Benjamín Torres Uballe
Recibí un correo electrónico en el que se me invita a participar en la marcha denominada “Vibrar por México”. Más allá de la polémica surgida entre los organizadores de esa manifestación cívica y ciertos detractores que aseguran que es meramente pro gobierno, el poder de la convocatoria no deja de llamar la atención. Los mexicanos solemos ser muy generosos y solidarios, pero poco unidos para determinados fines comunes, lo cual es una curiosa e increíble paradoja.
Legítimo y necesario es que la ciudadanía exprese el sentir que ha exacerbado el fascista Donald Trump y su camarilla hitleriana. Hoy el sentimiento nacionalista —que no patriotero— está a flor de piel. Sólo hay que conversar con el taxista, nuestro vecino, el tendero, la propia familia e incluso los tan criticados burócratas —muchas veces con razón justificada— para constatar el repudio de la población al nefasto peliteñido que ya agarró de punching bag a nuestra amada nación.
Derivado de lo anterior, surgieron rápidamente los infaltables y deleznables oportunistas de la clase política que, en la turbulenta coyuntura originada desde la Casa Blanca, se treparon de inmediato, sin pudor alguno, a la plataforma para “salvar al país y a nuestros hermanos migrantes de las fauces del imperio capitalista”. La farsa de los dirigentes del PRI, PAN y Morena ahí está, a la vista de todos, en una grosera exhibición del manipuleo que sólo intenta ganar votos en el futuro.
Una muestra es el “Muro Humano” anunciado por senadores del PRI, PAN y PRD, que se llevaría a cabo en la frontera con Estados Unidos. Nada más que demagogia. Primero, porque no cubrirán los 3 mil kilómetros de longitud. Segundo, porque los connacionales que habitan en la zona fronteriza ya se organizaron y están ejecutando su decisión de no acudir a comprar en las ciudades gringas colindantes, como es el caso de Nuevo Laredo, McAllen, San Isidro, San Diego y el Paso, entre otras. Así que dichos oportunistas, igual que siempre, sirven para nada y están de más.
Como se ve, lo que menos se necesita es que los tan rechazados políticos se inmiscuyan en las legítimas protestas sociales. Su presencia no sólo es inútil, sino indeseable. Con ellos, México no vibra; por el contrario, llora. Basta con darle una refrescada a la memoria durante los 70 años del PRI y la Docena Trágica del PAN para que surjan ríos de lágrimas por las condiciones tan deplorables en que han dejado al país. Y cierto, la administración peñista es una decepción total.
Pero además, la insoportable retórica gubernamental vive en una eterna fantasía que ofende en no pocas ocasiones al sentido común y pensamiento congruente de los mexicanos. Hechos como el del pasado martes, cuando el presidente Peña Nieto recibió en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a 135 paisanos deportados de la unión americana —convertido esto en un espectáculo mediático—, resultan desafortunados, máxime cuando se les dice:
“Permítannos que el gobierno les acompañe en este proceso de regreso a su país. México es una tierra de oportunidades; se han venido generando, y ello lo acredita el que hoy son más los que están regresando en el proceso de repatriación, y muchos por decisión propia, que los que eventualmente están decidiendo ir hacia los Estados Unidos”.
Las palabras del Presidente resultan controvertibles. México no fue —y dudo mucho que hoy lo sea— tierra de oportunidades para quienes lucharon por encontrarlas y hubieron de emigrar al país del norte para subsistir y aspirar a un mejor nivel de vida. ¿O es que Peña Nieto se refiere como esas dichosas opciones, engrosar las filas del comercio informal, a emplearse en puestos laborales con salarios insuficientes que sólo generan más pobreza y desigualdad, a ser contratados con sueldos ínfimos sin seguridad social? Si es así, a quienes vuelven al país de manera forzosa hay que alertarlos de que también les espera violencia, corrupción y pobreza.
No obstante, defender a México y su grandeza es la prioridad. El mundo cambió y el país no debe detenerse en el proceso evolutivo a pesar del lastimoso lastre que significa la clase política. Así que salir a las calles a marchar, a gritar a todo pulmón que “Viva México”, a exigir que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto defienda con dignidad y firmeza los intereses nacionales está fuera de todo regateo mezquino. Pero también quedarse en casa y apoyar desde la trinchera y actividad cotidiana de cada uno resulta sumamente útil.
Si alguien allá arriba no decide otra cosa, ahí estaré el próximo domingo en el Auditorio Nacional, a las 12 del día. Jamás he participado en manifestación alguna. Tampoco pertenezco a ningún partido. Iré como simple ciudadano de a pie que ama entrañablemente a su patria a pesar de los pesares. Así que mucho agradecería que cualquier político se abstuviera de asistir, incluso si argumentan la peregrina idea de que acuden a título personal y como cualquier mexicano. ¡Ajá!
@BTU15