El discurso inaugural del nuevo Presidente de los Estados Unidos el pasado viernes desvaneció el deseo ferviente que teníamos muchos de que hubiera un cambio significativo en la retórica proteccionista entre el Presidente electo Trump y el Presidente en funciones Trump. No hubo tal, así como tampoco hubieron cambios entre Trump precandidato y Trump candidato, ni entre Trump candidato y Trump Presidente electo. Como había comentado con anterioridad, se veía muy difícil que cambiara la retórica, pero aunque tuviese baja probabilidad, el deseo estaba presente (“Las consecuencias económicas de Trump”, 15 de noviembre, 2016). En mis oídos retumbaban las palabras “…vamos a regresar los empleos y las fábricas que se fueron…vamos a tener fronteras de nuevo…promoveremos la compra de productos estadounidenses y la contratación de trabajadores estadounidenses…”. Mis víceras respondían ante un discurso que jamás pensé escuchar de un Presidente de Estados Unidos, máxime que aunque de manera un poco menos evidente, seguía presente la xenofobia, el racismo, la misoginia, el insulto y la amenaza entre las múltples frases populistas y nacionalistas.
Las palabras “regresar”, “volver a tener”, su lema de campaña “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser una gran nación” y en cada momento culpar a extranjeros de estos problemas resuenan en discursos de líderes negativos y peligrosos en la historia de la humanidad, como ya varios académicos e intelectuales lo han hecho notar. En este sentido, retomo un párrafo del discurso inaugural de Adolf Hitler cuando tomó la cancillería el 30 de enero de 1933, después de su victoria electoral: “…Hubo un tiempo en el que un alemán solo podía estar orgulloso del pasado, cuando el presente causaba vergüenza. Con el declive de la política extranjera y la decadencia del poder político, comenzó el derrumbamiento interno, la disolución de nuestras grandes organizaciones nacionales, y la decadencia y corrupción de nuestra administración. ¡Y así comenzó el declive de nuestra nación!…”. Con esto no pretendo augurar que tendremos una situación similar a la de Alemania Nazi. En mi opinión, así como la de analistas políticos muy reconocidos, el andamiaje político que rodea al Presidente de los Estados Unidos, que comienza con sus asesores y secretarios, hasta los legisladores y el sector privado –que ejerce un poder importante en la conducción política de ese país-, restringe de manera significativa las acciones que el Presidente puede llevar a cabo. Asimismo, en su gran mayoría, las políticas que ha promovido Trump y los logros que quiere obtener con ellas no son compatibles en lo más mínimo. No obstante lo anterior, el hecho de que sin esconder nada en sus intenciones, basado en tantos antivalores, le haya permitido ganar una elección es lo que más preocupa y entristece. Una vez más, vuelve a quedar claro que si bien Estados Unidos ha sido pilar de estabilidad macroeconómica y geopolítica por décadas, hoy se ha convertido en una fuente de inestabilidad.
¿Qué hay que hacer en México? ¿Volcarnos al proteccionismo? ¿Optar por el populismo? Se dice que el fuego no se debe combatir con fuego, pero hay formas de atajar ciertos incendios en donde se utiliza fuego, sobre todo para eliminar combustibles cercanos a dicho incendio o sofocar el incendio al minimizar el oxígeno. Es por ello que considero que la mejor frase para expresar el mejor camino que creo que debe seguir nuestro país es una de Martin Luther King, Jr., que dice: “La obscuridad no puede sacarnos de la obscuridad. Solo la luz puede hacerlo. El odio no puede sacarnos del odio. Solo el amor puede hacerlo”. En este sentido creo que optar por comprar sólo productos mexicanos, sólo por ser mexicanos o utilizar solo los servicios de instituciones mexicanas, por el simple hecho de ser nacionales, repudiando productos o servicios provenientes de otros países o de marcas extranjeras, es caer en el misma actitud que ha promovido Trump y que tan mal nos ha parecido. La apertura comercial nos ha ayudado a mejorar nuestro nivel de vida, desde la variedad de productos y servicios que ahora tenemos acceso, hasta los precios a los que los pagamos. La inversión que esto ha conllevado, los empleos que se han creado y la competencia que generado a sido lo que nos ha permitido crecer como economía en los últimos 20 años. La apertura cultural y educativa ha sido también un gran paso para la población mexicana, que ha probado ser de las sociedades más incluyentes y libres de pensamiento. Considero imperativo continuar con esta visión, pero pensando en nuevos horizontes, incorporando nuevos mercados.
No nos equivoquemos al pensar en el populismo. Las reformas estructurales que se han aprobado desde los noventas son pasos adelante. Muchas de estas reformas han sido inclusive formas de deshacer graves errores del pasado. Lo que falta es fortalecer el estado de derecho, no dar pasos atrás en lo que ya hemos conseguido. ¿Queremos menor desigualdad tanto económica como social? Se necesita justicia para todos, imparcial tanto en su diseño, como en su instrumentación. Se necesita terreno legal parejo para todos. Se necesita que el estado cumpla y haga cumplir la ley. Ya hemos cambiado muchas leyes, es hora de aplicarlas en serio. Se necesita transparencia en general y claridad en la rendición de cuentas. El objetivo debe ser minimizar la inpunidad. Con esto inicia la disminución del crimen y de la corrupción, los males que más aquejan a la sociedad mexicana y por lo que es difícil salir adelante como ciudadano, como empleado, como empresario, como mexicano.
*El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF.
Twitter: @G_Casillas