En el Estado de México sólo un promedio de 17 de cada 100 habitantes se escapan de la delincuencia. Los ilícitos más frecuentes son los asaltos en el trasporte público y en la calle, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE).
Sin embargo, esto no deja de movilizar a más de 3.5 millones de mexiquenses quienes todos los días se levantan para trabajar en la Ciudad de México.
Son las 5:20 horas. La unidad está casi llena. El conductor y dos copilotos conversan en la parte frontal de la combi mientras esperan a que no quede ningún lugar vacío. A esta hora de la mañana son las únicas voces que se escuchan.
El que habla, hombre de edad madura, concentra la atención de sus compañeros y los ilustra con una historia de esas que son comunes en el Estado de México, de las que dan materia a alarmantes titulares en los principales diarios del país.
Y mientras los dos más grandes intercambian historias similares, el más joven de los tres permanece impasible, su expresión no refleja nada. De repente, como sacado de su ensimismamiento, grita hacia la gente que se va acercando, “Súbale, San Lázaro, súbale, hay lugares”.
Anécdotas como las que cuentan son comunes para los habitantes del Estado de México. Un día sí y el siguiente también es el tema en el trasporte público, en la tienda de la esquina, el parque, el centro comercial, la calle, el puesto de taquitos.
El pasado 28 de julio, por ejemplo, un medio local daba la siguiente nota:
“Dos muertos y un lesionado fue el saldo de un asalto a un camión del transporte público en la Autopista México-Puebla, a la altura de La Virgen. Los tres pasajeros que se encontraban en la parte trasera de la unidad se resistieron al atraco por lo que los delincuentes les dispararon y luego se dieron a la fuga”.
Robustos o delgados, grandes o menudos, todos caben amontonaditos en la misma unidad. “Arrimese que el asiento del costado es para cinco personas”, dice el voceador. En total 17 personas han llenado la combi y ésta por fin se encamina hacia la capital del país.
A las 5:50 horas. La fila de vehículos sobre la autopista México-Puebla llega a la altura de Santa Catarina, la unidad avanza entre paradas intermitentes de dos a cinco minutos. Adentro, las ventanillas se han empañado y el aire está viciado, cosa que a nadie parece importarle.
Los pasajeros duermen como lo hacen diariamente durante el trayecto de dos horas y media entre su casa y su trabajo. En la unidad sólo se oyen los desinhibidos ronquidos de un hombre adulto.
Son estos ronquidos los que sacan a “El Tío” de su ensueño. Revisa su reloj, aún le quedan dos horas y 10 minutos para llegar a su destino, la televisora ubicada en Canal de Miramontes número 1702, en donde es vigilante.
En 27 años de servicio, Florencio González, “El Tío”, nunca ha llegado tarde y sólo ha faltado dos días.
“Fue una emergencia, les expliqué y les demostré que no falté por que quisiera, en realidad necesitaba esos dos días, pero aun así, no solo me descontaron mil pesos sino que me encuartelaron dos días también”, recuerda.
Desde entonces Florencio no se ha ausentado ni un solo día. “Son muy estrictos. Yo soy de la policía auxiliar del DF, prestamos servicio a varias empresas privadas y públicas; si éstas se quejan, entonces nos castigan”, dice.
Él trabaja en un sistema de 24×24, es decir, labora todo un día para el siguiente descansar y así sucesivamente. “Esta mejor porque me ahorro los pasajes de media semana, como 150 pesos”.
Un estudio de 2015 asegura que durante su vida productiva, los habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México pierden un equivalente de 132 días al año haciendo fila en el tránsito. Como ahora.
Y en dinero, durante toda su vida laboral estos mismos habitantes invierten un promedio de 112 mil 500 pesos. Podría ser, más dado que en la capital y en el Estado de México los tabuladores del pasaje mínimo no se corresponden; en el primero es de 4.00 pesos, mientras que en el segundo es de 8.00.
Cerca de las 6:30 horas. “Oiga señora, no le voy a venir cuidando su sueño!, por eso pregunté que si alguien baja en cárcel (de mujeres). Ahora se espera a la parada”, dice iracundo el conductor. La interpelada, aún somnolienta, pide disculpas.
Sobre la Avenida Zaragoza, única vía de acceso a la capital para los mexiquenses del Oriente, el tráfico parece no acabar nunca. Choferes y conductores particulares hacen notar su desesperación haciendo sonar el claxon, como esperanzados en que el ruido acelere la circulación. Pero eso no pasa.
El ruido ha despertado a algunos pasajeros que ahora se reacomodan en sus apretados asientos para volver a dormir. “El Tío” también busca el mejor ángulo de la butaca y, mientras lo hace, comenta: “Aprovecha ahorita pa´ que te pongas viva en el masajeo del metro”.
¿En el Metro?
Fuente: proyecto 40