Qué escalofriante es pensar que la semilla de un muro ya está plantada en la frontera entre dos naciones, que es posible que ladrillo por ladrillo se levante para deshonrar la memoria de millones de vidas que dan su vida por florecer la hermandad mundial.
Roger Waters siente ese dolor, es evidente que la idea de un republicano insulta la memoria de su padre, un hombre cuya sangre fue derramada en una costa italiana donde se luchaba por acabar los planes de un dictador despiadado como Adolfo Hitler. ¿Volver a lo mismo? Es inconcebible.
58 mil personas escucharon anoche al exbajista de Pink Floyd rabiar ante el micrófono en el Foro Sol, perder la clase, soltar un grito de ira que simbolizó la voz de toda una nación mexicana que se niega a vivir separada de los hermanos Estados Unidos de América.
“Nosotros no queremos ese puto muro que te separe de tu hermana, de tu madre, de todos los que estamos aquí!”, rugió, porque siempre ha apoyado las causas mundiales y esta vez no fue la excepción.
Sentir que un ídolo de ese tamaño se una a una causa nacional, sólo pudo describirse con un aplauso, gritando “a huevo”, dejando que Roger alzara su puño al cielo en señal de que nadie se va a rendir en este mundo.
Waters vino a recordar los gloriosos discos Dark Side of The Moon, Wish you Were Here y Animals, The Wall, discos en los que recorre la etapa de la sicodelia de los 60, explora la demencia mental, jode al capitalismo y derriba barreras sociales.
Tres pantallas gigantes le dieron vida a un show de ensueño, donde ya no hizo falta ingerir ningún tipo de sustancia para revivir una etapa donde la sicodelia era la entrada a otra dimensión.
Evidentemente todos conocían Money, fue la primera canción que todo mundo quiso cantar pese a que ya había sonado la potencia de One of These Days y Time junto con imágenes que recordaban a su amigo Syd Barrett, cuya muerte no logra superar.
Sobre las tribunas la gente dejó sus celulares, aplicó el estilo de la vieja escuela y rockeó como en los mejores tiempos donde la tecnología ni siquiera era necesaria para ver a Pink Floyd y dejarse llevar a otro mundo.
Con Us and Them salieron todos los conocedores, fue de esas rolas en las que se hizo evidente que al show arribó toda una buena escuela para orgasmearse con el bajo de Waters, junto con sus coristas magistrales que reventaban todo el lugar.
Los niños pequeños, porque había chavitos con sus papás, atestiguaban un pedacito de historia, quizá sea la última oportunidad que tengan de ver a un verdadero ídolo que se atrevió a escupir con más clase a un sistema mundial corrupto y que hasta hoy lo sigue haciendo.
Llegó el turno de Shine on Crazy Diamond, otra joya dedicada a Barrett, a su demencia aumentada en su juventud por el exceso de porquería química que consumía.
Alguien hizo el favor de prender un pipazo en honor al ya fallecido cantante y soplar la bocanada al cielo, justo antes de que Wish you Were Here sonara y diera paso a cuatro chimeneas sobre las tres pantallas que formaban la escenografía.
Se trataba de la reproducción en carne viva, en leds, en estructura de la portada del disco Animals, que sólo significó otra cosa más: patear una vez el trasero y la burda figura de Donald Trump.
Sólo significó que Pigs estaba siendo entonada y mientras las leyendas de “bufón” le daban su merecido al estadunidense, un cerdo apareció flotando con la implacable leyenda “vivos los queremos” y “fue el estado”.
Sólo significaba que Waters no estaba para nada ajeno a la situación del país y fue por eso que eligió un escenario como Animals para protestar.
Hasta el cierre de esta edición Another Brick in The Wall había comenzado a sonar en el inmueble de Río Churubusco.
Another Brick in the Wall, Mother y Run Like Hell simbolizaron más momentos de protesta social en favor de México, lo único que quedó claro es que Roger Waters está al tanto de toda la situación del país.
Gracias a su activismo social, el bajista se ganó a toda la alocada concurrencia que volvió a los mejores tiempos y que disfrutaron de un músico que supuestamente estaba enfermo, pero no dio señal de ningún padecimiento.
Era como estar viendo a David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright en el cuerpo de la banda de la noche, mismas notas, misma magistralidad, ningún error y con la misma entrega.
Siguieron los tributos para Barrett con Brain Damage y el músico no se cansaba, sobre las pantallas se mostraba su semblante completamente entero, con los ojos cerrados y detrás de una imagen gris, de luto y respeto a un hermano caído.
“La gente me pregunta en el mundo donde está la mejor audiencia y, por supuesto, les digo que México. Yo estoy muy feliz de estar aquí. La última vez que toqué en el Foro Sol, conocí a algunas familias de los jóvenes desaparecidos de México, sus lágrimas se hicieron mías, pero las lágrimas no los traen de vuelta a sus hijos. Señor Presidente, más de 28 mil mujeres han desaparecido, muchas de ellas durante su mandato desde el 2012. ¿Dónde están? ¿Qué les pasó? Recuerde que toda vida humana es sagrada, no sólo la de sus amigos. La gente está lista para un nuevo comienzo. Es hora de derribar el muro de privilegios que divide a los ricos de los pobres, sus políticas han fallado y la guerra no es la solución. Los ojos del mundo lo están observando”, fue una carta que leyó en español antes de cantar Bring the Boys Back Home.
Se despidió a la medianoche con Comfortably Numb.
Fuente: Excélsior