En Europa, en los años magros de la reciente crisis económica, los empresarios, inversores y turistas chinos han constituido una importante fuente de ingresos. Una especie de tabla de salvación en doble vía porque su cartografía de negocios está muy presente en la mentalidad de los empresarios europeos, en sus apetitos emprendedores.
Si bien Estados Unidos realiza un 26.5% de la inversión extranjera en la
UE y recibe de ésta un 35.7%, los nuevos magnates chinos han participado con un 5.6% de la inversión extranjera directa en Europa.
En 2014, según el Barcelona Center for International Affairs (CIDOB) la IED china en Europa, fue por 18 mil millones de dólares, duplicando la cifra del año inmediato anterior mientras que en 2015, ascendió a los 23 mil millones de dólares.
En España, micros, pequeños y medianos empresarios, temerosos por la duración de la crisis y la caída en el consumo se acercan más a la Oficina Comercial Española en busca de asesoría para conocer las dificultades reales de abrir una empresa en China o bien iniciarse en el camino de la exportación.
Y mientras España parece perdonarle a los chinos (que todo lo copian) hasta que imiten su jamón serrano, Ángela Merkel, canciller alemana, intenta convencer a la cúpula asiática de que es seguro invertir con mayor fuerza en la UE.
Hay un territorio fértil de lazos entre los europeos y los chinos que con la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos encuentra el abono perfecto para unirse en pro del libre comercio, de los acuerdos comerciales, a favor del multilateralismo económico y geopolítico.
Xi Jinping, presidente de China, fue recibido con los brazos abiertos en Davos, Suiza durante el pasado cónclave del Foro Económico Mundial; el mandatario chino desenvainó la espada a favor del libre comercio y la globalización al tiempo que condenó el proteccionismo enarbolado desde la Casa Blanca.
El paso hacia atrás que dé Estados Unidos bajo la égida de Trump significará una enorme zancada para China en prácticamente todos los terrenos y territorios.
China es el segundo socio comercial más importante de la UE con unos flujos comerciales diarios superiores a los un mil 300 millones de dólares, no obstante, siempre flota la eterna duda en torno a sus prácticas dumping.
A COLACIÓN
Por su parte, en América Latina, desde hace más de una década van amacizándose las relaciones de China con diversos países, a tal punto que el desplazamiento de la inversión y comercio estadunidense ha pasado a un segundo o tercer plano.
A partir de datos del BID, encontramos que en la región tres países guardan una enorme interrelación comercial con China: Brasil, Chile y Perú.
Desde 2008, Brasil a más que duplicado sus exportaciones hacia el gigante asiático al pasar de 16 mil 403 millones de dólares a 40 mil 616 millones de dólares.
Chile en la misma sintonía también las ha duplicado en ese mismo lapso de tiempo: en 2008 exportó a China productos, bienes y servicios por un valor de 8 mil 519 millones de dólares y en 2014 le vendió 18 mil 828 millones de dólares.
Perú ha experimentado similar proceso en 2008 exportó 3 mil 735 millones de dólares y para 2014 las ventas hacia China incrementaron hasta los 7 mil 025 millones de dólares.
Chile ha sido el país más inteligente dado que ha sabido entender bien el protocolo y la cultura China. Si bien desde 2006 existe un Tratado de Libre Comercio Chile-China, no fue sino hasta dos años después que logró una ampliación del acuerdo logrando beneficiarse del mismo.
En el caso de México, no saca provecho cabalmente de las relaciones bilaterales, muy a pesar del tamaño de uno y otro país y de las oportunidades que representan.
El país azteca le vende a los chinos muy por debajo de su potencial mientras que se erige en el primer importador de sus productos en la región con importaciones por 66 mil 256 millones de dólares en el año 2014.