A raíz de la desestabilizadora candidatura de Donald Trump y de la tensa elección del martes, los republicanos en todo Estados Unidos están lidiando con una pregunta: ¿Qué significa ser uno de ellos?
Pero el buen desempeño de Trump ofrece pocas respuestas. En su lugar, esta situación puede ser el principio de una larga y divisiva guerra en el interior del Partido Republicano sobre el camino a seguir. La antigua coalición del partido se ha erosionado. El conservadurismo amigable con los negocios que definió a los republicanos por un siglo se ha diluido por un nacionalismo amigable con las tarifas. Sus principios básicos son poco claros. Nadie está seguro de quién decidirá lo que sigue, o cómo.
El primer frente en la lucha por el futuro del partido llegará en cuestión de días, ya que los republicanos de la Cámara decidirán un nuevo representante: si se quedan con el favorito del establishment, Paul D. Ryan, de Wisconsin, o si eligen a un desconocido, en caso de que las bases del partido se agiten para exigir a alguien nuevo.
Una cascada de divisiones seguirá al asiento vacante en la Suprema Corte, el financiamiento gubernamental y el presupuesto federal, los nombramientos de la nueva administración y la agenda del presidente electo.
Pero el futuro del partido dependerá también de los estados en donde ha mantenido su dominancia, así como en Washington, donde se vio disminuido. La campaña populista y cargada de racismo de Trump reveló un movimiento de agravios de rápido crecimiento que sorprendió a los líderes republicanos y expuso su desentendimiento de las frustraciones frenéticas y las aspiraciones políticas de sus principales electores.
El panfleto habitual del Partido Republicano —menores impuestos y regulaciones, y una política exterior más agresiva— está listo para ser reutilizado, pero la pregunta es si estos principios pueden hacerlo rejuvenecer y unificarse. Críticos como el senador Jeff Flake argumentaron antes del martes que el “enfoque de Trump es un callejón sin salida” y que “culpar a los acuerdos comerciales por todas las fabricas cerradas” no era realista.
Pero los aliados de Trump, como el director de su campaña, Stephen K. Bannon, ven un paisaje muy diferente. El incendiario sitio web Breitbart, alguna vez dirigido por Bannon, se ha disparado a la delantera del partido y ha advertido que planea desafiar a los líderes republicanos en el Capitolio, incluyendo a Ryan, quien ha suscitado su ira en varias ocasiones.
Christopher Ruddy, un ejecutivo conservador de los medios y amigo de Trump, dijo que su llamado es “una consecuencia del malestar económico y la falta de puestos de trabajo. Que la ira y la amargura son reales”.
Trump pisoteó normas, posiciones y tradiciones que eran frágiles incluso antes de su llegada. Alejó (y agitó) a los votantes latinos y asiáticos, pero reforzó el apoyo de los blancos hacia el partido. Rompió con la política exterior del Partido Republicano y apareció bajo estandartes que evocaban el lema aislacionista “América Primero”.
“Simplemente no veo el negocio como de costumbre”, dijo el excongresista de Colorado, Tom Tancredo, un defensor de la política de inmigración de línea dura, que abandonó el Partido Republicano porque dijo que se había convertido en el “Partido del Demócrata Lite”. Su estado, por su parte, ha visto un aumento en el poder del voto latino y fue un centro de actividad anti-Trump.
El Partido Republicano de hoy, dijo Tancredo, enfrenta una elección entre las fuerzas de Trump que lo han energizado hasta el punto de tomar el control y los posibles intentos de la clase donante por sofocar esa energía. Incluso si un ala del partido se reafirma, la avalancha de aspereza y las batallas internas pueden ser letales políticamente.
“Hay una angustia real y se viene una separación”, dijo Edward J. Rollins, exgerente de campaña de Ronald Reagan. “Es sobre algo más que Trump. Ahora el partido no es de los republicanos tradicionales. Sino de los votantes que trajimos con Reagan: los demócratas de clase trabajadora que han dejado ese partido y que han crecido en el nuestro. Están aquí y no ven a Paul Ryan como uno de ellos”.
Fuera de Washington, la mayoría de los republicanos, sin importar que estén sorprendidos o no con Trump, se enfoca en permanecer unidos y mantener a los votantes de Trump dentro del redil.
“Usted vio a esta clase de votante del Brexit en Nueva York, Pennsylvania y Michigan salir a votar por Trump. No es algo nuevo el querer asegurar que permanezcan siendo republicanos. Cada vez que los republicanos ganan a nivel nacional, es porque ese tipo de votante salió con nosotros”, dijo Ed Cox, presidente del partido en Nueva York.
Cox describió a su difunto suegro, Richard M. Nixon, como un republicano convencional que reunió a la “mayoría silenciosa” y al movimiento conservador durante las elecciones de 1968.
Él ve a Nixon como una especie de modelo de cómo los republicanos necesitarán fusionar varios bloques en los próximos años.
El próximo año debe ser un indicador, agregó, con las contiendas por la gubernatura en Virginia y Nueva Jersey y una elección para alcalde en la ciudad de Nueva York.
Patricia Poprik trabajó el martes en una bulliciosa sede de republicana en el condado de Bucks, Pennsylvania, un área suburbana del estado indeciso. La presidenta del condado estaba optimista. “Estamos llenando espacios donde no teníamos gente del comité”, dijo sobre los partidarios de Trump. “Tenemos que tomar esa pasión y mantener a todos involucrados”.
Poprik dijo que los votantes moderados en lugares donde hay mucho dinero, como el Bucks County, no abandonarán al partido a causa de Trump, ya que la mayoría todavía cree que el Partido Republicano es “lo que siempre ha sido: un gobierno más pequeño, menos intrusión en la vida. Dejar que la gente decida por sí misma”.
“Esas cosas no han cambiado”, dijo. “Las filas están aquí, son las élites de Washington las que deben prestar más atención a los estadounidenses promedio, a los moderados y a los conservadores, para entender lo que está pasando”.
En otros lugares, miles de legisladores trabajarán en capitales unificados bajo el control del Partido Republicano. Los gobernadores republicanos, como Larry Hogan, de Maryland, y Charlie Baker, de Massachusetts, quienes se negaron a votar por Trump, podrían posicionarse para argumentar que un partido más moderado puede hacer un mejor trabajo para crecer más allá de su base.
“Trump ha ahuyentado a las ratas del Partido Republicano -las ratas globalizadoras”, dijo el senador del estado de Tennessee Frank Niceley, un republicano que ha servido en Nashville desde la década de 1980 y que observó cómo su partido se volvió dominante. “Los Romney, los Bush, los Haslams han sido controlados por el ala globalizadora de David Rockefeller del partido, y todavía existen quienes creemos en un gobierno limitado e impuestos más bajos, y no vamos a regresar. Cuando no apoyas al candidato, estás acabado”.
El ascenso de Trump también empoderó a personas que el Partido Republicano consideró ausentes o irrelevantes. Algunos de sus más fuertes apoyos vinieron de los nacionalistas blancos y los conservadores “de derecha”. Algunos se ofrecieron voluntariamente por él, arremangando su camisa sobre sus tatuajes de la Cruz de Hierro. Además de sus aliados dentro de las redes sociales y en los principales medios de comunicación.
De vuelta en Washington, Ryan y los republicanos del Senado podrían ser relegados. En el horizonte, en el 2018, habrá una serie de contiendas en el Senado que parecen posibles pequeños obsequios en los estados donde Trump es popular. La tentación y la presión para despertar a los votantes republicanos en lugar de controlar las ideas de Trump podría ser intensa y muchos republicanos argumentarán, quizás con razón, que es la manera de mantener a los activistas alineados antes del 2020.
El representante Steve King, de Iowa, un conservador que se ha enfrentado con el liderazgo de su partido, dijo que la dinámica que orienta a los republicanos en el Congreso es probable que sea diferente de los factores que afectan al partido en cualquier otro lugar.
“En la Cámara (de Representantes), tienes a este grupo de conservadores comprometidos y a un grupo de 20 a 25 moderados que empujan y tiran y tratan de decidir qué va a pasar y quién obtiene influencia”, dijo. “El Congreso tratará de averiguar quién va a decidir qué, mientras el populismo continúa”. Ryan podría ser una veleta. Un partidario de los mercados libres y de los cambios radicales en los programas de derechos —a los que se opuso Trump—, es un orgulloso descendiente del reaganismo y de la economía de la oferta. Su voluntad o renuencia a modificar el tono del partido dirá mucho acerca de cuántos republicanos incorporarán la política de Trump.
Del otro lado del Capitolio, los jóvenes senadores que lucharon por ser el rostro del futuro del Partido Republicano antes de que Trump los venciera en las primarias, como Marco Rubio, de Florida, y Ted Cruz, de Texas, lucharán por ese papel de nuevo. Tendrán apoyo y probablemente la competencia de los senadores Ben Sasse, de Nebraska, y Tom Cotton, de Arkansas, que tienen lazos con conservadores intelectuales y vienen del corazón de Estados Unidos.
En las mansiones de los gobernadores, Baker y Hogan no son los únicos jugadores influyentes. El gobernador de Ohio, John Kasich, y el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, se enfrentaron a Trump y podrían volver al terreno nacional, con Walker pensando en una oferta de reelección en el 2018 y con Kasich viajando a New Hampshire. El candidato de Trump, el gobernador de Indiana, Mike Pence, podría ser un puente entre los partidarios de Trump y el liderazgo republicano.
El senador Rand Paul, de Kentucky, será otro jugador que tendrá que averiguar en dónde encaja su conservadurismo libertario, a la luz de la campaña del exgobernador de Nuevo México, Gary
Johnson, como candidato del Partido Libertario, quien llamó algo de atención, y su propia apuesta fallida por la nominación del Partido Republicano. Lo mismo ocurre con el senador Mike Lee, de Utah, quien ha estado a la vanguardia del ala conservadora constitucional del partido, junto con Cruz.
Pero la temprana desaparición de Paul en las primarias sorprendió incluso a los demócratas. Antes de la campaña de Trump, los republicanos como Paul discutieron sobre la construcción de una nueva mayoría, con la reforma de la justicia penal y la oportunidad económica atrayendo a los votantes no blancos, y un mensaje de reducción del gobierno que atrae a los
Millennials. Las primarias revelaron cuán poco apoyo activo había para este tipo de ideas; el único mensaje que Trump adoptó fue que EU debía evitar las guerras extranjeras a menos que fueran rápidas y en busca de recursos naturales.
“Te puedes quejar de los candidatos o del sistema, pero el mayor problema es que no hay un electorado que apoye los recortes radicales en el gobierno entre los votantes primarios o el electorado en general”, dijo Gene Healy, vicepresidente del Cato Institute. “Cualquier progreso hacia la reducción del gobierno y la expansión de la libertad va a ser lento e incremental, y es casi seguro que no vendrá de la política presidencial”.
La perspectiva de una reforma migratoria también es oscura. Ningún otro tema preocupó tanto a Trump en las primarias. Aunque Ryan y otros líderes del Partido Republicano han apoyado los esfuerzos bipartidistas en el pasado, saben que cualquier nuevo empuje podría ser peligroso y contraproducente, debido a una base partidaria que se identificó visceralmente con el muro propuesto por Trump a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México.
“Tiene que llevarse a cabo en etapas y por partes, no de una forma grande y masiva, que termine por desmoronarse bajo su propio peso”, dijo Ryan, en el Economic Club de Washington, al hablar sobre un pacto el próximo año.
El enigma de cómo construir el partido junto con la comunidad hispana es reciente y agobió a los republicanos hace cuatro años, después de que Romney pidió la “autodeportación” de los trabajadores indocumentados, lo que generó una oleada de conferencias, discursos y memorandos sobre cómo reconstruir el Partido.
Mientras el partido se preguntaba la manera en la que había malinterpretado el estado de ánimo del país y había permitido que Obama ganara un segundo mandato, por lo menos un republicano llamó al programa Fox and Friends, para explicar que el Partido necesitaba reducir inteligentemente algunos acuerdos —especialmente aquellos que habían alejado a los latinos. “Francamente, los republicanos deben tomar la delantera con respecto a la inmigración”, dijo. “Mira, nunca van a ganar otra elección a menos que hagan algo”.
Y después, Donald Trump colgó el teléfono.
Fuente: El Economista