Francisco Fonseca N.
No podría, aunque quisiera, expresarme sin sentimiento de esta Patria generosa y esplendente. De esta Patria mía tan sufrida y que ha traspasado, tiempo ha, las puertas del destino. Camino largo y tortuoso. Camino de sabor amargo y de horizonte pleno.
Hoy los mexicanos no somos más que los de ayer, ni mejores. Somos los mismos. Tenemos igual origen. Nuestro camino es el mismo: esta Patria de azúcar y de almendra, de sangre y de tierra, de verde y de esperanza. Nos hemos nutrido de los alientos de Nezahualcóyotl y de Huitzilihuitl, de Altamirano y de López Velarde, de Agustín Yáñez y de Juan Rulfo, de José Rubén Romero y de Carlos Fuentes, de Octavio Paz y de Ricardo López Méndez. A nuestro país lo ha cincelado el paso metódico de la historia. La historia que escribieron los aztecas y los mayas, los peninsulares y los criollos, los buenos mexicanos y los otros.
Este bloque escultórico llamado México ha sido trabajado con esmero, con ardor y con pasión.
El primer golpe de cincel fue la marcha de los mexicas hacia Aztlán. Continuó el trabajo escultórico. Hombres barbados venidos del mar, sobre caballos, con perros y armaduras, sojuzgaron y reprimieron, esclavizaron y explotaron, saquearon y mataron. En esta etapa nos acogimos a la protección obsequiada del cristianismo.
Al golpe del cincel surgieron de repente un puñado de patriotas valientes y esforzados: Hidalgo, Morelos, Allende, Jiménez, los Bravo, los Galeana, los Aldama. De pronto todos entendieron el mismo vocablo: ¡México! Y México tuvo que ser. Se concibió y nació. Más nombres: Leona Vicario, Josefa Ortiz, Juan José de los Reyes conocido como el “Pípila”, Bustamante, Quintana Roo, López Rayón, Guerrero, Guadalupe Victoria, Ignacio Pérez. México se unió y se emancipó.
Después vinieron las invasiones norteamericanas de 1847 y la francesa en 1862.Buscaban destruir el espíritu patriótico que conformaron las estirpes prehispánicas y los libertadores egregios. Supuesto fue que no lo consiguieron. Hubo más nombres de escultores mexicanos: Benito Juárez, Ignacio Zaragoza, Porfirio Díaz, Lerdo de Tejada, entre otros muchos. México se unió y el bloque escultórico salió indemne.
Pero en estos días en los cuales la Patria vuelve a ser objeto de ofensas y humillaciones venidas del vecino del norte regreso sobre mis pasos para tocar temas y replicar párrafos de anteriores editoriales míos. Los avatares de la política internacional nos llevan por caminos inextricables e incomprensibles.
Como decía yo hace un par de meses, la política se debe ejercer a plenitud, sabiendo. Y el Presidente estadounidense debería saber que la política solamente se adquiere con la experiencia y la madurez; bastante ayudan los estudios, las carreras, y los dineros. Sin embargo, al adentrarnos en el embudo de la política internacional se nos dice que la Patria está en peligro.
¿Sabrán las autoridades del país del norte lo que México ha sufrido al detener a cientos de miles de inmigrantes centroamericanos para que no lleguen a su territorio? ¿Estarán conscientes de que han muerto cientos y cientos de miles de mexicanos en una guerra sin cuartel para detener la droga exigida que va a intoxicar y a matar a sus compatriotas inconscientes?
Tono dramático el del México actual. Tono dramático como la música de Silvestre Revueltas, como los murales de José Clemente Orozco, o como el del poema La Suave Patria de López Velarde: “trueno de temporal que enloquece a la mujer y sana al lunático; mirada de mestiza que pone la inmensidad sobre los corazones; cuaresma opaca, honda música de selva; Patria impecable y diamantina”.
Hoy que México se debate en un ambiente de sensación incierta, de pesadez, de ausencia, de inseguridad, de humillación, debemos volver los ojos hacia aquellos mexicanos auténticos que nos dieron Patria y Libertad, dones inmaculados que, doscientos dieciseis años después, se están desvaneciendo del alma del pueblo. Nos estamos convirtiendo, de nuevo, en esclavos del imperio. Necesitamos unirnos.