Como una premonición, en una fecha cercana a su cumpleaños, el 19 de agosto, Génesis Urrutia grabó un mensaje de despedida a su madre. “La muerte no tiene edad”, le dijo al verla muy enferma. Después agarró el teléfono y registró cuánto la quería y lo mucho que le agradecía todo lo que le había dado. A cuatro días del entierro de su hija, Ramona Ramírez Ureña rescata ese recuerdo sentada en el porche de su vivienda en Jáltipan, un municipio de unos 33.000 habitantes a casi cuatro horas en coche del puerto de Veracruz.
En esta modesta localidad del sureste de México, al igual que en el resto del Estado, la violencia campa a sus anchas. “El día que sepultamos a mi hija mataron a un médico de 26 años, le robaron la camioneta. El vehículo acaba de aparecer a unas calles de aquí con un cadáver dentro. Todos los días asesinan a alguien”.
Génesis Urrutia, de 22 años, estudiaba el último semestre de comunicación en la Universidad Veracruzana. El jueves 29 de septiembre, después de las 16.30 horas desapareció junto a otros tres jóvenes: Leobardo Arano, un contador de 24 años recién licenciado; Octavio García Baruch y Andrés García, estos dos alumnos del Instituto Tecnológico. La presión de los padres y los altos índices de violencia que arroja Veracruz, donde los homicidios se han duplicado en el último año, hizo que el caso acaparara la atención mediática. No fue hasta el 8 de octubre que los familiares recibieron noticias de la Fiscalía. “Cuando fuimos a identificar los cuerpos éramos sólo tres familias”, explica la madre de Génesis. La denuncia por la desaparición de Andrés García fue puesta un día después que la del resto de chicos y en otra comisaría, por lo que las autoridades no hicieron un seguimiento conjunto. “Había cinco cadáveres. Los cuerpos de los hombres estaban mutilados de una pierna, pero el fiscal nos dijo que a nuestra hija, dentro de lo que cabe, la habían respetado y estaba entera. Un cuarto cuerpo pertenecía a un taxista de 32 años y el quinto quedó sin identificar”. Según la versión de las autoridades, los restos fueron hallados en una carretera de Camarón de Tejeda, a unos 70 kilómetros de Veracruz. Octavio García tenía otro hermano desaparecido desde el 20 de octubre de 2015, fecha en la que fue visto por última vez junto a varios estudiantes de Medicina. La familia del joven niega vínculos con el crimen organizado.
En agosto de este año el Estado fue la entidad más violenta de México, con 229 homicidios dolosos. En el mismo mes de 2015 hubo 58 asesinatos. En lo que va de 2016 la cifra asciende a 872, mientras que el año pasado cerró con 615. “El aumento de la violencia responde a varios factores: la disputa entre grupos criminales, ya no solo entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y Los Zetas, sino también a peleas internas entre bandas del Golfo, los Zetas y otras organizaciones criminales”, explica el experto en seguridad Alejandro Hope. “Además, el incremento de la actividad delictiva se debe a una transición de Gobierno desorganizada”. Expulsado del PRI y acorralado por las denuncias de corrupción, el pasado miércoles el gobernador del Estado, Javier Duarte, se separó del cargo. La Procuraduría General de la República lo investiga por enriquecimiento ilícito. A Duarte le quedaban menos de 50 días en el poder antes de ser sucedido por Miguel Ángel Yunes, del derechista PAN.
La desaparición
El miércoles 28, Génesis acudió a su última clase a las seis de la tarde, Proyectos de Comunicación y Desarrollo de Emprendedores. Una amiga caminó con ella hacia el autobús, pero charlaron pocos minutos, según su relato. Desde su vuelta de Ecuador, donde estudió becada unos meses gracias a sus buenas calificaciones, Génesis vivía sola en una casa que sus padres habían comprado en la zona.
El jueves a las 8.30 horas, como cada día, Ramona Ramírez llamó a su hija. “Me dijo que tenía sueño, no era de levantarse temprano”. Génesis desayunaba siempre en casa, sobre todo fruta y yogur. “Quería ser modelo, pero nunca le permití que se dedicara a eso al terminar la prepa [el bachillerato]”. La popular joven, aficionada a la literatura de Carlos Fuentes y al ajedrez, participaba también en un proyecto para mejorar la ortografía y apoyaba a una fundación que daba hogar a animales de la calle. Planeaba, además, estudiar un posgrado en España.
Después de levantarse esa mañana, Génesis escribió a un amigo fotógrafo para felicitarle por su cumpleaños. Fue un mensaje escueto, relata el joven por teléfono. A las 11.40 el celular de su madre volvió a sonar: “Mamá, te amo. Que tengas un lindo día en el trabajo”, decía el texto. Nadie la vio ya ese jueves en la facultad, pese a tener clase. “A las tres le marqué, pero su teléfono ya me mandó a buzón”, cuenta Ramírez. A las 16.13, Leobardo Arano publicó en la red social SnapChat un autorretrato de ambos en una habitación. Los vecinos de Génesis la vieron salir del domicilio acompañada de dos muchachos a las 16.30, los tres entraron en una tienda y se fueron comiendo algo. Su madre cree que Génesis y Leo iban a encontrarse con otro amigo de ella, Josué, en una plaza comercial. “Octavio García era amigo de Josué, no de mi hija, pero este último nunca llegó”.
Una testigo asegura que vio correr a Leo a las cinco de la tarde en la avenida Díaz Mirón, una arteria muy concurrida en Veracruz, a unos minutos del campus universitario de Boca del Río. Según esa versión, el joven escapaba de dos hombres armados, pero las cámaras de seguridad no recogen nada. A partir de ahí, nadie volvió a saber de ellos. La madre de Génesis llamó de nuevo al teléfono de su hija a las once de la noche y otra vez al día siguiente sin éxito, lo que encendió las alarmas.
La inseguridad cerca Veracruz
Además del incremento de la violencia, en el último sexenio Veracruz se ha sumido en la ruina económica. “Se renta. Todo o en partes”. Un cartel que cuelga de un edificio vacío frente al puerto es la metáfora de la decadencia de una urbe que en los años cuarenta del siglo XX representaba la esperanza para los refugiados españoles. Hoy el centro histórico se cae a pedazos y la violencia ahuyenta al turismo.
Alejandro Hope considera necesario abordar “la transformación institucional de la policía” para mejorar la seguridad. “Está coludida con el crimen organizado como se vio en el caso de Tierra Blanca”, la desaparición forzada en enero pasado de cinco jóvenes a manos de agentes estatales.
En la facultad de Ciencias de la Comunicación los compañeros de Génesis han creado un altar con fotografías, dedicatorias, velas y flores. Los alumnos se sientan alrededor y conversan. El 3 de octubre organizaron una marcha para exigir a las autoridades encontrarla con vida. Hoy denuncian lo peligroso de la zona: “Casi no salimos de antros [bares de copas]”, dice su compañero Benjamín. La dirección de la universidad rechaza hablar por temor. Cuando se le pregunta a qué tiene miedo, una estudiante que la conocía responde: “Es algo que está establecido, pero no sabemos cómo. No tiene nombre, cargo o cara”.
Fuente: El País