Ana Paula Ordorica
Las Vegas, Nevada.- Vaya problema en el que están metidos en Estados Unidos. Hasta ahora se habían salvado de tener a un individuo que se presentara a sí mismo como el redentor del país y que fuera lo suficientemente atractivo para un número importante de electores. Pero parece que ese momento ya les llegó con Donald Trump.
Tras este tercer debate entre él y Hillary Clinton queda claro que el 8 de noviembre no marcará la conclusión del periodo electoral y el regreso de los estadounidenses a la vida cotidiana. A partir del día 9, no importa si gana ella o gana él, el país tendrá que enfrentar una fuerte crisis política.
Trump ya dejó en claro, durante el debate y al día siguiente en el rally que sostuvo en Ohio, que no está dispuesto a aceptar los resultados del 8 de noviembre…salvo si él gana.
Esta es una declaración que, como ya anotábamos el martes pasado en este espacio, no tiene precedente en los más de doscientos años de democracia estadounidense. El reconocimiento de que en democracia se gana y se pierde es uno de los pilares de su sistema electoral. Y Trump está amenazando los dos extremos de este balance al decir que si pierde, será fraude. Y si gana, meterá a la cárcel a Hillary.
Momentos de tensión en los que se ha tenido que revisar la votación han existido antes. La más conocida y reciente ocasión fue la elección del año 2000 en la que Al Gore ganó el voto popular pero George W. Bush se quedó con el triunfo del colegio electoral por una decisión de la Suprema Corte que llevó al Vicepresidente a reconocer en unas horas que había perdido.
¿Habría sido igual de sencillo para Gore conceder la derrota si Bush lo hubiese estado amenazando con que de llegar a la presidencia lo metería en prisión? Desde luego que no.
Por increíble que parezca, esta amenaza a este pilar fundamental de la democracia en EUA no está provocando que los que pensaban votar por Trump recapitulen. Por el contrario. Sus simpatizantes duros están convencidos que el sistema electoral tiene fallas que favorecen a ‘la Chueca de Hillary’ y quieren que Trump ponga un hasta aquí.
Ayer publicó YouGov una encuesta hecha a quienes vieron el debate y el 68 por ciento de éstos votantes cree que los candidatos deben comprometerse a aceptar los resultados de la elección. Y ese otro 32 por ciento que no opinó igual ¿apoyan un desconocimiento? ¿Quiénes son? ¿Hasta dónde estarían dispuestos a llegar con tal de disputar el resultado electoral si es que no están de acuerdo con éste?
Los enojados con como funciona Washington van a seguir respaldando a Trump pasado el 8 de noviembre. ¿Qué significará esto para el partido republicano? Esa es la gran pregunta que queda tras este debate.
¿Se dividirá el partido y surgirá un tercero que ponga fin al bipartidismo en EUA? ¿Qué tan agresivas serán las reacciones de los simpatizantes de Trump si éste no gana la elección de noviembre?
Las encuestas dejan claro que Hillary triunfará el 8 de noviembre. Su camino a los 270 votos del colegio electoral han ido mejorando debate con debate. Pero parece que cuando ya teníamos la respuesta a la interrogante sobre el 8 de noviembre, ahora las preguntas sobre este periodo electoral han cambiado.
Ahora la mira está puesta en el día siguiente y lo que esto significará para la democracia en EUA, desde luego, pero también para la estabilidad de ese país cuyos efectos tienen consecuencias en el mundo entero y especialmente en ese país vecino del sur, en México.
@AnaPOrdorica