El expresidente mexicano Ernesto Zedillo respaldó la postura asumida por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto frente a las demandas del nuevo gobierno de Estados Unidos, y consideró que México puede encontrar la ruta del crecimiento y el desarrollo buscando nuevos socios en otras partes del mundo.
A través de un editorial publicado en el diario Washington Post, el ahora académico de la Universidad de Yale censuró la postura del presidente Donald Trump tanto en materia migratoria como comercial, y dijo que desde el principio quedó claro que sería imposible alcanzar un acuerdo con él en lo que al balance del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) respecta, dado que sus exigencias rebasan el acuerdo trilateral.
“El TLCAN ha sido un excelente instrumento, pero sólo es una de muchas herramientas disponibles para seguir las metas de crecimiento económico y desarrollo”, escribió Zedillo, el único expresidente de filiación priista en pronunciarse públicamente sobre la crisis que se vive en las relaciones México-Estados Unidos.
A continuación, compartimos la traducción del texto completo del expresidente Zedillo:
El Gobierno de México ha sido cortés con Donald Trump, tanto como candidato y ahora como presidente de EU. Desde luego, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto ha pagado un alto costo político en casa por abrirse a trabajar constructivamente con el presidente Trump, pero Peña Nieto ha hecho lo correcto al poner los intereses de México y la preservación de las relaciones mutuamente benéficas con nuestro vecino por encima de su popularidad personal. Sin embargo, ha llegado el tiempo de a admitir que las acciones de la nueva administración han cerrado, al menos en el futuro previsible, la posibilidad de lograr cualquier acuerdo a través del diálogo y negociación que pueda satisfacer los intereses de ambas partes.
Ésta es una situación desafortunada y triste, pero el esfuerzo por responder a los deseos caprichosos del presidente Trump ha probado ser inútil y no debe continuar. No es útil ni para México ni para Estados Unidos.
En retrospectiva, la probabilidad de alcanzar un acuerdo mutuamente benéfico en los temas de la agenda del presidente Trump sobre México siempre fue pequeña considerando que sus demandas han desafiado todo el tiempo la racionalidad legal y económica.
Por ejemplo, la aspiración del presidente Trump de renegociar el TLCAN viene de la idea equivocada de que el balance del comercio entre los dos países se origina en ventajas mexicanas producto del TLCAN y de que, si un balance comercial es positivo para México, significa la transferencia automática de trabajos de los Estados Unidos a su vecino del sur. Ambos conceptos son errados.
Igual de equivocado es el fracaso del presidente Trump para tomar en cuenta cómo es que los sistemas de transporte modernos y la tecnología de la información han transformado al comercio internacional. Este progreso ha creado cadenas de suministro sofisticadas que entregan productos y servicios, incluyendo nuevos, a precios bajos.
Dada su asombrosa capacidad tecnológica y empresarial, Estados Unidos ha sido el mayor beneficiario de esta nueva manera de organizar la producción y el comercio internacional. Muchas firmas estadounidenses son capaces de competir exitosamente alrededor del mundo con las de Europa y Asia, y por ello pueden ofrecer trabajos de alta calidad y buen sueldo dentro de EU, precisamente porque son libres para desarrollar vínculos en su cadena de suministro en sitios como México, en este caso, gracias al TLCAN.
Es por eso que debió haber sido evidente desde el principio que es imposible responder a lo objetivo del presidente Trump de equilibrar la balanza comercial con México alterando sólo el TLCAN. Si el presidente Trump sigue obsesionado con ese objetivo equivocado, México debería tomar eso como un deseo de matar el TLCAN, lo cual es, por supuesto, algo que él tiene la capacidad legal de hacer.
Para el gobierno mexicano sería una pérdida de tiempo jugar el juego de torcer el TLCAN con la administración de Trump. Sólo si el gobierno de EU entrega una agenda seria y clara de puntos relacionados al TLCAN, consistentes con los intereses de ambos países, las autoridades de ambos países deberían reiniciar el diálogo. De cualquier manera, en este punto ese escenario es improbable, y lo más prudente sería asumir que el presidente Trump va a eliminar el TLCAN. Claro, esto sería costoso para ambas economías, y por lo menos inicialmente, desproporcionadamente más para México.
Pero tal resultado no debe ser causa de desesperación en mi país. El TLCAN ha sido un excelente instrumento, pero sólo es una de muchas herramientas disponibles para seguir las metas de crecimiento económico y desarrollo. A diferencia de su vecino del norte, México debe reforzar su compromiso de apertura y políticas económicas sólidas. No podemos permitirnos hacer otra cosa.
México puede crear nuevas condiciones que mantendrán, e incluso mejorarán, nuestra posición como un buen lugar para que las compañías globales produzcan para nuestro propio mercado y otros mercados importantes, no sólo Estados Unidos. Debemos reafirmar a las compañías globales, con acciones concretas, que México se mantendrá abierto a los negocios y que nuestro gobierno no intentará intimidarlas o decirles qué, dónde, o cómo producir. La administración mexicana actual, que lanzó exitosamente reformas económicas increíblemente ambiciosas en sus primeros años, debe regresar a ese impulso reformista. El fin del TLCAN, tan disruptivo y costoso como pueda ser a corto plazo, podría compensarse con la combinación de políticas correcta.
Por supuesto, tal como ha amenazado, el presidente Trump podría buscar ir más allá de la cancelación del TLCAN e intentar imponer barreras adicionales al comercio con México. Mi país debe estar listo para usar todos los instrumentos legales posibles, particularmente aquellos provistos por la Organización Mundial del Comercio, para revisar cualquier acción ilegal y arbitraria. El presidente Trump podría hasta jugar con la idea de retirar a Estados Unidos de ese árbitro central de disputas internacionales, punto en el cual el problema mexicano se convierte en un problema mundial que tendría que ser confrontado por toda la comunidad internacional.
Con respecto al muro fronterizo del presidente Trump, obviamente hay poco que el gobierno mexicano pueda hacer para alentar políticas inmigratorias estadounidenses más ilustradas, a pesar de las consecuencias para otros países, incluyendo a México. Éstas son estrictamente locales, pero es claro que, si la economía cuenta, es mucho mejor hacer buenas leyes que muros perniciosos. Esas leyes deben apoyar un mercado laboral estadounidense funcional sin proveer incentivos para el mercado negro de trabajadores indocumentados con pocas habilidades.
Por supuesto, repetirle esto al presidente Trump sería inútil; el muro parece ser otra de sus obsesiones frente a México, y no es asunto de México si el gobierno de EU quiere aumentar su deuda nacional al construir un elefante blanco en su propio territorio. Lo que rechazamos, bajo cualquier circunstancia, es cualquier intento de usar una sola pulgada de nuestro territorio para construir tan abominable estructura. Todos los mexicanos están detrás del presidente Peña Nieto cuando éste dice al presidente Trump que no vamos a pagar por este proyecto extravagante, ofensivo, e inútil.
Fuente: Forbes