Antes, Pemex vendía petróleo y compraba derivados a través de oficinas de representación en países de Europa y ciudades de Estados Unidos que, a la vez le servían para monitorear el mercado de energéticos. Pero hace 10 años, Pemex concentró esas actividades en una nueva subsidiaria, Pemex Comercio Internacional (PMI), con operación en más de 20 países, según su página web. PMI elabora contratos específicos con cada cliente para los tipos de crudo que produce el país (Maya, Istmo, Olmeca y Altamira) y para su entrega, ya sea en altamar de barco a barco o en puerto. Tiene, asimismo, que asegurarse que los compradores tienen solvencia financiera y no son revendedores, y hacer alianzas con otras petroleras, como la refinería de Pemex y Shell en Texas.
PMI es un caso casi único en México, por desgracia: hay necesidad de abrir nuevos mercados para los productos mexicanos, distintos al TLCAN. En los 23 años de tratado, la base industrial del país se amoldó a las necesidades del mercado estadounidense, y no hizo nada más. La aspiración máxima de las empresas mexicanas fue ser eslabón de una multinacional con acceso a Estados Unidos; y muchas lo lograron, pero se pasó por alto que los insumos importados son mayoritarios en las exportaciones mexicanas. En los autos, por ejemplo, 56% de los componentes son importados y, en aparatos electrónicos y electrodomésticos, el índice es aun mayor, señala Julio Millán, presidente de Consultores Internacionales.
“Con el TLCAN se apostó todo a la manufactura, sin crear cadenas de suministro sólidas y teniendo que importar casi todo [y] eso ha generado un desbalance: el superávit que tenemos con Estados Unidos está interrelacionado con [un déficit con] China”, agrega el consultor. “Descuidamos el mercado interno, y ahora vemos las consecuencias”, indica Carlos Heredia, investigador del CIDE.
De tener una base industrial cerrada en los años 80, México pasó a una base industrial rígida, que sólo responde al TLCAN, y lo que ahora necesita es una base flexible. Eso se logra con apoyos fiscales a ciertas importaciones, apoyo financiero a cadenas completas (en el caso de textil, por ejemplo, desde la petroquímica hasta el producto terminado) y reactivando instituciones para dar tales apoyos, señala Millán. Entre esas instituciones está el desaparecido Instituto Mexicano de Comercio Exterior (IMCE) y un Bancomext más fuerte.
México necesita algo más complejo que PMI, que sólo vende petróleo. Ahora que Estados Unidos ha golpeado de muerte el TLCAN, necesita integrar cadenas productivas y que por rama industrial se creen concentradoras de producción y comercializadoras que consigan clientes en los mercados internacionales, dice Millán.
Hacer esto requiere de tiempo, madurar un proyecto de inversión se lleva de tres a cuatro años, pero no hay opción. “Así lo hizo Japón y Corea y lo están haciendo China y Singapur” agrega Millán. “Éste es el esfuerzo que debimos haber hecho los mexicanos y que señalamos era urgente para diversificarnos: organizarnos para vender”.
El gobierno también tiene una tarea urgente: demostrar que puede aplicar reglas iguales para todos. “Si deja de existir el TLCAN, una parte importante de inversionistas lo va a extrañar, no sólo por el aspecto comercial, sino por la disciplina que impone en el cumplimiento de contratos en México”, señala Heredia.
Si alguien quiere invertir en energía, ejemplifica, elige hacerlo bajo las reglas del tratado, porque son reclamables y sancionables, mientras que a las áreas de la economía mexicana que no están bajo esas reglas las ven como zonas caóticas. “Vamos a tener que construir un Estado de derecho que tenga disciplina y sanciones, incentivos, estímulos, castigos y eso se dice más fácilmente de lo que se hace porque, en general, […] en México, la ley se cumple o se incumple según el nivel de poder y de dinero que tengas”, añade Heredia.
La geografía
Pero no todos creen que México deba olvidarse del TLCAN. Abrir nuevos mercados se lleva tiempo y ninguno tiene a la vez la cercanía y el volumen de compra de Estados Unidos, por lo que la diversificación de México es un camino sinuoso.
La integración de mercados no va a modificarse porque una persona, así sea Donald Trump, traiga una agenda proteccionista, dice Sergio Negrete, economista de la Universidad de Essex, Inglaterra, y profesor del ITESO. Además, México no tiene más opción que orientarse a Norteamérica, pues, aunque la diversificación suena bien, no es nada fácil. “Es muy tardado y no cuesta lo mismo que llevar mercancía a Laredo [que a Europa o Asia]”, afirma.
Pero aferrarse al TLCAN tiene más riesgos que nunca. Sin el tratado, lo que queda para regular el comercio entre México y Estados Unidos es la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que significa poner fin al arancel cero y sustituirlo por aranceles por producto: más altos para los productos de Estados Unidos que para los de México, por el estatus del país de Nación Más Favorecida.
Pero Trump ya dio muestra, con el bloqueo en la frontera de un cargamento de aguacate mexicano, que con todo y la OMC el comercio entre los dos países se verá perturbado. “El problema que veo con la OMC, el TLCAN o con lo que sea, es la discrecionalidad”, señala Negrete. “Puedes ponerte a litigar, reclamar, montar una demanda, un panel arbitraje y lo puedes ganar, pero después de años de pelea”.
Además, Estados Unidos no es ya un socio confiable. “Su reputación comercial es que no es de fiar”, acepta Negrete.
El tema rebasa al TLCAN. La renuncia de Estados Unidos al TTP, el Brexit y la agenda de Trump indican que el libre comercio como se conoce hasta hoy llegó a su fin, dice Heredia. Se cierra un ciclo en el que las grandes corporaciones diseñan los tratados comerciales como una carta de derechos en su beneficio y con directrices para gobiernos y trabajadores, añade.
México debería tomar nota al respecto, opina, pues aquí los trabajadores han sido los grandes ausentes de los múltiples tratados firmados, agrega el investigador. La economía no puede estar al servicio de un puñado de compañías, sino servir al interés público.
“Es un buen momento para revisar qué funciona y qué no en la economía mexicana”, dice Heredia. Ahora que México ya no vivirá del crudo ni del TLCAN, tiene que aprender a vender.
Fuente: Forbes