Después del triunfo de Donald Trump, los albergues ubicados en la frontera norte del País no se dan abasto para atender a los migrantes que son deportados o los que buscan ingresar a Estados Unidos antes de que el magnate asuma la Presidencia.
Administradores de albergues y defensores de migrantes reportaron que los centros de atención en Ciudad Juárez, Tijuana, Mexicali, Reynosa y Matamoros se encuentran desbordados.
En mes y medio, en la Casa del Migrante de Juárez se duplicó el número de personas que buscan refugio.
«Anteriormente, nos podrían llegar 40, 50 por día. Ahorita están llegando 80 o 90», explicó Ivonne López, coordinadora del Centro de Derechos Humanos del Migrante.
«¿Es alarmante para nosotros? Sí, porque se van 20 y luego regresan 30. Y al siguiente día, los acumulados, más los que se quedan. Se llega a una capacidad que nos rebasa», sostuvo.
Debido a la saturación en los albergues ubicados en Tijuana y Mexicali, organizaciones han tenido que habilitar sitios emergentes.
El Instituto Nacional de Migración (INM) calcula que actualmente hay alrededor de 4 mil haitianos entre ambas ciudades en espera de solicitar asilo en EU.
Unos 600 haitianos arribaron esta semana a Tijuana sin que haya condiciones para recibirlos, denunció el titular del Consejo Estatal de Atención al Migrante de Baja California, Carlos Mora.
«Tenemos que reconocer que la situación prácticamente se ha desbordado. En los últimos tres días han llegado 600 haitianos, que se suman a los más de 4 mil. Creo que la Federación tiene que voltear los ojos, la presencia, y entender que la situación llegó a términos de gravedad», declaró esta semana.
El Obispo de la diócesis de Matamoros, Eugenio Lira, aseguró que la migración por esa ciudad y Reynosa se incrementó después del triunfo de Trump.
«Las casas de migrantes se encuentran a su máxima capacidad por personas procedentes de Guatemala, El Salvador y Honduras. Hemos visto un incremento de migrantes muy importante», alertó. Agregó que las casas de apoyo llegan a tener por día hasta 90 migrantes.
Héctor Silva, director del albergue Senda de Vida, ubicado en Reynosa, reconoció que no están preparados para recibir a más migrantes, pues aunque tienen capacidad para 150 personas, entre noviembre y diciembre recibieron a 611.
Víctor Quintana, Secretario de Desarrollo Social en Chihuahua, reconoció que las ciudades fronterizas enfrentan las presiones del flujo migratorio y que, por falta de recursos, es difícil atender las necesidades de la población en tránsito.
«Estamos improvisando. Si se cumple lo que dijo (Trump) se nos viene encima todo», aseguró Leobardo Franco, de la Iglesia Bautista Emanuel, que da techo a 65 haitianos.
«Experimentamos la mano de Dios diariamente. Los gastos son exorbitantes, no estamos preparados para sustentar todo esto», alertó.
Zaida Guillén López, de la Iglesia Evangelista Embajadores de Jesús, indicó que atienden a 345 personas en la Colonia Divina Providencia.
«Es una cantidad extrema, ¿de dónde las asociaciones religiosas van a solventar ese gasto?», señaló.
«Se nos está complicando. Creo que debemos llegar a un acuerdo para atenderlos», indicó director del albergue Senda de Vida.
Aunque sólo tiene capacidad para recibir a 150 personas, el centro Senda de Vida -ubicado en la orilla del Río Bravo- atendió entre noviembre y el 15 de diciembre a 611 personas, la mayoría centroamericanos.
La semana pasada, REFORMA publicó un reporte de El Colegio de la Frontera Norte, en el que alerta que los centros de atención para migrantes en Tijuana no alcanzan para cubrir las necesidades.
Reconoció el apoyo de la sociedad civil y de los coordinadores de los centros de ayuda para hacer frente a una situación «que no fue advertida por los organismos que regulan el paso de extranjeros por México».
‘Ya fuimos 4 veces y no nos reciben’
Con su hijo, de 5 años de edad, Érick dejó Guatemala con la esperanza de obtener asilo político en Estados Unidos, ante la violencia que azota a su país.
Viajó en autobús y en tren desde Chiapas hasta Juárez, y desde hace una semana come y duerme en la Casa del Migrante, igual que muchos otros centroamericanos.
Cuatro veces ha intentado pedir refugio a las autoridades norteamericanas en el Puente Internacional Paso del Norte, pero no lo han admitido.
«Ya viendo la situación de cómo estamos aquí, mejor decidimos regresar allá», lamenta el hombre de 34 años.
«Las autoridades norteamericanas ni siquiera nos han dejado hablar. Simplemente nos decían: ahorita está lleno, que no hay entrada para ustedes, vengan mañana’, y iba uno al otro día, y lo mismo», señala.
De haber expuesto sus argumentos, dice que les hubiera dicho que en su localidad se carece de autoridad ante las pandillas.
Aunque la otra opción era cruzar por el desierto, Érick explica no quiso arriesgar a su hijo. Además, ha sido deportado en dos ocasiones, por lo que teme que, de ser detenido, lo repatrien a él y al niño lo dejen en EU.
Para el guatemalteco, con el triunfo de Donald Trump habrá un panorama oscuro para los migrantes.
«Ahorita está más difícil porque este nuevo Presidente va a cambiar las leyes, y las primeras leyes que él tenía para comenzar, es que va a sacar a todos los indocumentados», alerta.
‘Estábamos trabajando… y que llega la redada’
Moisés Robledo López hizo su vida en Alabama.
Allá trabajó en ranchos ganaderos y aserraderos, y se casó con una mexicana con la que tuvo cuatro hijos.
Con un salario promedio de 400 dólares por semana le alcanzaba para vivir muy bien, pero perdió todo.
El hombre, de 39 años, fue deportado y ahora permanece, igual que muchos otros, en el albergue Casa del Migrante, ubicado en esta ciudad tamaulipeca.
«Estábamos trabajando. Llegó la redada y, pues, no hubo tiempo de nada. Te agarran y te deportan, así, sin nada, lo que traes puesto.
Me echaron por el puente de aquí (Reynosa), veníamos muchos en un camión y me junté con ellos», explica Moisés, mientras señala a dos compañeros.
En la oficina del Instituto Nacional de Migración (INM) los orientaron para que pasaran la noche en la Casa del Migrante, que atienden madres de la Iglesia de Guadalupe.
«Trabajé alrededor de 15 años en el campo, de todo un poco. Dejé cuatro hijos: una de 10, 8, 6 y 4 años, son ciudadanos americanos; mi esposa es mexicana. Me deportaron hace tres días, ojalá estén bien», expone.
«Cuando uno trabaja se vive muy bien. Uno tiene todas las cosas, lo que uno necesita».
Originario de Chiapas, cuenta que dejó el poblado donde vivía por la pobreza en la que vivía su familia.
«He estado mucho tiempo en Estados Unidos y no sé cómo paguen en Chiapas.
Es el estado más olvidado que tiene el país, no hay mucho apoyo, por eso la gente le busca», relata.
El mexicano reconoce que es muy probable que intente cruzar de nuevo para reunirse con su familia, pero que mientras aprovechará para visitar a sus familiares.
«No se cómo se le hace para aplicar para la residencia, pero desde que entramos ilegalmente, perdemos ese derecho. Como yo hay miles, muchos enfrentan esta situación, dejan allá (Estados Unidos) la familia, los hijos, la mujer, algunos ya no los vuelven a ver», lamenta.
Ante su situación, pide al Gobierno mexicano que ayuden a los migrantes como él para que no tengan que irse de sus tierras.
Fuente: Reforma