Cuando pensábamos en posibles choques externos, siempre estaban presentes la ex Unión Soviética –tanto en la época de la “Guerra Fría”, como en su ruptura y transición para dejar atrás el comunismo-, China con su crecimiento casi exponencial y más recientemente con su rebalanceo de fuentes de crecimiento, Japón y su deflación, la Eurozona y su difícil integración económica, el medio oriente o alguna crisis que se gestaba en un país emergente, entre otros. No obstante lo anterior, en ese orden de ideas nunca estaba Estados Unidos. Dos eventos han cambiado este paradigma. Primero por haber sido el génesis de la crisis económico-financiera global de 2008-2009 y ahora por el triunfo de un candidato que utilizó la xenofobia, el racismo, la misoginia, el insulto y la amenaza de instrumentar medidas proteccionistas como vehículos para llegar a la Presidencia. Estados Unidos ha sido pilar de estabilidad macroeconómica y geopolítica por décadas. Hoy se ha convertido en una fuente de inestabilidad. Este es el ambiente en el que dará inicio el 2017.
Pero antes de platicar del 2017, considero que no está de más resaltar algunos aspectos del año que está por terminar y que sirven para hilar la historia con lo que puede venir más adelante. No cabe duda que 2016 se caracterizó por eventos inesperados. No sólo el hecho de que la persona a la que se asignaba una muy baja probabilidad de ser candidato del Partido Republicano, Donald Trump, haya ganado la elección presidencial en EU, sino la decisión de la mayoría de los ciudadanos del Reino Unido de desincorporarse de la Unión Europea (Brexit) y de Colombia por no instrumentar el proceso de paz que el Presidente Santos proponía, sino que también que los cachorros de Chicago hayan ganado la Serie Mundial de beisbol –después de 108 años de “sequía”-, que la Academia Sueca de Ciencias haya galardonado al músico Bob Dylan con el Premio Nobel de literatura y que el aparentemente inmortal, General Fidel Castro, haya fallecido, hicieron del 2016 un año de sorpresas. En los mercados, algunos de estos eventos inesperados generaron una gran volatilidad. Tal fue el caso en México, por ejemplo, en el que el nuestro banco central decidió elevar la tasa de interés de referencia en una reunión no programada el 17 de febrero de 2016 y romper con la regla no escrita de no defender el tipo de cambio con la tasa de interés de referencia.
En mi opinión, es muy probable que el 2017 vuelva a ser un año de mucha incertidumbre, alta volatilidad y más “sorpresas”. Un año con fuertes vientos económicos y geopolíticos, en donde es probable que una vez más volvamos a ver resultados diametralmente opuestos a los pronósticos o a lo que las encuestas sugieren. Por el lado global, tendremos el inicio de la administración de Trump –con todo lo que esto puede llegar a causar-, la continuación del incierto proceso de normalización de tasas de interés del Banco de la Reserva Federal en EU (Fed), comicios en Francia y Alemania –en donde las fuerzas políticas anti-migración y anti-euro han ganado mucho terreno en los últimos años-, así como elecciones presidenciales en India, Corea del Sur y Hong Kong, entre otras. En un ambiente global complejo, considero que el tipo de cambio peso-dólar continuará presionado todo el año, máxime a finales de 2017 cuando nos acerquemos al ambiente pre-electoral en México.
Como he comentado con anterioridad, considero que el triunfo de Trump no es positivo para México, pero que no es catastrófico (“Las consecuencias económicas de Trump”, 15 de noviembre). Así, anticipo que la incertidumbre que reine de aquí al 20 de enero o tal vez que se alargue hasta los primeros 100 días del gobierno de Trump (hasta el 30 de abril de 2017), va a detener la mayoría de los nuevos proyectos de inversión, tanto de empresas extranjeras como mexicanas, relacionadas o no con el sector exportador. Esto probablemente desacelere el ritmo de crecimiento del empleo y tenga un impacto negativo en el consumo privado en el primer semestre del 2017. Por otro lado, es muy probable que la fuerte depreciación adicional que ha sufrido el peso mexicano en los últimos meses resulte en un mayor traspaso a la inflación. Asimismo, todo parece indicar que la liberalización de los precios de las gasolinas pueda poner algunas presiones al alza en la inflación. No para que se genere una espiral inflacionaria, pero sí para elevar la inflación de niveles cercanos al tres por ciento actualmente, a tasas anuales por arriba del cuatro por ciento. En este escenario considero que el PIB de nuestro país crecerá a una tasa de 1.1% en 2017, en lugar de 2.3% que proyectábamos antes, pensando que ganaba Hillary. Este pronóstico asume que la incertidumbre sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) –que es lo que más nos podría afectar–, disminuirá hacia finales del primer semestre de 2017 y que la economía mexicana retomará un ritmo mayor de crecimiento en el segundo semestre del 2017. Este nuevo pronóstico del PIB es similar a lo que nuestra economía creció en 2013. No implica crisis, ni recesión, simplemente refleja el alto grado de incertidumbre que vivirá el mundo y en particular nuestra economía en los próximos meses.
*El autor es Director General Adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte.
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