La explosión que borró del mapa el tradicional mercado de pirotecnia de San Pablito, en Tultepec, Estado de México, es el tercer evento similar en lo que va del año, (van siete en los últimos diez años) y como cada vez, no faltan las voces de la obviedad que dicen siempre lo mismo: se pudo haber evitado.
Pero no…
Esa tragedia, y las que ocurrirán, en el mismo lugar y con la misma gente, son inevitables. La producción de llamas, chispas y humos en forma de “castillos”, “cohetes”, “cohetones”, “huevos de codorniz”, “garras de tigre”, “escupidores”, “brujas”, “palomas”, “palomones”. “bengalas” o “toritos”, elaborados por 40 mil artesanos y sus familias, se dan en medio de la elástica vigilancia de una autoridad inexperta y descuidada.
Decían que el mercado de San Pablito, construido hace 16 años, era muy seguro. Del gobernador Eurivel Ávila, para abajo, presumían que ningún lugar de su tipo en Latinoamérica operaba con estándares similares; descartaban por completo la posibilidad de una catástrofe.
Del tamaño de la soberbia oficial fue el saldo de la tragedia: 34 muertos, cifra que podría elevarse, porque de los 58 heridos quedan 34 hospitalizados, de los cuales hay cuatro muy graves… hasta el momento de redactar esta Ventana.
El alcalde de Tultepec, Armando Portuguez Fuentes, en vez de presumir, acusaba el peligro de un desastre por falta de personal para vigilar, supervisar y cubrir las necesidades de una población expuesta a explosivos. Según el edil, cada año se registran en Tultepec hasta 30 accidentes explosivos en los talleres del mercado de pirotecnia, en los cuales mueren en promedio entre cinco y seis personas.
¿Quién tuvo la razón?
El Mercado de San Pablito, sede de la Feria Nacional de la Pirotecnica, ha sido reconstruido dos veces (2005 y 2006) debido a otras explosiones; producía y distribuía la mayor parte de los fuegos artificiales consumidos en México; estaba diseñado, para minimizar cualquier peligro.
La venta de cohetes está regulada por el artículo 60 de la La Ley de Armas de Fuego y Explosivos; la Secretaría de la Defensa Nacional proporcionaba la pólvora y las credenciales de venta a los 300 locatarios quienes contaban con 436 permisos, y sin embargo ocurrió la tragedia sin que hasta el momento alguien logre salir del pasmo; entre dolor y aturdimiento, las víctimas denuncian un posible ataque o un incendio provocado intencionalmente. No pocos denuncian corrupción y negligencia.
La acusación es brutal…
Mientras, el gobierno mexiquense apenas atina a atender a las víctimas; la PGR abre investigaciones sin generar confianza. Son tantas las manos y las responsabilidades, que la verdad de los hechos trágicos podría desaparecer entre escombros e injusticia.
A bote pronto, las redes sociales reaccionan con furia ciega: #NoALaPirotecnia, como intento para estimular la prohibición de la cohetería folklórica, una tradición nacional que data de hace 200 años.
¿Acaso alguien ignora que los artesanos de la pirotecnia no van a dejar de hacer lo que hacen?
EL MONJE FILÓSOFO: Quien fabrica cohetes algún día termina quemado; es ley de la vida, cuando la vida no puede tomar el control de las casualidades.