Hillary Clinton llega favorita a unos comicios abiertos a la sorpresa

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Aletia Molina

Hillary Clinton puede convertirse en algunas horas en la primera presidenta (electa) de Estados Unidos, número 45 en la relación de mandatarios del país. Ya era la favorita, pero el archivo final del caso de los emails, el fantasma que le ha perseguido desde que se lanzó a la carrera electoral, oxigenó ayer su cierre de campaña. Todas las encuestas la sitúan en cabeza. Casi todos los gurús apuestan por el azul demócrata. Unos le otorgan ya de partida más de los 270 delegados electorales necesarios para su proclamación. Otros, más prudentes, abren la disputa de un centenar largo de ellos, repartidos por una quincena de estados indecisos, y colocan a Clinton por debajo del umbral. RealClearPolitics, la más ponderada por elaborar la media de todos los sondeos, dejaba abierta anoche la pugna: 203 delegados seguros para Hillary, 164 para Trump y 171 en disputa. Entre estos últimos, es favorita la demócrata. Pero la cautela se ha abierto paso los últimos diez días.

El arreón final de Donald Trump, más cerca que nunca en los sondeos, y el enrarecido ambiente de división en una sociedad de espaldas a sus políticos, arrojan incertidumbre. Las dudas sobre un voto oculto se mezclan con los indicios de los más de 40 millones de votantes madrugadores: una histórica movilización de los hispanos y un efecto llamada entre las mujeres (favorecen a Clinton) chocan con una participación no menos masiva del votante tradicional y del trabajador de raza blanca (favorece a Trump). A todos, al mundo entero, y también a los inquietos mercados, nos toca esperar apenas medio día…

La última jornada de campaña fue una de las más favorables para Clinton. El anuncio del director del FBI de archivar definitivamente la investigación de los nuevos correos electrónicos, tan inesperado como el que había propinado el mayor giro a la carrera electoral, allanó la empinada cuesta final de la candidata. Las apelaciones de Trump a los «amaños de un sistema corrupto», bajo el argumento de que es «imposible» revisar 65.000 correos electrónicos en una semana, intentaron eclipsar una de las pocas buenas noticias que ha recibido Clinton en su particular vía crucis electoral. Su marido Bill y el matrimonio Obama facilitan en la noche del lunes la puesta en escena final en Filadelfia (Pensilvania), una imagen de unidad que contrasta con el desperdigado frente republicano.

Las estrellas, con Hillary

Los dos matrimonios, con Chelsea Clinton, y un colofón musical orquestado por el Boss (el Jefe), Bruce Springsteen, la última de las innumerables estrellas que han arropado a la candidatura de Hillary, conforman la idílica postal con la que combatir el asalto del magnate a uno de los estados demócratas por excelencia. Desde 1988, cuando George W. H. Bush se alzó con la presidencia del país, ningún republicano ha osado hacerse con The Keystone State (el estado piedra angular).

El candidato republicano era consciente de que su llegada a la Casa Blanca era difícil. Pero no imposible. En su último salto mortal, Donald Trump ha lanzado su último órdago: el asalto al «muro azul», los estados industriales, indiscutiblemente demócratas durante décadas y que necesita hoy para lograr su gesta. «¡Esto va a ser el Brexit multiplicado por cincuenta!», se desgañitaba el millonario en su maratón final, que llevó en un día su «Make America Great Again» a otros cinco estados. No sólo Pensilvania. Michigan se ha convertido en el otro bastión progresista al alcance del candidato republicano. Más complicado aún, las mayorías demócratas en el estado de los lagos han sido aplastantes desde el éxito de Bush padre. Pero Trump ha abierto una vía de agua en esta ocasión en el acorazado de Obama y Clinton con una ardiente soflama en defensa del trabajador de clase media y baja que ha perdido poder adquisitivo por culpa de «los grandes acuerdos comerciales», que, según asegura, se llevan su empleo a otros países. La conexión de Trump con la bolsa de voto demócrata no tiene precedentes, a la espera de confirmar hoy si el botín le permite darle la vuelta al tablero. Ohio y New Hampshire también están en su punto de mira.

La alta participación hispana en el voto anticipado le augura problemas, sobre todo en Nevada, Arizona y Florida. Sólo en el estado soleado, que el magnate debe ganar para mantenerse vivo en la pelea, la campaña de Hillary Clinton calculaba ayer que han votado el doble de latinos que en 2012. Aproximadamente un millón, frente a los 500.000 de hace cuatro años. Está por ver si la movilización blanca a su favor y la caída del voto afroamericano contrarrestan las aparentes buenas noticias para la demócrata.

Pronósticos

En un país acostumbrado a navegar entre multitud de encuestas, los pronosticadores también son legión. Hay hasta bolas de cristal, como la del profesor Larry J. Sabato, de la Universidad de Virginia. La Sabato´s Crystal Ball situaba anoche los delegados en un 293-214 a favor de Clinton. Para Nate Silver, del célebre sitio FiveThirtyEight, las probabilidades están en un 67,6%-32,3%, también para la demócrata. En su sección The Upshot, The New York Times lo reparte en un 84%-16% a favor de Clinton. Uno de los pocos gurús que prevé la victoria de Trump es el profesor Allan Lichtman, de la America University, quien presume de haber predicho todos los presidentes desde 1984. Su sistema se basa en la respuesta a trece preguntas estándar sobre el mandato anterior.

Fuente: ABC

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Aletia Molina