En medio del gran desánimo sobre México que percibo en nuestro propio país, recientemente leí con atención un artículo de Jonathan Tepperman en el diario estadounidense The Washington Post, titulado: “How Mexico’s president may have rescued his country” (14 de octubre). En su ensayo, Tepperman lleva a cabo de manera cualitativa un análisis costo-beneficio, en el que reconoce las profundas debilidades y graves errores que ha observado la presente administración –desde los casos más graves de corrupción, hasta la mala ejecución de la invitación del candidato Republicano Donald Trump-, pero rescata el gran éxito de haber logrado la aprobación de las reformas estructurales. En mi opinión, a Tepperman sólo le faltó hablar de la muy mala estrategia de comunicación que ha tenido este gobierno y que desafortunadamente no ha corregido. Considero que este factor ha sido clave para que no exista una evaluación más balanceada entre la población y que ha propiciado que el desánimo se exacerbe. Desafortunadamente esto “sí cuenta mucho” (“La mala comunicación del gobierno federal”, 19 de julio).
Como he expresado con anterioridad, la administración liderada por el presidente Enrique Peña Nieto ha tenido el logro más importante en términos de aprobación de reformas estructurales en la historia reciente de nuestro país. En mi opinión, estos logros sólo se comparan con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que ha sido el motor económico de nuestro país en los últimos veinte años. No se trata de ser optimistas sin razón, sino en hacer una evaluación balanceada de lo que ha ocurrido en nuestro país en los últimos años. En este sentido, considero que
México hoy no está en recesión gracias a las reformas estructurales aprobadas.
Basta con echar un vistazo a la economía global. Ésta se encuentra en un impasse de crecimiento muy bajo (~2.5 por ciento o ~1.7 por ciento excluyendo China) y en algunos casos en recesión (e.g. Argentina, Brasil, Venezuela y Rusia, por mencionar algunos). Por otro lado, tampoco podemos decir que nuestra economía está “a flote” porque la economía de Estados Unidos esté observando altas tasas de crecimiento. Se estima que el PIB en EU crecerá alrededor de 1.5 por ciento este año, con un crecimiento nulo de la producción manufacturera, nuestro “vínculo económico” más relevante con la economía de nuestro vecino del norte. Aun así es probable que nuestro país crezca este año a una tasa cercana al 2 por ciento, a pesar de los tres recortes significativos al gasto público (que considero que quitarán cerca de 1 punto porcentual de crecimiento este año).
Sin una reforma fiscal –de la que tanto nos hemos quejado por haber quedado “trunca”-, en la que se disminuyó la dependencia fiscal de los ingresos petroleros de más de 35 por ciento a 22 por ciento actualmente, estoy seguro que hoy las agencias calificadoras ya nos hubieran bajado la calificación de deuda soberana y que el gobierno estaría buscando aprobar una reforma fiscal recaudatoria de emergencia, que además nos llevaría muy probablemente a una recesión el año que entra (i.e. tasas negativas de crecimiento). Sin una reforma de telecomunicaciones, la inflación se encontraría al menos un punto porcentual arriba de donde se encuentra actualmente (~2.8 por ciento). Es decir, alrededor de 4 por ciento. Una de las consecuencias sería que no se hubieran registrado las ganancias reales que se han observado en los salarios en los últimos dos años y que –entre otras cosas-, han permitido al consumo privado crecer a tasas superiores al crecimiento del PIB. Por otro lado, probablemente el Banco de México hubiera tenido que instrumentar un ciclo de política monetaria restrictiva desde el año pasado, teniendo un impacto negativo en la actividad económica. Sin una reforma laboral, el empleo formal no hubiera crecido casi al doble de la tasa de crecimiento de nuestra economía desde que se aprobó en el 2012 y probablemente el crédito de la banca comercial no estaría creciendo a tasa de doble dígito y la penetración crediticia no hubiera crecido de 14.1 por ciento del PIB a finales de 2012, a 17.1 por ciento actualmente, en donde la reforma financiera también ha tenido un papel importante, particularmente en cuando a la información disponible sobre el comportamiento crediticio de las personas. Seguro existen otras reformas que ya han tenido impactos iniciales en la economía, pero considero que estos son los más visibles hasta el momento.
No cabe duda que tener un régimen de tipo de cambio flexible –con políticas fiscal y monetaria responsables-, ha hecho que sea el peso mexicano quien absorba los choques externos, en lugar del PIB y el empleo. No obstante lo anterior, considero innegable que las reformas estructurales han brindado un blindaje adicional a nuestra economía, que le ha permitido crecer sin recesión.
Twitter: @G_Casillas
*El autor es Director General Adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte.