En 2014 Greenpeace reportaba 97 ejemplares de esta especie endémica mexicana y actualmente se calcula una población de menos de 60 ejemplares, distribuidos en el Alto Golfo de California. Según informes del Instituto de Ecología y Cambio Climático (INECC) las evidencias indican que su distribución siempre ha estado restringida a esta zona, aunque algunos investigadores piensan que en algunos momentos de su historia también se encontraba a lo largo de todo el Golfo de California hasta las Islas Marías.
La falta de un hábitat más amplio ha contribuido a la baja de la especie, pero lo que más ha condenado a la especie es que tiene la desgracia de compartir territorio con la totoaba, pez muy apreciado en el mercado asiático. La totoaba llega a medir hasta dos metros de largo y pesa alrededor de 150 kilos, pero lo más valioso de esta especie, pesa sólo unos gramos: sus vejigas. Estas partes de su cuerpo son muy cotizadas por sus supuestos poderes afrodisíacos. En China un plato de sopa puede llegar a costar más de 1000 dólares.
La red que se utiliza para la pesca ilegal de la totoaba (desde 1975 está en veda), ha terminado también con los últimos ejemplares de vaquitas. A pesar de la supuesta lucha contra la pesca de totoaba y de las prohibiciones de usar las redes agalleras, los peores pronósticos dictan que la población de vaquitas podría extinguirse en 2018. Esto ha llamado la atención de los conservacionistas de todo el mundo, como en el reciente Congreso Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), realizado en Hawai, donde sus miembros mostraron preocupación por el último reporte del Comité para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA), donde se concluye que la especie está en peligro inminente de extinción.
Comercio ilegal
El más reciente congreso conservacionista de la UICN pidió a su Comisión de Supervivencia de Especies que brinde apoyo técnico y científico a México para evitar esta extinción, pues se ha observado que la pesca ilegal que la afecta, continúa; y que faltan investigaciones sobre la pesca inocua para la especie. Por otra parte en el documento Medidas para evitar la extinción de la vaquita marina (Phocoena sinus) insta al gobierno mexicano a que prohíba con carácter permanente la prohibición de las redes agalleras en toda el área de distribución de la vaquita y acelere la implementación de la norma Oficial Mexicana NOM-002-SAG/PESC-2013, así como la utilización de pequeñas embarcaciones camaroneras de arrastre como alternativa a las redes agalleras en toda la pesquería de camarones del Alto Golfo.
Por otro lado, considera que es importante incrementar la financiación e investigación de otras técnicas de captura de peces de aleta para acelerar la implementación de alternativas a las redes agalleras, y se constituya un grupo de examen internacional para evaluar el diseño y la implementación del programa. A través de este documento también se insta a todos los gobiernos y organizaciones internacionales competentes, y particularmente a la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y la INTERPOL a brindar ayuda a todos los países donde hay productos de totoaba, para combatir su comercio.
Finalmente el comercio ilegal es lo que acaba por poner en peligro a las especies, como el caso del gorila oriental. Con la actualización de la lista roja de la UICN, también en el marco de este congreso, hoy se reconoce que sus poblaciones han bajado 77% en dos décadas por lo que su categorización paso de En Peligro a Peligro Crítico. Así cuatro de los seis grandes simios – el gorila oriental, el gorila occidental, el orangután de Borneo y el orangután de Sumatra– están ahora clasificados en la categoría En Peligro Crítico. “Es realmente preocupante ver a una de las especies más cercanas al hombre encaminarse a la extinción” ha señalado Inger Andersen, Directora General de la UICN: “Vivimos en una época de grandes cambios y cada actualización de la Lista Roja nos muestra que la crisis global de la extinción avanza a gran velocidad”.
Pero la diferencia con la vaquita marina es que hoy esta lucha es contra reloj. Para Miguel Rivas, Coordinador de la Campaña de Océanos de Greenpeace, el problema de la vaquita marina es muy complejo y la prohibición de redes galleras ha traído dos consecuencias: una natural y una social. “La primera es que la vaquita sigue cayendo en estas redes, lo que muestra que la prohibición de la red no se está cumpliendo; no se está fiscalizando correctamente a pesar de que se fortaleció la vigilancia con la ayuda de la Marina y otras instituciones. Al parecer algo falla porque en marzo de este año aparecieron tres ejemplares de vaquita muertos. El lado social es que muchos pescadores se quedaron sin su fuente de trabajo”, señala y amplía este último punto, diciendo que a los pescadores se les entregó una compensación que no fue del todo equitativa en la zona y esto determinó que muchos perdieran su fuente de ingresos cuando los permisos fueron acaparados. “Se creó una sensación de inseguridad y problemáticas sociales al interior de las comunidades que dependen de la pesca”.
Las alternativas a esta problematica es que se pueda generar realmente pesca sustentable. “Esto significa que haya una reconversión tecnológica de los pescadores que les permita desarrollar sus actividades, pero sin daño a la especie”. El experto explica que sin embargo el principal prototipo una red de arrastre que se ha presentado hasta ahora como alternativa, permite que se liberen tortugas o vaquitas, pero atrapan una gran cantidad de animales muy pequeños, principalmente crías de otra fauna. Es así que los pescadores no están de acuerdo con una alternativa que no ha sido del todo eficiente y que implica más gasto.
Destino incierto
“El destino de la vaquita marina, según lo plantea el Comité Internacional para su recuperación es que de aquí al 2022 se proyecta su extinción casi inminente. Sin embargo, si consideramos su taza de mortandad y las últimas tres vaquitas muertas en marzo de este año en plena temporada de totoaba, la viabilidad de la población se reduce; por lo cual se esperaría que incluso en un par de años pudiera estar extinta. Esto por supuesto, hablaría muy mal de las políticas mexicanas sobre esfuerzos infructuosos por rescatar este animal”.
Rivas agrega que la ampliación del polígono de protección en la zona de su hábitat no fue muy funcional porque las principales instituciones que se encargan de la protección de la zona, como SEMARNAT y PROFEPA, han sufrido cortes de presupuesto por lo que “se vuelve una incongruencia, pues por un lado se aumenta el área de protección, pero se reducen los recursos para vigilarla; si no aumentan en la misma proporción, no funciona”.
El especialista de Greenpeace señala que se deben generar otros tipos de fiscalización de la pesca, ya sea colocar GPS en las pangas o sistemas de monitoreo en línea, pero estas herramientas más sofisticadas sólo van a funcionar con la vigilancia de la autoridad. “Son buenas medidas y están dentro de lo que las organizaciones no gubernamentales han pedido; pero sin que se frene la pesca de la totoaba, nada funcionará”.
Para el ambientalista otra cosa fundamental es que los pescadores de la zona tengan las condiciones adecuadas para poder seguir desarrollando sus actividades. Nosotros desde un principio hemos dicho que la conservación no puede hacerse sin la gente, así que es importante escuchar a los pescadores de la zona”.
De acuerdo a la última recomendación del CIRVA, en este punto los esfuerzos deben focalizarse en todas las alternativas posibles, incluso la reproducción ex situ, es decir fuera de su hábitat. “Hay todavía alternativas, pero es importante seguirle invirtiendo a la ciencia y a la investigación mexicana y extranjera”, apunta Rivas.
Por su parte, Alejandro Olivera del Centro para la Diversidad Biológica, señala que la reproducción en cautiverio es algo que nunca se ha hecho para esta especie. “Se ha realizado para otras marsopas, pero existe un alto riesgo de que mueran ejemplares y no lograr el cometido porque aún no es un procedimiento comprobado”.
Olivera señala que las vaquitas tiene un comportamiento muy específico en relación a su hábitat y este tipo de conservación que se está proponiendo consiste en separarlas en jaulas en el mar. En este sentido, hay mucha incertidumbre sobre si la vaquita podría soportar el estrés después de la captura que además es un proceso muy complejo en sí mismo. “Es un volado al aire, pero podría funcionar”, señala y agrega que sin embargo esto sería una última medida y no por ello se tendría que parar en la lucha contra la principal amenaza que es la red de crimen internacional de tráfico de totoaba.
“Creo que no se ha hecho una investigación a fondo por parte de las autoridades, ni tampoco se ha solicitado ayuda internacional de agencias como la INTERPOL. Se han capturado a algunos pescadores ilegales, pero salen inmediatamente. Hemos preguntado a PGR y PROFEPA sobre las investigaciones formales sobre este tipo de casos y prácticamente no las hay. El reto es desarticular a fondo, con estrategias de verdadera inteligencia policiaca”.
Alejandro Olivera señala que recientemente se solicitó al Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO, que esta reserva donde habita la vaquita, ya reconocida por ellos, sea redefinida bajo nuevos criterios: como patrimonio En Peligro. “Bajo esta nueva categoría, México podría tener acceso a fondos internacionales para reforzar la vigilancia y proteger el hábitat”, señala Olivera y agrega que todavía hay esperanza para la vaquita. “Es el organismo con mayor riesgo de extinción en todo el mundo, pero se deben explorar todas las alternativas posibles antes de rendirse”.
Fuente: El Universal