No me corresponde ni tengo la facultad, por supuesto, para juzgar si Flavino Ríos Alvarado ayudó o no a Javier Duarte a escapar de territorio veracruzano. Estoy claro que al de Minatitlán nunca se le ha relacionado con actos ilegales o dudosos en su desempeño laboral o personal.
Quizá el único pecado del otrora Secretario de Gobierno haya sido trabajar para el prófugo de la justicia, situación que ya lo hizo dormir, si es que pudo, como interno en el mismo penal donde también se encuentra otro ex duartista, Arturo Bermúdez Zurita.
Me queda claro que Flavino Ríos tenía una asignatura pendiente con el tema del helicóptero en la fuga de Duarte; debía explicarlo, dejar limpio el punto frente a la justicia veracruzana, pero no encerrado un año en el penal.
Puedo comprender que el Gobernador Miguel Ángel Yunes intente detener a todos aquellos que, de manera presunta o no, hayan formado parte del clan duartista. Varios saquearon Veracruz de manera grosera y deben ser castigados; que se haga, adelante, pero a la par de otros pendientes que tiene el estado.
¿Es el caso de Flavino Ríos una poderosa «caja china» para desviar o distraer la atención de la opinión pública? La única manera para callar o suavizar las dudas al respecto es, justamente, entendiendo que hay mucha más vida después de Javier Duarte.
Si fue la Fiscalía General la que detuvo a Flavino Ríos y goza de total autonomía ante el Gobierno del estado, pregunto a usted, ¿quién debió dar las entrevistas nacionales y estatales para detallar el tema?, ¿Jorge Winckler o el mandatario Miguel Yunes Linares?
Algunos hablan de detenciones mediáticas programadas para disminuir la percepción pública negativa que pudiera vivir, eventualmente, el Gobierno de Yunes en los próximos meses. Desconozco si esto sea verdad, pero en Veracruz, «la burra no era arisca, la hicieron a palos».
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