Antes de que se cumpla un mes del inicio de su gobierno, Donald Trump enfrenta su primera crisis de lo que parece una espiral que amenaza con agravarse. Por ahora la figura del impeachment (un juicio político) que pudiera sacarlo de la Casa Blanca parece más un deseo de sus muchos malquerientes que una realidad. Su poder y la base que lo llevó a la presidencia de Estados Unidos siguen siendo muy fuertes.
Trump tiene ahora más enemigos que hace sólo 25 días, pero el peor enemigo es él mismo, su megalomanía y excesos juegan en su contra momento a momento. No se puede gobernar por reacción y en su caso no hay estrategia, reinan las obsesiones, las suyas y las de quienes lo rodean, parece increíble, del único gobernante y país del que ha hablado bien es Putin de Rusia; ha erosionado la buena relación, incluso, de aliados incondicionales como Australia o socios estratégicos como México. Ha ido de la amenaza a China al desafío de Europa. Nadie puede ir por el mundo, por poderoso que sea, acumulando enemigos y animadversiones.
Como en los días de la campaña, la sombra de Rusia lo sigue acompañando. La intervención de Putin y sus hackers en el pasado proceso electoral parece que cada día genera más evidencias. La prontitud con la que actuó el teniente general, Michael Flynn, días después de los comicios así lo demuestra. Llegará el día en que se sepa si el ex asesor de Seguridad Nacional en sus entrevistas con el embajador Sergei Kislyak trató de tranquilizar a los rusos tras las sanciones impuestas por Obama, lo que constituyó una intromisión contra un gobierno en marcha. Flynn tiene sus defectos, pero es un militar que difícilmente se va por la libre.
No se necesita bola de cristal para anticipar que a Trump le vienen días peores, no sé si, como creen algunos, estamos ante un caso similar a Watergate, pero no cabe duda que de que Trump eligió pésimo dos enemigos: la comunidad de inteligencia y la prensa. A la primera la descalificó, a la segunda la llamó mentirosa, el peor enemigo del país y le declaró la guerra. A los dos frentes les ha bastado hacer lo que saben: investigar y difundir.
Estados Unidos a lo largo de su historia se ha preciado de la calidad de sus medios de comunicación, de plena libertad de expresión y sus agencias de inteligencia son sumamente celosas de su prestigio, lo de Rusia apenas es la punta del iceberg, no van a dar cuartel.
Habrá quien considere que el vicepresidente Mike Pence debería estar calentando el brazo para entrar al relevo, pero no es así, a Trump aún le queda una fuerte base electoral, sus simpatizantes siguen engolosinados con el poder. Pence mantiene la prudencia, quienes lo hemos observado lo vemos con mucho más poder del que aparenta, tiene el respeto de los republicanos y de los militares; en lo personal creo que las circunstancias lo llevarán a la Presidencia.
Lo que va quedando de manifiesto es que los políticos tienen muchos defectos, pero para gobernar se necesita oficio o voluntad para aprender con el apoyo de un equipo calificado y no es el caso de Donald Trump, quien seguramente se va a morir con la suya, no se le ve la menor intención de modificar el estilo que lo ha caracterizado como empresario y ahora como presidente.