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Échale la culpa al Indio

Publicado por
José Cárdenas
Ramsés Ancira
En el capítulo 1 de esta historia Víctor Manuel Cervantes vino a la Ciudad de México desde el poblado nombrado María Lombardo de Caso, extrañamente laico el nombre, tratándose de Oaxaca; pero fue  llamado así en honor de la esposa del famoso arqueólogo mexicano Alfonso Caso. A Víctor Manuel su madre lo alumbró muy joven, se volvió a casar y el niño fue criado por sus abuelos.
Estos abuelos ya superan los 84 años de edad. En la región, el mejor trabajo posible es para la empacadora de limones, pero no hay para todos. Víctor Manuel decidió probar suerte y vino a la Ciudad de México donde logró  emplearse de taquero.
El día de su descanso Víctor Manuel fue a ayudarle a una paisana que lo requirió. Al día siguiente se sentía extrañamente inquieto.
Quédate – le dijo su amiga-
No, como crees, tengo que ir a trabajar –le respondió- .
A la altura de la estación del Metro Chabacano de la línea nueve del metro, una señorita le sonrió a Víctor y le pidió que la ayudara con su mochila. Dos estaciones después, en Centro Médico, él tenía que transbordar a Balderas, cuando le devolvía la mochila a la muchacha, ambos fueron aprehendidos, junto con un tercer sujeto. Él le suplicó a ella que dijera que sólo la estaba ayudando. Ella y el verdadero cómplice sonrieron. Pronto serían liberados. Ya tenían a su “Chivo expiatorio”
En el siguiente capítulo nuestro joven protagonista llega al Reclusorio Oriente. Le asignaron un abogado de oficio quien le aconsejó declararse culpable, argumentando que como es indígena Mixe le concederían una fianza de la fundación Telmex, para primeros delincuentes.
Luego cayó en manos de un abogado particular quien le aseguró que él sí lo sacaría de la cárcel. La familia vendió el cafetal que poseía Víctor, pero el  dinero se acabó y siguió en prisión.
Hubo una apelación a la sentencia del racista juez que lo condenó a 5 años 23 días de prisión, justo 23 días más de lo indispensable para que obtuviera la fianza.
El caso fue “revisado” en la muy racista y automatizada Cuarta Sala Penal del Tribunal  Superior de “Justicia” de la Ciudad de México, donde le puedo asegurar que Sabino Marco HUITRÓN Heredia, firmó sin leer el proyecto que ratificaba la sentencia.
Para revisar este caso pedí ayuda a la Comisión Nacional de Pueblos Indígenas, que encabeza Jaime Martínez Veloz, quien le solicitó al abogado Jesús Frías que revisara el expediente. Pronto se dio por vencido ya que el abogado particular les negaba la información.
El 30 de noviembre de 2016 el Comisionado de Seguridad Nacional, Renato Sales dijo sin comprometerse que podrían revisar el asunto. Llegó Navidad, Año Nuevo y Reyes y Víctor Manuel no recibió ninguna notificación. Por supuesto, al carecer de familia en la Ciudad de México, sólo ha podido recibir dos visitas en 11 meses. El pasaje de ida y vuelta para dos personas en ADO cuesta alrededor de 15 días de salario mínimo. El viaje toma unas 15 horas hasta la casa en Chimalhuacán donde hospedan gratuitamente  a la madre de Víctor.
Un abogado particular enviado por amigos del preso indígena se entrevistó con el subdirector del Reclusorio Oriente, quien respondió que intentarían mejorar sus condiciones carcelarias. Ya una vez le quitaron la fajina, trabajo cruel, degradante, y sin ningún provecho que se realiza en las prisiones de la Ciudad de México, gobernada por la muy izquierdista Patricia Mercado y Miguel Ángel Mancera, quienes también son cómplices de robo calificado con fotomultas (sin foto)  pero los funcionarios no están sujetos a proceso.
En el video de You Tube “50 aniversario Maria Lombardo de Caso”, de donde tomamos las ilustraciones que acompañan este trabajo, se da una idea que nos permite explicarnos porque le echan la culpa al indio.
En lo general los pueblos indios son pobres no porque sean incapaces, sino porque su valor principal es compartir. Por eso, fenómenos como los XV años de Rubí. Mientras que para los otros, en los educados en la visión de los encomenderos, lo importante es poseer.
Justo así se manejan los reclusorios en la Ciudad de México, para poseer se esquilma hasta lo indecible a los familiares de los presos y a los presos mismos, con argumentos como que “ese azul es muy oscuro”, es necesario pagar por revisar que un sándwich no lleve droga o no se esconda una sierra en la olla de romeritos. Por supuesto la droga se puede comprar a muy buen precio, siempre que la distribuya un preso que tenga la concesión.
Empieza a tomar fuerza una campaña internacional patrocinada por fundaciones de Canadá, España y Estados Unidos contra la fabricación de culpables. Si Jaime Martínez Veloz y Renato Sales no cumplen lo que prometieron, esperamos que esta campaña inicie asumiendo la defensa de Víctor Manuel Cervantes hasta lograr su excarcelación.
*El autor es Premio INBA Carlos Montemayor 2016 en literatura testimonial por el libro Reportero Encubierto
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José Cárdenas