Thalía no puede negar sus orígenes, incluso ella misma los recuerda al decir que aún se siente como la chica de la colonia Santa María la Ribera. La cantante tampoco niega su pasado y a pesar de las grandes producciones discográficas, sigue provocando gritos con su Rosalinda y sus dos Marías (la del barrio y Marimar).
Con todo y eso la cantante no escatima en la producción de sus conciertos. Grandes pantallas, videos musicales, bailarines y vestuario digno de una alfombra roja en medio de la realeza es como la también actriz arma sus conciertos.
La parafernalia es aplaudida por sus “amores”, ellos quienes se encargan de hacer los coros cuando ella deja de cantar. Ellos quienes un lunes por la noche llenan todas las butacas del Auditorio Nacional. Ellos que la reciben con aplausos y hasta le limpian el sudor; ellos que también la sostienen cuando al más estilo de una rockstar se lanza a los brazos de sus fans.
Por casi dos horas y más de 30 canciones, Thalía no sólo presentó su más reciente material que está lleno de ritmos latinos. También cantó una canción de Juan Gabriel, “Insensible”, tocó la guitarra, bailó y estuvo cerca de sus seguidores.
El final llegaría con los temas que la han hecho popular entre la comunidad lésbico-gay y así las banderas del arcoíris aparecieron y el grito de “A quién le importa” no tardó en hacerse oír. El último tema sería “Arrasando” y con ella todos sus bailarines, sus cinco músicos y coristas la acompañarían para decir adiós.
Y antes de dejarla ir, los fans de las primeras filas le entregaron una variedad de banderas de los diferentes países que estaban esta noche. Brasil, Argentina, Chile y México, fue con esta última que se despidió y agradeció a su tierra de origen.
Fuente: Informador