, del PAN, y las huestes del PRI. El resultado es que la bella entidad se ve afectada por esa disputa entre ambos partidos, a los cuales no importa la ciudadanía, sino exclusivamente sus lucrativos intereses. Por ello es que sigue impune Javier Duarte y a Fidel Herrera se le consiente.
Resulta imperativo señalar que, por todo el evidente entorno de violencia, caos y desgobierno, el estado de Veracruz se encuentra convulso y sumergido hasta el cuello en la podredumbre generada y tolerada por los diversos gobiernos priistas. Es más, en las increíbles paradojas que tiene este país, es un ex priista —ahora enrolado en la bandera panista— quien gobierna y debe poner en orden el tiradero de la saqueada entidad. Misión que se antoja difícil de llevar a cabo en dos años.
@BTU15