Francisco Fonseca N.
Hoy comentaré sobre la comunicación por televisión valiéndome de los textos de un famoso politólogo y comunicador de la noticia escrita y la televisiva. No es lo mismo leer que ver; no es lo mismo pasar la vista por las páginas de un libro o un periódico que permanecer absorto siendo bombardeado a través de ojos y oídos por las emisiones televisivas.
El efecto que produce en el telespectador una noticia es momentáneo y tiene un corto tiempo de recordación, es decir las ondas hertzianas tienden a perderse en el espacio y lo que se videograba necesita forzosamente del aparato reproductor. En cambio la palabra escrita permanece y es de más fácil recordación que la otra. Uno lee y relee un texto y se nutre; abre un libro y se enriquece y lo disfruta más y más al paso del tiempo.
El politólogo florentino Giovanni Sartori, nacido en 1924, habla con justeza del homo videns, “al que nadie conoce, aunque todos lo somos”.
Sartori dice en uno de sus textos lo siguiente, que es interesantísimo: “El proceso comienza desde la infancia. La televisión es la primera escuela del niño, en donde se educa con base en imágenes que le enseñan que lo que ve es lo único que cuenta. Así, la función simbólica de la palabra queda relegada frente a la representación visual. El niño aprende de la televisión antes que de los libros: se forma viendo y ya no lee. Dicha formación va atrofiando su capacidad para comprender, pues su mente crece ajena al concepto que se forma y desarrolla mediante la cultura escrita y el lenguaje verbal.”
Lo que sigue de Sartori es excepcional, porque da en el meollo: “Dejando a un lado la función de entretenimiento que la televisión tiene, se concentra en su labor formativa. No es el homo ludens el que le interesa, sino el homo videns. Si el niño crece junto al televisor, su concepción del mundo se vuelve una caricatura; conoce la realidad por medio de sus imágenes y la reduce a éstas. La imagen no tiene contenido cognoscitivo, es prácticamente ininteligible. El acto de ver anula, en este caso, el de pensar. El concepto queda sumergido entre colores, formas, secuencias y ruidos de fondo. En tanto que la asimilación de una palabra requiere del conocimiento de un lenguaje y de una lengua, la imagen, por su parte, se procesa automáticamente: se ve, y con eso es suficiente”.
A partir de ese hecho, Giovanni Sartori advierte que un mundo concentrado solo en el hecho de ver es un mundo estúpido. El homo sapiens, un ser caracterizado por la reflexión, por su capacidad para generar abstracciones, se está convirtiendo en un homo videns, una criatura que mira pero que no piensa, que ve pero que no entiende.
El predominio de la televisión en la formación de la opinión pública está creando, a juicio de Sartori, una ‘videocracia’, que en la práctica supone alimentar de sustancia vacía la democracia como Gobierno de opinión. El predominio del ver produce un efecto sobre la sociedad: la atrofia de la capacidad de entender. La televisión de bajo perfil de contenidos es la obra de gestores de escasa preparación intelectual y menguada sensibilidad cultural y social. El homo sapiens, que Sartori asocia a la cultura escrita y de la palabra, se transforma actualmente en homo videns, esclavo de la imagen.
“La televisión, dice Sartori, premia y promueve la extravagancia, el absurdo y la insensatez y multiplica al homo insipiens”. En cuando a la calidad informativa de la televisión, Sartori entiende que no solo ofrece menos contenidos y peor contextualizados de lo que ofrecen otros medios, sino que banaliza, empobrece y falsea la información, fruto de una práctica profesional autodefensiva en la que se asume que la televisión es necesariamente así.