Poco se sabía sobre este fenómeno, hasta que a comienzos de la década de 1990, «en una serie de experimentos brillantes» con levaduras de panadero, según el Karolinska, Oshumi identificó los genes de la autofagia. El investigador japonés trabajaba entonces en el Instituto de Tecnología de Tokio.
«Los descubrimientos de Ohsumi condujeron a un nuevo paradigma en nuestra comprensión sobre cómo la célula recicla su contenido», prosigue el comunicado. El japonés observó que las células humanas empleaban una maquinaria similar a la de las levaduras. Desde entonces, la comunidad científica ha detectado que las mutaciones en los genes de la autofagia pueden provocar enfermedades. Y que el propio proceso de autofagia está implicado en varios trastornos, incluyendo el cáncer y el párkinson, además de participar en la respuesta a las infecciones y en la adaptación a la falta de alimento.
El científico belga Christian de Duve acuñó el término autofagia. Ganó el premio Nobel de Medicina de 1974 por el descubrimiento del lisosoma dos décadas antes. Su equipo había descrito un nuevo orgánulo celular que contenía enzimas que digerían proteínas, azúcares y grasas. Posteriormente, se observó que la célula podía llevar grandes cantidades de material al lisosoma para su degradación, dentro de vesículas llamadas autofagosomas.
Las células emplean la autofagia para obtener energía y materiales de manera rápida en caso de inanición o situaciones de estrés. En infecciones, las células también utilizan la autofagia para eliminar bacterias o virus invasores. El mecanismo sirve a su vez como sistema de control de calidad para deshacerse de proteínas u orgánulos defectuosos, que van surgiendo de manera natural con el envejecimiento.
Científicas del campo en el que fue pionero Ohsumi han celebrado el galardón de su colega japonés. «El premio Nobel es muy merecido y además, hay que reconocer la gran generosidad de la comunidad científica japonesa que trabaja en autofagia con los equipos de todo el mundo. Nos han facilitado todo para que pudiésemos ayudar a avanzar este campo», ha afirmado Patricia Boya, responsable el grupo que estudia las funciones de la autofagia en la fisiopatología de los organismos en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. Caty Casas, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona, considera que este Nobel «reconoce por fin este proceso en toda su magnitud».
Muchas quinielas previas al anuncio apuntaban a la herramienta CRISPR de edición genómica como ganadora del Nobel de Medicina de 2016. Uno de los candidatos era el microbiólogo español Francis Mojica, descubridor de este sistema de cortapega genético en las bacterias. Finalmente, el Nobel ha ido para el campo de la autofagia, aunque la comunidad científica da por hecho que la técnica CRISPR recibirá el premio en futuras ediciones.
Fuente: El País