Eran casi las cuatro de la tarde en Miami cuando el barco Adonia de Fathom de la empresa Carnival zarpó, el domingo primero de mayo de 2016, de las costas de Estados Unidos hacia Cuba. A bordo iban cerca de 700 pasajeros (todos con visas con fines culturales, deportivos, religiosos o académicos, porque los viajes de placer hacia la Isla, siguen prohibidos para los estadounidenses), quienes en medio de gritos de júbilo y protestas por parte de grupos de manifestantes que se oponían a esta travesía, partieron con rumbo a La Habana.
Pasaron cinco décadas para que otro crucero realizara esta misma travesía y fue uno de los momentos más simbólicos, desde que en diciembre de 2014 se anunciara oficialmente el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
Desde entonces las campanas se echaron al vuelo hablando de la transformación que sufriría la Isla, pero a más de dos años de aquel momento, esto se ha quedado más en palabras que en hechos reales que transformen la vida de los cubanos. Algunos especialistas entrevistados por Forbes Centroamérica advierten que detrás de la búsqueda de Cuba por mejorar las relaciones con EU, con la intención de que este país levante el embargo económico, existe un factor llamado Venezuela.
Desde que Hugo Chávez ascendió a la presidencia del país Sudamericano, esta nación ha sido uno de los principales sostenes económicos con los que cuenta la Isla. En 2012 este país concentraba 44% del volumen total del comercio exterior de Cuba.
Caracas también le suministra 105,000 barriles diarios de petróleo que cubren el 60% de las necesidades de la Isla y le compra servicios profesiones de médicos, enfermeras y maestros por un valor de 4,700 millones de dólares, según estimaciones de Carmelo Mesa-Lago, investigador cubano y catedrático emérito de la Universidad de Pittsburgh, hechas al diario El País el año pasado.
Pero esta ayuda podría no durar mucho. Sobretodo, ahora que la disidencia en Venezuela está presionando cada vez más fuerte con el objetivo de que se lleve a cabo el referendo revocatorio presidencial por medio del cual esperan destituir a Nicolás Maduro y esto podría derivar en cortar el apoyo a Cuba.
De hecho algunos de estos recortes derivados de la crisis interna venezolana ya empezaron a llegar, con la disminución del 20% de los suministro del energético a Cuba durante el primer semestre de 2016, según ha reportado la agencia de noticias Reuters.
“Desde hace unos cuantos años está claro que Venezuela no va a poder seguir subsidiando la economía cubana, principalmente a través del petróleo, debido a su propia crisis económica y política. Pienso que la decisión de acercarse a Estados Unidos de parte de las autoridades cubanas fue previendo el posible colapso o por lo menos la retirada de gran parte de ese apoyo”, indica Jorge Duany, director del Instituto de Investigación Cubano de la Universidad Internacional de la Florida (FIU, por sus siglas en inglés).
“Uno de los cálculos de la dirigencia es que, sobre todo, a partir de la muerte de Chávez, la llegada al poder de Maduro y el tambalearse de ese régimen político, aunado a la caída de los precios del petróleo es probable que esa relación privilegiada no va a durar para siempre y hay que evitar una vuelta a 1989 (cuando se disolvió la Unión Soviética), porque su sistema no aguantaría un golpe económico de esas proporciones y hay que buscar soluciones alternativas para evitarlo”, coincide Vanny Pettiná, investigador del Colegio de México especializado en temas de Cuba y la Guerra Fría.
Las reformas impulsadas por Raúl Castro desde 2008 más que por un factor ideológico de abrir la economía de Cuba, podrían deberse a la necesidad de buscar recursos que les permitan seguir manteniendo el mismo modelo político y económico, sin que esto genere un estallido social.
Como advierten los especialistas, si el sistema cubano resistió el impacto económico de la crisis de los 90 no necesariamente fue por represión, sino porque con las políticas redistributivas impulsadas desde la década de los 70 se había generado un consenso social en los años anteriores, elemento que esta vez podría no jugar a su favor.
Un año después de que Fidel Castro delegara en su hermano Raúl las funciones como presidente, éste último impulsó un diálogo público con el objetivo de realizar cambios importantes en la Isla. La necesidad de realizar estas reformas se debían entre otras cosas, al desplome de los sistemas de salud y educación; las trabas a la muy limitada iniciativa privada y la baja productividad de las zonas agrícolas, detalla Beatriz Bernal en su estudio “Cuba 2006-2010. Un panorama sobre las primeras reformas de Raúl Castro.”
Empezaron a plantearse entonces diversas transformaciones que incluían temas como la reforma salarial: para que no todos ganaran lo mismo; la reforma agraria con el objetivo de elevar la producción y reducir la importación de productos agrícolas.
Se buscó también impulsar, como en la década de los 90, el tema de los trabajadores por cuenta propia conocidos como “cuentapropistas”, quienes actualmente pueden obtener licencias para realizar 178 actividades que fueron autorizadas por el Estado: así como contratar empleados fuera de su familia y se autorizaron cooperativas de taxistas y transportistas, arriendo de locales a barberos, peluqueros, entre muchos más.
De igual forma se impulsó la Ley de la Inversión Extranjera, que ha sido uno de los pilares principales para que, desde el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos, haya empresas trasnacionales interesadas en buscar oportunidades de inversión en Cuba.
Pero muchas de estas reformas no han surtido los efectos deseados. En parte, esta podría ser una de las razones por la cuales la dirigencia cubana buscó mejorar las relaciones con los Estados Unidos. Aunque los especialistas advierten que este acercamiento podría no ser tan abierto y estrecho como se espera desde la unión americana.
“El impacto ha sido muy limitado. El gobierno de Cuba no ha facilitado que funcione la empresa privada, ni ha permitido que los cubanos se hagan socios de corporaciones extranjeras en la Isla”, advierte Jaime Suchlicki, director del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano Americanos de la Universidad de Miami.
El especialista agrega: si alguien va a invertir tiene que hacerlo con el gobierno de Cuba y específicamente con los militares que son los que controlan 60% de la economía de la Isla.
Si una empresa quiere instalar ahí una fábrica tiene que negociar con el Grupo GAESA (Grupo de Administración de Empresas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias), conglomerado conformado por más de 300 empresas estatales de Cuba que está bajo el control del ex yerno de Raúl Castro: Luis Alberto Rodríguez López Callejas, quien aprueba o no esa inversiones.
De igual forma, el sistema legal y la poca seguridad de las inversiones en Cuba, así como las regulaciones y prohibiciones establecidas hasta la fecha por el gobierno de Estados Unidos (el levantamiento del embargo se encuentra todavía atorado en el Congreso de esa nación) han complicado que empresas extranjeras puedan hacer negocios en este territorio.
Jorge Duany señala que los cambios en Cuba han sido muy modestos. “Diría yo, sobre todo, unilaterales”. En palabras del investigador de la FIU, no ha habido una respuesta recíproca por parte de las autoridades cubanas a muchas de las iniciativas de EU. “Las cambios, al menos mirándolos desde Estados Unidos, parecer ser muy lentos y cautelosos”.
La poca reciprocidad podría deberse a que las dos partes involucradas en este estrechamiento de las relaciones no buscan los mismos fines. Esto en el mediano y largo plazo plantearía escenarios distintos para Cuba.
“Son dos visiones distintas y hay que tener cuidado y no pensar que Raúl y la dirigencia cubana cambiaron de idea. Mi impresión es que se están readaptando e intentando hacer algunos cambios y que probablemente estén mirando a China. Es posible que estén pensando que el cambio lo van a conducir ellos y lo van a direccionar hacia donde ellos quieren. Por el lado norteamericano están pensando en términos completamente distintos. Habrá que ver quién va a tener la razón”, explica Vanny Petinná.
Con este panorama de por medio se plantean tres escenarios distintos que podría enfrentar esta isla del Caribe en los años por venir.
Escenario uno: Actualización del modelo
Si como ha dicho en más de una ocasión Raúl Castro dejará la presidencia en 2018, ello no implicará que deje el poder, pues recientemente fue reelegido como Secretario General del Partido Comunista Cubano, lo cual le garantiza esta continuidad hasta, por lo menos, más allá del 2020. Además, quien ocupe dicho cargo seguramente será otro militar perteneciente a la misma élite en el poder, quien daría continuidad a la Revolución cubana y sus principios, derivando en pequeños cambios económicos, pero prácticamente nada en la parte política.
Jaime Suchlicki va más allá y dice que la sucesión se debe mirar de dos formas: uno es ver quién es la persona que va a estar en lugar de Raúl, en donde suena algunos nombres como el de Miguel Ángel Díaz-Canel (Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado), Alejandro Castro Espín (el hijo de Raúl Castro, quien están a cargo de los servicios de inteligencia militar en Cuba) o Álvaro López Miera (Viceministro Primero)
“Pero hay otra forma de mirarlo: que es la manera institucional. Las instituciones que van a sucederlo son el Partido y las fuerzas armadas y esas no se van a disolver cuando ya no estén ni Fidel ni Raúl Castro, puesto que el poder en la Isla reside en el buró político del Partido que son 14 miembros, de los cuales ocho son militares.”
De hecho, en abril de 2016 se llevó a cabo el más reciente congreso del Partido Comunista de Cuba y para los analistas no dejó de llamar la atención que el grupo dirigente que se aprobó para el próximo lustro son básicamente los mismos rostros, muchos de ellos ya octogenarios, quienes conforman el liderazgo histórico de la Isla. Es decir, no hubo ninguna cara nueva.
Por ello, para Jorge Duany el escenario más probable es que el poder se mantenga con algún tipo de régimen pos Castro controlado por el Partido. “El propio gobierno ha dicho que está actualizando el modelo socialista, no reformándolo en la dirección de un modelo capitalista. La apertura, sobre todo, hacia el trabajo por cuenta propia y la inversión extranjera sugieren que si sigue esa dirección habrá una economía más mixta, siguiendo la experiencia de Vietnam o China, pero con pocos cambios en la parte política de permitir elecciones libres o partidos políticos que compitan por el poder”, agrega el investigador de la Universidad Internacional de Florida.
Bajo este panorama, con el acercamiento de Estados Unidos básicamente lo que se estaría buscando es una transición controlada que le permita a la dirigencia cubana mantenerse en el poder sin enfrentar estallidos sociales, ni grandes golpes económicos.
“No hay que banalizar el asunto, evidentemente estamos hablando de un apego a las ideologías del siglo XX, que les hacen imaginar una sociedad de tipo distinto. No es un dictadura ‘bananera’, sino que el objetivo es cambiar para mantener el sistema, porque aún piensan que este régimen político puede seguir readaptándose”, resalta Petinná, del Colegio de México.
La posibilidad de que del mismo Partido surja una figura que vaya en contra de los principios establecidos, como en su momento ocurrió con la URSS, para los especialistas todavía se ve lejana. “El modelo cubano es mucho más militarizado que el soviético y es un modelo que es un ‘arroz con mano’ que no funciona, porque ni es comunista, ni socialista”, asegura el catedrático de la Universidad de Miami.
Suchlicki no tiene dudas que el único panorama probable en los próximos años es este. “La intención de buscar el acercamiento con Estados Unidos es sobrevivir e ir resolviendo sobre la marcha. Lo que quieren es asegurarse que haya una sucesión política y que aquello no se desmorone, pero no van a cambiar el sistema sólo porque los estadounidenses están dispuestos a invertir ahí.”
Escenario dos: Cambio generado por la presión social
Un factor que podría salirse fuera del control de los cálculos de la dirigencia cubana es la transformación social que pudiera venir de los cambios económicos, lo cual derivaría en el empoderamiento del ciudadano de a pie y generar un cambio radical.
Es sabido que hay empresas extranjeras buscando oportunidades de inversión en el país, en donde, por ejemplo, compañías de telecomunicaciones como Verizon, T-Mobile o Sprint ya han firmado acuerdos con la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa) para ofrecer sus servicios en ese país. Esto les dará a los cubanos mayor acceso a servicios de telefonía e internet.
Por banal que parezca, ha habido movimientos generados a través de internet que han provocado estallidos sociales, ejemplo de ello, la Primavera Árabe, que aunque para los expertos haya resultado en un fracaso, surgió de una movilización ciudadana basada en las redes sociales y en elementos que eran difíciles de imaginar que tendrían tanta repercusión.
Esta podría ser una de las apuestas del mismo Barack Obama al buscar este restablecimiento de relaciones. Es decir, que la apertura económica y el mayor acceso de los cubanos a diversos productos y servicios a los cuales no estaban acostumbrados comience a generar una mayor presión social, la cual desemboque en un cambio importante, quizá con tensiones internas en la dirigencia “porque hasta ahora las fuerzas armadas se han mantenido siendo parte del mismo sistema”, dice el especialista del Colegio de México.
En sintonía, Jorge Duany asegura que de acuerdo con las declaraciones del Departamento de Estado y la Casa Blanca. “El Gobierno le están apostando a lo que ellos llama el empoderamiento del pueblo cubano. La premisa es que los cambios van a venir primero del lado económico y después de la parte política. Pero si uno mira la experiencia de China o Vietnam parecería que no necesariamente es así, en donde la relación entre lo económico y lo político no es una relación ni directa, ni necesaria”, reflexiona el académico.
Un elemento que podría tener un peso importante en este panorama sería el fallecimiento de Fidel y quizá también de Raúl Castro, en donde no quedara, como parece que no existe, una figura suficientemente fuerte que los sustituya y logre la cohesión necesaria para mantener intacta la situación no sólo económica, sino política y social en la Isla.
Escenario tres: ¡Cuba capitalista!
En el escenario más improbable de los tres, al menos en lo que observan los especialistas hasta el momento, Cuba se abriría al capitalismo.
Pero aún en una visión en donde si bien no sea hacia el capitalismo, sino hacia estos modelos llamados Socialismo de Estado o Capitalismo de Estado, siguiendo la experiencia de Vietnam (que algunos analistas aseguran se ha convertido en una obsesión para Raúl Castro) en donde la isla se abriera de manera importante hacia la economía de mercado, aunque con un partido único: Cuba tiene muchos asuntos pendientes por resolver para ser un país realmente atractivo a la inversión extranjera.
Desde el anuncio del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos y apoyados por la Ley de Inversión Extranjera se ha insistido que hay muchas empresas interesadas en buscar oportunidades de inversión en ese país. Un hecho que para muchos especialistas es más de titulares en la prensa que de realidades en La Habana.
Fuera del sector turismo y los servicios conexos en donde Cuba ha venido creciendo de manera importante desde hace un par de décadas y que con la llegada de visitantes estadounidenses podría detonarse a un más; las oportunidades de inversión en otras industrias parecen menos atractivas.
“Cuba es un país pobre con una población de 11 millones de personas, sin una base mineral importante, fuera del Zinc, y con problemas en la tierra cultivable de una plaga llamada ‘marabú’ (una hierba que complica las labores agrícolas). Además se requiere infraestructura, carreteras, procesos para vender en el mercado internacional, etc. Entonces no es fácil”, dice Suchlicki, quien está convencido que este país no es un mercado atractivo para la inversión estadounidense. ¿Quién va a poner una fábrica en Cuba? ¿De qué, de computadoras, de zapatos, de ropa? “Los cubanos no van a trabajar por cincuenta centavos al día como lo hacen los vietnamitas”, sostiene.
Otro problema para las compañías extranjeras es que para invertir en Cuba están obligadas a hacerlo en asociación con el Estado. Así se evidencia en el documento “Cartera de Oportunidades de Inversión Extranjera 2015” en donde resalta que durante 2014 sólo el 5% de los negocios eran de capital totalmente extranjero, mientras los contratos prevalecientes eran de empresas mixtas con el 50% y el restante 45% correspondían a Contratos de Asociación Económica Internacional.
Dicho documento resalta que los sectores más atractivos para el capital extranjero son el turismo, las actividades de minería y energía. Agrega que en los negocios con inversión extranjera no habrá libre contratación de la fuerza de trabajo.
En sectores como la extracción de recursos naturales, la prestación de servicios públicos, el desarrollo de biotecnología, el comercio mayorista y el turismo la participación cubana será siempre mayoritaria, acota la Ley de Inversión Extranjera.
En la Zona Especial de Desarrollo Mariel, un área ubicada al este de la Habana, se están buscando detonar diversos proyectos, la mayoría a través de inversiones mixtas con participación las empresas del Estado. Desde hace varios meses- explica Jorge Duany- ha habido visitas de funcionario de Cuba a Estados Unidos para tratar de captar el interés de las corporaciones para atraer capital a estos proyectos.
Pero un texto de Carmelo Mesa–Lago, resalta que en los últimos dos años ha habido 400 proyectos de inversión en la zona de Mariel, “sólo se han aceptado 11; a este ritmo costará 72 años aprobar el resto”.
Para los especialistas los cambios ocurridos hasta ahora han sido más lentos de lo que se esperaban.
Como resume Vanni Pettiná “es difícil hacer predicciones. Lo que sí es claro es que tenemos dos estrategias en plena contradicción. Sí hay acercamiento y hay apertura de sedes diplomáticas, sí hay relajamiento de tensiones, pero no porque en el fondo ambos se hayan aceptado mutuamente. La coyuntura favoreció el acercamiento, pero cada uno desde su posición está viendo hacia direcciones completamente distintas. Uno le está apostando a la democratización, el otro a una continuación de la parte sustancial de lo que fue la Revolución Cubana desde un punto de vista político institucional.”
Fuente: Forbes