Francisco Fonseca Notario
El 26 de julio de 1953, Fidel Castro y un grupo de insurgentes irrumpieron en el cuartel de Moncada en la ciudad de Santiago de Cuba, marcando con este evento el inicio de las hostilidades para recuperar a la bella isla caribeña de la dictadura de Fulgencio Batista.
Fidel Castro Ruz, uno de los personajes más controvertidos de los últimos sesenta años, cumplió 90 años de edad el pasado 13 de agosto. Tan solo ayer, hace unas horas, murió y pasó a la inmortalidad. Una muerte anunciada por él y lamentada por millones.
Un capítulo grande de la historia del mundo está dedicado a consignar su presencia como guerrillero insobornable contra la tiranía batistiana, como líder patriota defensor de su pueblo ante las agresiones internacionales, y como gobernante revolucionario que, con el indudable apoyo popular, ha podido transformar el rostro de Cuba, isla que por su situación geográfica de interés estratégico, siempre ha sido eje y espolón del devenir del nuevo mundo, botín filibustero, guarida natural de aventureros y rebeldes, nido de leyendas románticas y de hazañas inverosímiles.
Fue enorme la hazaña de Fidel Castro quien, junto a Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos y un puñado de jóvenes de barba crecida y espíritu limpio, bajó de la Sierra Maestra para hacer posible el gran viraje histórico en esta parte del planeta.
Fidel Castro inauguró un nuevo lenguaje en las relaciones internacionales. Su palabra comprometida encendió la hoguera americana. Los conceptos de soberanía nacional, de patria libre, de independencia, cobraron inusitado vigor y fue otro -desde entonces- el destino de América Latina.
Hombre combativo, Fidel Castro resistió todos los embates: de los impacientes que no han quisieron saber de sacrificios pero tampoco de dignidad y menos de esfuerzo sostenido; y de quienes, por defender sus intereses monetarios no tuvieron escrúpulos para destituir leyes, países, pueblos enteros. Hoy Cuba permanece aislada del resto del mundo por leyes absurdas, y seguramente así seguirá. Pero ello no ha sido impedimento para que, junto a su inmensa depauperización, se levante como un pueblo con un altísimo índice educacional, con los últimos y mejores avances en la medicina y con su crecimiento deportivo que la colocan en el primer lugar de la región.
Recuerdo aquella poesía de Pablo Neruda en la que hacía reverdecer la selva caribeña con la montaña y el fusil: “Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen palabras en acción y hechos que cantan”. También nuestro grande poeta Jaime Sabines dedicó al comandante Castro un poema que se titula: ¿A quién se le ocurre nacer héroe en tiempo de mercaderes, Fidel? Y sigue diciendo: El último caudillo de América / se va a morir de soledad o será aplastado por su pueblo / que ya no aguanta la barriga vacía. /A este pronóstico deportivo / apuestan hoy las democracias y tú oyes crujir el techo / de la casa que levantaste y sientes que tus sueños se desmoronan / que caen sobre ti, a pedazos, la maldita esperanza, el amor al hombre. / Quisiera decirte que te salves /pero no te salves Fidel. / Eres la dignidad / y algún día la dignidad será sacada como un brillante / del corazón profundo de la tierra.
Fidel Castro está más allá de cualquier opinión malsana, porque será la historia -la que empezará a escribirse a partir de hoy- la que deberá juzgar su aportación social y su estatura moral.