Brújula
Ana Paula Ordorica
División, cambio, shock y miedo. Son las palabras que más escuchamos el día después de la elección en la que los norteamericanos votaron por Donald Trump para que sea el presidente número 45 de Estados Unidos.
Shock porque nadie imaginó que iba a ganar un candidato que llegó con tan solo el 42 por ciento de las preferencias a la jornada electoral porque esto nunca había ocurrido. Habría que remitirnos al año 1996 para encontrar a un candidato que llegó a la elección con tan bajas preferencias. Fue Bob Dole y perdió estrepitosamente ante Bill Clinton.
Así que pocos creían que Trump ganaría. Ni la gente de su equipo veía este escenario. El lunes por la mañana pude platicar con un encuestador de la campaña de Trump quien me confesó, off-the-record, que los números no le daban para ganar. De los 270 votos del Colegio Electoral que necesitaba, las mejores predicciones lo tenían en 240.
Cuando le pregunté si estaría al día siguiente en Nueva York para el festejo (que en ese momento parecía una broma usar esa palabra) de Trump en el Hotel Hilton, me respondió que tenía un viaje tradicional con su familia en esas fechas y que había decidido mantenerlo ya que no pensaba que nada interesante ocurriría en la Gran Manzana. Vaya error de cálculo.
División porque eso fue lo que le dio el triunfo a Trump: la división entre aquellos que apoyan las instituciones o el establishment y quienes están hartos de un sistema que sienten que no les ha respondido.
Cambio porque eso fue lo que gritaba el electorado desde hace años. Me atrevo a decir que desde que Obama se presentó como candidato viable en el año 2004. Pero Obama decepcionó a muchos. Si bien su personalidad atrae, su gobierno no. Y Trump supo ahora presentarse como el candidato que sí va a lograrlo. Que va a hacer a Estados Unidos grande otra vez. Que hará las cosas de manera distinta en Washington.
Y vaya que institucionalmente se le puso relativamente fácil a Trump dado el control que gana el partido republicano, no solo del poder ejecutivo. También del legislativo, con mayorías en ambas cámaras por primera vez desde la intermedia del 2006. Y en el judicial, dada la vacante en la Suprema Corte que llenará él como presidente.
La capital de Estados Unidos se pinta completamente de rojo mientras el resto del país se muestra entre incierto y enojado por lo que pasó y por lo que viene.
Han resurgido, como anotó el editor del New Yorker, David Remnick en un espléndido artículo escrito a las 2:40 am – apenas cuando se confirmó el triunfo de Trump, nuevas guerras culturales: el papel de los mexicanos, de las mujeres, de sus cuerpos…con un estilo -si se puede usar esta palabra – simplemente indecente que Trump y sus simpatizantes justifican con el mantra de que se deshicieron de lo políticamente correcto.
Y por ello las manifestaciones de #LoveTrumpHates #NotMyPresident y hasta una iniciativa para que California se independice de EUA, #CalExit.
Lo que hay ahora son preguntas: ¿Cómo y qué va a hacer Donald Trump como presidente? ¿Va a cumplir o cuando menos intentará cumplir con sus promesas de campaña? ¿Va a construir el muro? ¿Va a rechazar el TLCAN? ¿Va a encarcelar a Hillary Clinton?
El poder con el que llegará a La Casa Blanca es enorme. Y me temo que una vez más estamos viendo que las instituciones y todo aquello que generó el entorno que permitió que Trump ganara están cometiendo el mismo error en el que ya incurrieron dos veces antes: subestimarlo.
Ocurrió cuando se postuló y nadie creía que ganaría la nominación republicana y ocurrió cuando se enfrentó a Hillary Clinton y nadie creyó que ganaría la presidencia. Ahora veo a muchos pensando que Trump se va a moderar como presidente. Que una vez en La Casa Blanca no va a hacer ni a llevar a cabo todo aquello que estuvo prometiendo en campaña.
En los medios de comunicación norteamericanos vemos a comentaristas y analistas decir que ni Donald Trump cree en aquello que él mismo ha dicho. Y que las instituciones, los checks and balances, lo mantendrán en línea. ¿No es volver a subestimarlo pensar así?
Pronto sabremos. Por lo pronto ya hay una cuenta regresiva. Faltan 1452 días para la próxima elección presidencial en EUA. Noviembre 3, 2020.
@AnaPOrdorica