Claudia Luna Palencia
Casi todos los días camino de El Retiro paso por la calle de Ortega y Gasset, justo en la esquina enfrente del número 26, hay una placa contra la amnesia porque rememora que en dicho sitio cayó abatido a tiros Ricardo Tejero Magro, el número dos del Banco Central.
La banda terrorista y separatista vasca de nombre Euskadi Ta Askatasuna, mundialmente conocida como ETA, había preparado un comando para asesinar muy temprano por la mañana del 19 de febrero de 1985 a Tejero Magro; le había tocado a él la mala suerte -en esa especie de ruleta rusa macabra-, de caer abatido porque a los intereses de los etarras permitía seguir perpetuando el miedo e infligir más dolor en una sociedad española que llevaba casi tres décadas habituada a una connivencia con las fuerzas del odio.
La placa que rememora el vil asesinato del financiero Tejero Magro (al momento de su homicidio dejó a cinco hijos huérfanos) es una de muchas otras más dispersadas por diversos sitios de Madrid. Placas recordando a los caídos por ETA.
Prácticamente se podría hacer un circuito turístico de los inocentes abatidos y lamentablemente no nada más en Madrid sino en muchas otras partes de España. La cartografía del horror da cuenta de 829 personas asesinadas a mansalva y prácticamente la geografía española les quedaba tan pequeña que también en Francia llegaron a asesinar.
Restan todavía 300 personas cuyas muertes necesitan ser aclaradas por el Estado español en colaboración con los miembros de la banda que todavía ostentan algún tipo de función en la clandestinidad aunque oficialmente, desde el 20 de octubre de 2011, ETA anunció el cese de su “actividad armada”.
Para el gobierno del presidente Mariano Rajoy, la forma de combatir a ETA es no dando ningún paso atrás, no cediendo a sus chantajes ni mucho menos a sus manipulaciones.
Rajoy siempre criticado por tener un carácter inmarcesible y poco dado a conceder, no piensa amilanarse ante el más reciente anuncio de los etarras de entregar las armas el próximo sábado 8 de abril, en vísperas de Semana Santa, en un acto avalado por distintos órganos de la sociedad civil del País Vasco.
El gallego no se traga las buenas intenciones, tampoco cree en la famosa lista de zulos que los etarras se muestran dispuestos a dar a conocer a las fuerzas del orden; el arsenal y su localización no es un problema ni para la Policía Nacional ni para la Guardia Civil.
La larga lucha antiterrorista del Estado español ha elevado el grado de eficiencia y profesionalidad tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil así como de las acciones de espionaje y contraespionaje del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Gracias a ello muchas intentonas terroristas han abortado, no es secreto que guardias de paisano se la pasan cazando etarras escondidos tanto en España como en Francia.
Y también España cuenta con eficaces tratados de extradición de miembros etarras fugados fuera de sus fronteras, precisamente México ha realizado una labor excepcional colaborando con las fuerzas de seguridad españolas para capturar etarras afincados en la geografía patria.
Muchos “peces gordos” han ido a esconderse al país azteca, pero de una u otra forma terminan apresados por las autoridades locales y enviados a suelo español para ser juzgados por los crímenes imputados.
Algunas capturas recientes: en febrero de 2014, Juan Jesús Narváez e Iciar Alberdi Uranga fueron apresados en Puerto Vallarta, Jalisco a estos miembros de ETA les reclaman números asesinatos.
En 2017, en febrero pasado, la policía mexicana detuvo a Ángel María Tellería lo apresó en León, Guanajuato, se trata de un relevante miembro de la banda fugado desde la década de 1980. Tellería será juzgado en España.
A COLACIÓN
El famoso desarme de ETA no ha calado en la sociedad española ni mucho menos en las fuerzas políticas que lo observa con incredulidad; pesa más un sentimiento moral, mejor dicho una deuda moral con los españoles, siempre dados a no cerrar los capítulos de su Historia sino más bien a arrastrarlos generacionalmente hablando, como un pesado grillete atado al tobillo.
El presidente Rajoy quiere que “se disuelvan” que anuncien su extinción… simple y llanamente la desaparición por completo; él no está dispuesto a entrar en una especie de negociación de armas caducadas por presos o de granadas por armisticios. Creo que a estas alturas sería un error garrafal para el jefe del Ejecutivo español dejarse chantajear pero como creo que ya todos lo conocemos al menos en eso podemos estar tranquilos.
Que el brazo vigoroso de la justicia los siga sentando en el banquillo por los muertos, por las viudas, por los huérfanos e igualmente por los supervivientes de atentados como el expresidente José María Aznar o el destacadísimo periodista Carlos Herrera; ambos se salvaron porque no estaba en su destino figurar en una placa de los caídos por el terrorismo. El adiós a las armas, no es tan fácil con heridas sangrantes…