Carlos Raúl Navarro Benitez
Parado en la esquina de Calzada de los Leones y Periférico en la antigua por moderna capital de México City. Pomposa y adulatoriamente nominado oficialmente como Boulevard Adolfo López Mateos esta segunda vía rápida enormemente lenta hoy. Un ex presidente sibarita que le gustaba manejar y presumir coches deportivos. Las nenas y fiestas también. ¿A quién no? Parece que la migraña lo aniquiló.
En espera de un taxi, eso estaba. Normalmente circulo en el polémico Uber pero las tarifas andan por el cielo. Igual que los combustibles. De día y tarde se puede transitar en otras opciones. Por lo menos en las zonas en que transcurre mi vida no son frecuentes levantones, asaltos, secuestros y otras malandrinadas. Aunque ya ni Polanco e Interlomas parecen seguros. Usted dirá.
Cuando puedo, lo hago en bicicleta arriesgando la vida cual charro en jaripeo. O en moto donde ya fui arrollado. Adquirí recientemente una nostálgica Vespa que va más lento que la otra. La ciudad, está colapsada. Ni para atrás ni adelante. Recuerda el mamón «arriba y adelante» echeverrista del prócer del tercer y hasta cuarto mundo Latinoamericano que sigue igual o peor. El verdugo del Excélsior de Scherer. No pude evitar la analogía.
Entonces aguardando transporte. Considere caminar pero el sol quemaba. La ultima que experimente fue transportar a casa de mi progenitora unas paletas heladas. La distancia era como de veinte cuadras. Ella ha decidido no comer por enfermedad y cuota medicinal.
Una paleta de coco no la rehusaría nunca, me dije. Además contribuyó a la patriotera y sesgada campaña de comprar nativo. Llevaba certificado su origen y procedencia en una nota (real) caligrafiada, de haber sido producida en una de las miles sucursales de la franquicia purepecha nominada como «La Michoacana». Espero no haya sido acaparada por alguna industria transnacional. Menos gringa. Fuchi.
En el país son más que la plaga de Oxxos que padecemos. Así que las transporte en mochila y por la sombrita evitando que se derritieran. Lo logre de milagro. Recordando por el sinuoso trayecto a los correos y tamemes de Montecuzoma que le traían pescado fresco desde Veracruz a trote y carrera. En relevos. Imagine que si el fish llegaba podrido los sacrificaban sacándoles el corazón en la pirámide más próxima.
Así que llegue trotando y de buen humor. Retornando a la esquina original donde aguardaba rait pagado, intente con un par de vehículos de los que Mancera ordenó pintar como de rosa joto subido y blanco sin ningún éxito. Hasta que otro auto con los vidrios polarizados de tonalidad café, caca, prendió sus luces como advirtiendo si requería ir a algún lado.
Realice la señal de la Cruz extendiendo el brazo. Muy orondo y confiado monte en el asiento trasero. Produjo sobresalto pero lo domine. El vehículo estaba limpio y olía a hotel de paso, algo así como a rosa Venus.Y para colmo carecía de taxímetro. Y de cualquier identificación incluso número y tarjetón con foto reciente del chafirete bañado y acicalado.
Documento expuesto para que el pasajero coteje uno y otro, manejador contra estampa, que nunca son similares. Ahí inicia el temor de ser secuestrado e intimidado. Un chavo joven preguntó el destino. Pase por alto el dato de cómo y cuánto cobraría por la dejada. Más o menos recordaba lo requerido en otra ocasión por ese trayecto recurrente.
Solo portaba esa unidad un teléfono celular suspendido al lado del volante. Que podría otorgar servicio de Waze en caso necesario. Para evitar trayecto desconocido comente amable por donde irnos. En defensa propia para calcular brinco al asfalto o de perdis a la banqueta en caso de sospechosa maniobra, inicie charla. Tenía trabajo fijo que tampoco explicó cuál que combinaba con manejo sábado y domingo, que era el caso, circulando tiempo completo.
Y entre semana, transitaba cobrando en horarios muertos cuando cesaba la otra labor. La policía, siempre en vigilia, te detiene para checarte, le aventé así nomas como que no quería la cosa. Tampoco tienen injerencia contesto. Solo inspectores vehiculares que se conoce son atracadores profesionales.
En ese instante de pura casualidad pasamos al lado de un retén que parecía con el objeto de detectar manejadores alcoholizados que se nos quedaron mirando feo. Serán los cristales polarizados reflexione, porque lo demás se notaba normal. Un pasajero con su chofer en Datsun cuatro puertas minúsculo de esos similares a los que una vez cumplido su ciclo en el DeFectuoso se ubican en la periferia.
Contaminando gacho pero continuando con su vocación transportadora original en colonias populares y rancherías, y quizá disfrazados con otras tonalidades, pero bastante destartalados. En la capirucha, infinidad de individuos prestan servicios al público con coches y camionetas de naturaleza privada. Carentes de placas especializadas e identidades pertinentes. Cada vez son más sin ningún control oficial, burocrático.
Tratando de ser amable, comprensivo, dispare: esta que prácticas es una fórmula que podría mitigar el tumulto vehicular que agobia. Particulares manejadores dando servicio a su prójimo con su vehículo en ciudad donde el transporte público ha sido vergonzoso, infame. Las reses tienen mejores condiciones de circulación cuando las llevan de un lado a otro.
Aquellos particulares emprendedores carentes de revistas, permisos, revisiones, identificación personalizada, altas y bajas, actualización de tarifa, examen de habilidades que jamás protegen al usuario de nada. Unidades destartaladas, sucias e inseguras la mayoría que prestan servicio en la actualidad. Todos estos y otros trámites son extorsiones disfrazadas que acabamos pagando los consumidores. Y esos chequeos y más, nunca garantizan que seamos atracados y puestos en peligro por todos los flancos.
Casi la mayoría, ¿usted no?, sabemos y padecemos que los taxímetros electrónicos y hasta digitales son trucados a pesar de las revisiones para cobrarnos de más. Una buena porción de los taxis que abordamos son piratas o tolerados. Cuestión de caerse con la coima y adelante para atracarnos. Los tolerados cumplen con funciones clientelares de acarreos y transportaciónes variadas cuando sus padrotes políticos se los requieren.
Los de más acá circulan «amparados» una vez que cubren la cuota y son protegidos por coyotes de toda laya. Casi todos tienen impunidad para vejar de distinta manera al usuario. La supervisión oficial nunca garantiza la mínima seguridad, nada. Son, los transportistas, carne de cañón para la extosion sistemática.
En estados de la republica, e incluso aquí, donde el que » transa no avanza», actúan como «halcones» para advertir al crimen organizado de los peligros que asechan. O son «orejas» de la autoridad para denunciar a los sospechosos de alguna disfunción o rebeldía. O también, atisban al pasajero, víctima propiciatoria para que sus cómplices violen o vejen sin misericordia.
La institucionalidad, toda ella, hasta los servicios, incluso este, circulan, están colapsados. Nos mantienen bajo control, porque temerosos, carentes de imaginación, suponemos aletargados, no existe alternativa fuera de los espacios y mecanismos conocidos. Perpetrando, propiciando corrupción generalizada , desorden mayúsculo, distintos niveles de colapso y muchísima violencia de todo tipo.
Expoliación institucionalizada. ¡Así nos toca vivir! Parafraseando a Cristina Pacheco. Ni pedo. No hay de otra. ¿O si? Por si le interesaba, comunico que llegue entero al destino manifiesto que suponía.