Mario Melgar Adalid
Nadie quiere saber nada más de Trump, pero es inevitable, es defensa propia, asunto de supervivencia. Trump sigue su marcha sin que nada lo detenga. Formuló ya la nominación de Neil Gorsuch, candidato a ocupar la vacante que dejó el juez asociado (ministro de la Corte) Antonin Scalia, quien murió hace un año. El Senado habrá de confirmar la propuesta.
Obama hizo la designación del juez que sustituiría a Scalia, pero la mayoría republicana en el Senado, se negó siquiera a recibir al candidato. En 2016 se eligió al presidente, pero también algo más importante por duradero: el sentido ideológico de la Suprema Corte.
La Corte de EU, está, como ese país, brutalmente dividida y confrontada. Ante la vacante de Scalia cuatro jueces liberales (Ruth Bader Ginsburg, Stephen Breyer, Elena Kagan, y Sonia Sotomayor) se enfrentaron a cuatro conservadores (el chief justice John Roberts, Samuel Alito, Anthony Kennedy y Clarence Thomas). El nominado Gorsuch forma parte de la élite que estudio en Harvard, la universidad de donde provienen la mayoría de los jueces de la Suprema Corte. En Harvard fue compañero de Obama.
Los temas de la agenda conservadora son dar marcha atrás a Roe vs Wade para cancelar el derecho al aborto; expandir el poder del ejecutivo federal; cancelar la autorización para los matrimonios del mismo sexo; acabar con las preferencias raciales que se diseñaron para apoyar el proceso de integración plena (acciones afirmativas) de los afroamericanos, hispanos y otras minorías; agilizar las ejecuciones de criminales; permitir las expresiones religiosas en la vida pública, así como la prevalencia del derecho nacional frente a las normas o decisiones judiciales internacionales.
Una vez confirmado Gorsuch, la Corte de Trump iniciará una revolución ideológica que convertirá a EU en la cabeza del conservadurismo mundial. Existe la posibilidad de que un juez asociado, una vez designado y confirmado por el Senado, con la independencia que la da la inamovilidad y ser nombrado de por vida, decida en conciencia. Si bien improbable, se han dado casos en que un juez conservador adopte una postura diferente a la del presidente que lo designó, como ya sucedió. George H. W. Bush designó a David H. Souter por su afinidad con el Partido Republicano. Cuando se discutió el derecho al aborto, Souter votó por confirmar Roe vs Wade para el desencanto y frustración presidencial. Souter es reconocido por los liberales y despreciado por los conservadores. La desilusión con su desempeño en cuestiones claves, motivó la conocida expresión de Bush I, adoptada por los presidentes conservadores: “no más Souters”.
La jueza Ruth Bader Ginsburg declaró durante la campaña que si ganaba Trump se iría a vivir a Nueva Zelanda. Algo así como cuando los mexicanos piensan que se va a acabar el mundo y dicen que se irán a Mérida. Su declaración causó gran revuelo. No sé si se vaya a vivir a Wellington, pero muy pronto dejará su lugar. Tiene 83 años y una grave enfermedad. Otras vacantes a la vista son la de Kennedy que cuenta 80 años y vota en cualquier sentido y la de Breyer (78 años). A Trump le daría tiempo de contar con una Corte abrumadoramente conservadora (8 a 1).
Es una pésima noticia para quienes consideran que el sistema judicial estadounidense puede ser un dique a las decisiones presidenciales. La Corte de Estados Unidos ha escrito páginas brillantes, pero en algún momento confirmó la esclavitud, y después institucionalizó la separación de las razas. Permitió la detención arbitraria en campos de concentración de ciudadanos estadounidenses de origen japonés. Esta nueva Corte puede dar la bendición a las infernales atrocidades del extraño enemigo de México. Lo que se avecina haría palidecer a la Santa Inquisición o a los tribunales del III Reich, ahora tan de moda.
Autor de “La Suprema Corte de Estados Unidos, claroscuro de la justicia” (UNAM/Editorial Porrúa, 2012) @DrMarioMelgarA