Hoy se cumplen 79 años de la Expropiación petrolera por el entonces Presidente de la Republica, General Lázaro Cárdenas.
El petróleo que comenzó a utilizarse a fines del siglo XIX y se industrializó a gran escala con el maravilloso invento del automóvil y los motores de combustión interna, fue explotado a gran escala en nuestro país, con base en concesiones otorgadas por el régimen porfirista a compañías inglesas-holandesas y norteamericanas, principalmente en yacimientos ubicados en Tamaulipas y Veracruz. El pozo de Cerro Azul, por su riqueza, constituyó un hito a nivel mundial. El petróleo mexicano ayudó a ganar a los aliados la primera guerra mundial, al asegurar el suministro constante de sus barcos de guerra.
En la gestación y resolución adoptada de recuperar el petróleo debe tenerse necesariamente en cuenta el contenido del artículo 27 de nuestra centenaria Constitución de 1917, que reivindicó la propiedad originaria de tierras, aguas y las riquezas del subsuelo. Este precepto constitucional ocasionó un grave conflicto con los Gobiernos de las compañías petroleras, quienes impugnaban la no retroactividad de la norma constitucional y nos obligaron a tener acuerdos vergonzantes, entre otros, los denominados “Acuerdos de Bucareli” que permitieron el reconocimiento diplomático estadunidense del Gobierno de Álvaro Obregón a cambio de respetar las concesiones, entre otras cláusulas onerosas al honor nacional.
El resto es una historia de la capacidad, imaginación y talento de los mexicanos de echar a andar las instalaciones y continuar la explotación de los yacimientos, hazaña que parecía casi imposible. Al agotarse los yacimientos a fines de los sesenta, México, comenzó a importar petrolíferos, lo que terminó con el descubrimiento y explotación de los yacimientos en aguas someras del golfo de Campeche, en los setenta. Y otro mítico pozo, ahora Cantarell, ingresó a la historia mundial de la industria petrolera.
El caso es que los mexicanos fuimos capaces de construir una gran industria con cadenas de valor integrada: exportar crudo en grandes volúmenes, refinar gasolinas y otros múltiples productos, utilizar el gas, reconvertir la generación de electricidad con el uso de este último. En conclusión una gran hazaña de la ingeniería mexicana y de los ingenieros y trabajadores mexicanos. Tampoco puede desconocerse u ocultarse la enorme corrupción del sector público y privado con la riqueza petrolera. Así como, los excesos del sindicato de sus trabajadores.
La enorme renta petrolera permitió financiar por décadas el gasto público, hasta que coincidió la baja del precio del crudo, el agotamiento de los yacimientos marinos y el déficit de producción de gasolinas y otros refinados, lo que nos obligó a importarlos, impactando severamente las finanzas públicas.
La opción es aprovechar el enorme depósito conocido como el “hoyo de la dona” ubicado en el Golfo de México. Hacerlo, sin dinero y sin tecnología, obligó a realizar una cuestionada reforma, en la que sin perder la propiedad del crudo, se permite la participación de inversionistas privados nacionales y extranjeros. Esta reforma ocasionó un gran debate nacional. Los beneficios de la misma, se verán hasta dentro de varios años. En tanto, prosiguen los detractores y defensores de la misma, enfrascados en discutir su contenido y pertinencia. La Historia como siempre, ese juez implacable, tendrá la última palabra.
Fuente: El Sol de México
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