Colaboración de Carlos Ferreyra
Para saber que una situación delicada puede ponerse peor, tomemos como ejemplo las elecciones para el gobierno del Estado de México, donde hay una puntera panista, Josefina Vázquez Mota, una confiadísima discípula de la Santa Iglesia Pejiana, Delfina Gómez, y un triste y desangelado heredero de antiguas glorias de los atlacomulcos, descendiente de dos gobernadores con el mismo nombre, Alfredito del Mazo, priistas todos.
Al Estado de México se le conoce como la joya de la corona debido a que su altísimo número de votantes inclina –no necesariamente en forma definitiva—la balanza en las presidenciales del siguiente año, 2018.
En la desbocada carrera por el hueso, por un hueso, aparte del heredero Del Mazo que confía en el poder de su familia, inclúyase al mandatario Enrique Peña Nieto y al ex gobernador Arturo Montiel, deben mencionarse una veintena de frustrados aspirantes; mención incluyente de Alejandro Encinas, un equilibrista ejemplar, digno de los mejores circos del mundo que se mantiene en el filo de la militancia amarilla, mientras sirve a los intereses de los Morenos. Todo, sin perder las suculentas tajadas que recibe como miembro de la fracción amarilla.
Con la aparición de Delfina Encinas perdió la posibilidad en el Estado de México, candidatura que desprecia porque sus aspiraciones van al infinito y más allá. No piensa en la Presidencia, claro, es tontito pero sólo tantito, pero si su candidato a “La Grande” es triunfador, podrá obtener enorme poder político y mayor poder económico.
Al margen de Encinas está la señora Yeidckol y algo más (de hecho es Ávila Camacho, pero se cambió el nombre por los abusos físicos de su padre; ella lo declaró así) y el resto de los posibles aspirantes quedan en calidad de comparsas para la selección interna.
Curioso, el PRD que tiene y ha tenido importantes municipios en sus manos, ha caído tanto que lo colocan en cuarto lugar, después de tricolores, blanquiazules y morenos. Sin embargo, será la bisagra sobre la que giren los indecisos o los que militando en la izquierda no son convencidos por don Peje y se niegan a respaldar a los priistas y a los panistas.
De alguna manera cumplirán con el papel que hace mucho les asignó el sistema: impulsar al partido en el gobierno, para que conserve este bastión y sirva como respaldo para la elección presidencial de 2018. Pero ese es otro cantar…
Alfredito, dicho así, en diminutivo, es un hombre tan poco carismático como su amigo chiapaneco Manuel Velasco Ibarra y seguramente con los mismos defectos y manías. En ambos coincide el origen político familiar: la cuna de oro y los pañales de seda.
A Manolo se le recuerda cacheteando a uno de sus colaboradores y al otro se le puede observar después de cada mitin en el que tuvo que dar la mano a los desheredados que acuden en busca de una torta y un refresco, quizá de un poco de dinero para llevar a casa, cuando sin mucha discreción se retira mientras con una toallita húmeda se limpia las manos.
Según las encuestas que ya hemos visto que no son confiables en absoluto, y los sondeos, Alfredito va a la cabeza pero sólo por un par de puntos arriba de Josefina, a la que le recuerdan sus tropelías en nombre de los indocumentados.
Ella responde que las autoridades no encontraron mal manejo de los 900 millones de pesos que le han entregado, pero era de esperarse tal dictamen cuando no pudieron encontrar daños al erario de parte, por ejemplo, de Javier Duarte al que le acaban de destapar una bodega enorme, repleta de regalitos y chucherías de arte, muchas de ellas sustraídas de Casa Veracruz. Robadas, pues.
Con Josefina, a la que el planchado le quedó muy bien, incluso la aclararon un poco, el problema no es cómo gastó el dinero sino por qué lo recibió, cuál fue el motivo, el proyecto, la aplicación o lo que haya justificado tal cifra para una señora que después de la elección presidencial simplemente desapareció sin protestar lo que muchos de sus correligionarios calificaron de fraude y de manejo ilegal de fondos para propaganda y para compra de votos.
El dirigente nacional del partido, el joven Anaya, ve con preocupación el resurgimiento de Josefina y hará lo posible porque sea derrotada. Expliquemos: Vázquez Mota no quiere el Estado de México, lo ha dicho desde siempre, piensa en la revancha presidencial. Si gana los votos tolucos, podrá pegar el salto pero si pierde, quedará fuera de toda posibilidad en la carrera y dejará solo a Anaya.
Eso explicaría el por qué el líder nacional panista estuvo ausente en el registro de la aspirante azul al gobierno del Edomex.
Con Delfina el problema es grave: se le liga con los Abarca, los asesinos de los 43 de Ayotzinapa, dirigentes en la Tierra Caliente guerrerense de dos grupos distintos de narcotraficantes y patrocinadores de la siembra de amapola. Fabricantes de heroína y exportadores principalmente a Chicago.
Como detalle, la siembra de amapola no fue afectada a pesar de denuncias y crímenes sin fin en la región, del encarcelamiento de los supuestos principales narcos incluyendo a Abarca y su esposa; la zona sigue siendo territorio vedado para las autoridades que continúan enfrascadas en dimes y diretes con quienes quieren la presentación de los normalistas vivos, pero sin que les preocupe a unos u otros la conservación del territorio en manos de la delincuencia.
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