Inició la temporada de caza. Miles de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) recorren calles y callejones de la Unión Americana en busca de migrantes para deportar; no solo indocumentados sino cualquiera con antecedentes penales aun con residencia legal.
La ofensiva lleva mensaje: extirpar a quienes según el gobierno de Trump llevan la etiqueta de demonios indeseables … y dejar claro que en Estados Unidos no hay lugar seguro para la raza de bronce.
No es casual que operativos aparatosos se hayan desatado en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Georgia, San Antonio o las Carolinas, declaradas santuarios de migrantes.
Hasta el momento, casi 700 paisanos han sido detenidos en menos de una semana; la cifra aumentará. Más de la mitad de todos los indocumentados en Estados Unidos son mexicanos (unos seis millones), los más susceptibles al hostigamiento ordenado por la Casa Blanca. En los barrios de los nuestros se vive miedo, angustia y desesperación.
Para México el problema es mayor.
Ante las deportaciones masivas, una política de brazos abiertos para recibir connacionales solo es una parte de la solución al problema.
“Los mexicanos en Estados Unidos, más vulnerables, con menos derechos y mayores amenazas de deportación, no quieren volver a México. Sienten pavor, resentimiento y un profundo coraje contra el país que dejaron. Les enfurece la corrupción, la violencia, los bajos salarios, y una sociedad que los olvida y desprecia, pero exigen que México los proteja”, comenta Jorge Castañeda, organizador de la segunda reunión de Agenda Migrante, celebrada en Phoenix, Arizona, el sábado pasado.
Nuestros migrantes han echado raíces allá; tienen una vida hecha, familias y amistades; trabajan en lo que otros no quieren hacer y ganan sueldos por encima de los que este país les puede ofrecer; no les interesa venir de refugiados a las Zonas Económicas Especiales (ZEE), como propone el empresariado.
Además, mantienen a millones de familias, y buena parte de la economía de estados como Zacatecas, Guanajuato, Jalisco, Puebla o Oaxaca. El año pasado enviaron casi 27 mil millones de dólares. Esas remesas son nuestra segunda fuente de divisas, sólo por debajo de las exportaciones automotrices; 10 mil millones de dólares por arriba de los ingresos por turismo y ventas petroleras.
El gobierno federal debe entender que el campo de batalla por los migrantes no sólo está acá, sino allá, sobre todo.
La política xenófoba de Trump debe enfrentarse mediante asesoría consular, apoyo jurídico y psicológico, convirtiendo a los consulados en defensorías permanentes, con la consigna de bombardear con demandas al sistema judicial del país vecino.
Pero para eso hace falta mucho, mucho dinero; más de los 50 millones de dólares ofrecidos por Peña Nieto a los cincuenta consulados mexicanos en la Unión Americana.
A quienes digan que bastantes problemas tenemos aquí para ocuparnos de los de allá, se les debe recordar con claridad: esos olvidados de allá, primero salieron de acá… y su temor a la deportación también debe ser nuestro miedo.
EL MONJE ANTISISTÉMICO: Ruge “El Jaguar de la Selva”; Armando Ríos Piter, renuncia al PRD, un chorrito que fue grandote y ahora se hace chiquito. Se va, pero no se va; permanecerá en la bancada del Sol Azteca en el Senado, ¿aunque ese partido sea un club de mercaderes políticos, igualitos que los priistas, panistas y morenos, como él dice?