Raúl Navarro
La nueva Carta Magna, calificativo ampuloso, leguleyo, de la Ciudad de México, antes Defectuoso, nos hace independientes pero nos mantiene unidos umbilicalmente con la federación. Es más, su promulgación estuvo condicionada por negociaciones en lo oscurito con autoridades de ese nivel. Tardará más de un año en tener vigencia y la aplicación de algunos artículos dependerá de modificaciones a la Constitución federal, es decir, quizá jamás se promulguen.
Siguiendo en este tema, la UNAM realizó una encuesta recientemente que reflejó que la población considera a la Constitución vetusta, no es representativa de los interese de la ciudadanía y que debe ser modificada. Lo curioso es que la generalidad la desconoce, en otras palabras, casi nadie la ha leído, lo cual significa que no forma parte del acervo de lectura de los 1.5 libros al año que leen los mexicanos en promedio.
Ahora bien, como tampoco se aplica, o cuando se hace, es a favor de la plutocracia, mejor ni conocerla. Que caso tiene. Es un secreto a voces que la Carta Magna es la representación escrita de la correlación de fuerzas de los grupos de poder. Un ordenamiento jurídico, incluso contradictorio que fomenta la anarquía que padecemos.
La Constitución nacional y la local son entonces tan antagonistas como el blanco y el negro. La citadina puntualiza la prohibición de privatizar servicios públicos como el agua o la recolección de basura; se elimina el fuero, se instaura el juicio político, la revocación de mandato y se instaura el referendo y la consulta popular. Es interesante la atención que se le da a las causantes de anulación de elección como son la compra y coacción de voto. De forma pálida pero importante se recocieron los derechos de pueblos originarios y algunos otros. Léala por favor.
Es también importante notar que en la hechura de la Constitución chilanga participaron los políticos vetustos de hoy y siempre. Momias vivientes como: Augusto Gomez Villanueva, Porfirio Muñoz Ledo, Bernardo Bátiz, Alejandro Encinas, y jóvenes decrépitos de mente anciana como: Gil Zuarth, Gómez del Campo y Gómez Mont. Los anteriores acompañados de representantes comunes y corrientes que prefirieron abandonar la epopeya desencantados. En esa lista se encontraron personajes como Mardonio Carballo que intentó tutelar los derechos de los indios (verdes y coloridos) y al final se dio cuenta de que se había equivocado de parada del Metro.
Por otro lado, un conglomerado de estados heterogéneos de culturas e intereses contrapuestos se desmorona penosamente en esta república federada. ¿Es posible mantenernos juntos cuando somos tan diferentes? El concepto de nación que nos dio cohesión social y política en otros tiempos está rebasado en la actualidad. Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial no gobiernan. El México que nos vendieron, no existe más.
La patria artificiosa, nunca se consolidó. Sirvió para crear un conglomerado dispar de individuos ante las reiteradas amenazas de invasiones extranjeras y luchas fratricidas. Los caciques reinaron y dominaron territorios dispares hasta que se constituyó el partido único.
No hubo ni hay diferencia entre aquellos y los actuales gobernadores rapaces. Señores de horca y cuchillo.
Con la instauración del México autoritario siguió el saqueo sin misericordia y la dictadura perfecta. Los ciudadanos nos dábamos perfecta cuenta de aquella situación pero mirábamos a otro lado. Unos hacia el norte, otros al sur y los demás al cielo.
Es tiempo de que los bautizados como capitalinos, despectivamente «chilangos», tomemos nuestro camino de Independencia figurada con todos los riesgos que eso implica. No por nada se encuentra latente la consigna «haga patria y mate un chilango» que nos remite a nuestra posición como parias con respecto al resto del país. Quizá también nos lo ganamos con nuestra arrogancia.
Durante los años del priato devastador (¿ahora ya no?) fuimos la sede de los poderes federales, un pinche apéndice estorboso. La Secretaría de Marina, por hacer una gracejada, se ubicaba en la calle de Marina Nacional esquina con Melchor Ocampo. El Presidente en turno era quien nos padroteaba.
La revolución vino del norte. La nueva Independencia provendrá del centro, del ombligo teotihuacano, a pesar de que los lagos estén secos.
Convocar a un plebiscito para construirnos como estado libre y soberano quizá sea jurídicamente imposible pero éticamente realizable. Proclamar nuestra independencia de los políticos corruptos y corruptores. Desterrar junto con sus partidos a las entidades vecinas. Darnos un gobierno civil, civilizado, empático, misericordioso, solidario, humanista, tolerante, pleno de respeto, comprensivo, igualitario, libre, fraterno.
A ese contemporáneo grito de Independencia podríamos convocar a los municipios vecinos de la zona conurbada. Militantes históricos del tricolor que los volverán a saquear. Más de 20 millones de individuos. La quinta parte de la población total con un potencial económico vastísimo. De esa masa de riqueza emanan impuestos que se insertan en el presupuesto de la federación que se utiliza, en su mayoría, para gasto corriente y pagar el endeudamiento bestial en que nos han montado. Lo que sobra es para el saqueo impune, consuetudinario. Imagine disponer de ese capital público que emana del trabajo de los centrales para construir un proyecto soberano.
Otro de nuestros bastiones consiste en talento y capital intelectual. Los más visibles y prestigiados centros educativos están acá. Imagine desligarnos del pacto federal. Descentralizar hacia otras regiones la burocracia parasitaria. Que Videgaray, Meade, Guajardo y Osorio Chong despachen entre tiros y bazucasos en Mexicali, Ciudad Juárez, Matamoros y Michoacán. O mandémoslos al norte para que estén más cerca de su verdadero patrón para recibir instrucciones expeditas del imperio trumpeano. Que los yucatecos puedan convivir con Peña Nieto, les hacen falta casas blancas por allá.
Querido lector, soñar no cuesta nada, hasta hoy, hoy, hoy es gratuito. Apúrese antes de que se les ocurra aplicarle un tax.