Andares Políticos
Benjamín Torres Uballe
En México, ningún político posee las cualidades mínimas que le permitan arrojar la primera piedra cuando de corrupción se trata. Ni siquiera aquellos probos que hipócritamente pretenden envolverse en la bandera de la honestidad. No existe, pues, político honrado –al menos este columnista no lo ha conocido aún– y tratar de encontrarlo pareciera tan sólo una utopía.
Que si los “moches” de los panistas –sí, esos que quieren acabar con la corrupción– o los protegidos gobernadores del “nuevo” PRI en los estados de Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, y qué decir del perredismo con el repudiado Graco Ramírez, en Morelos, o el ejemplar José Luis Abarca, alcalde de Iguala, hoy preso acusado de la desaparición de los normalistas, incluso sus jefes delegacionales, como en su tiempo Jesús Valencia Guzmán, en Iztapalapa (aquel del borrachazo en la camioneta de lujo “prestada”). Nadie se salva, ninguno, en ningún partido.
Pero el descaro mayor se produce en los dueños y militantes estrellas de los institutos políticos que se asumen como adalides de la democracia y la rectitud. Ricardo Monreal Ávila, hoy en Morena, es ejemplo de ello. Un experto en el lucrativo arte del chapulineo, que ha pasado del PRI al PRD, luego mañosamente a la bancada del PT, y actualmente es subordinado de Andrés Manuel López Obrador en su negocio llamado Movimiento Regeneración Nacional. Al ex gobernador de Zacatecas lo persiguen los escándalos y todo indica que grandes cantidades de dinero en efectivo.
Sólo un karma negativo puede explicar la fatalidad de don Ricardo para que cuantiosas sumas de dinero estén recurrentemente en poder de sus colaboradores más cercanos, sin que él esté enterado –bueno, al menos eso asegura–. Únicamente así se pudiera entender que el jefe de la delegación Cuauhtémoc “desconociera” que su hombre más cercano en la demarcación, Pedro Pablo de Antuñano, director Jurídico y de Gobierno, transportaba 600 mil pesos en efectivo, cuyo origen no quedó aclarado de manera convincente, por lo cual fue detenido el pasado viernes.
Y no es la primera vez que Monreal es relacionado con este tipo de sucesos. En 2015 Benelly Hernández Ruedas, una de sus asistentes, fue detenida en el aeropuerto de Tapachula con un millón de pesos en efectivo (otra vez el dinero contante y sonante rondando al político de Morena).
Desde luego que en ambos casos el morenista ha negado cualquier nexo y, de manera rauda –al estilo de su patrón, Andrés Manuel–, ha dicho que es una campaña para afectarlo políticamente. Sin embargo, nadie le cree un ápice a Monreal Ávila, menos en el caso de Antuñano, el hombre de todas sus confianzas, nada menos que su operador político. Estos personajes no se mueven sin que sus jefes lo sepan. Así que el delegado de Morena queda como un simple mentiroso.
La Cuauhtémoc es una demarcación con muchos sitios de enorme cultura y tradición, pero también ahí se manejan enormes cantidades de dinero que no pasan por las instituciones bancarias, procedentes del comercio ambulante y la prostitución. Si el delegado Monreal no lo sabe, basta con que camine alrededor de la delegación para que observe lo que todo mundo ve.
Por los apetitosos recursos que representan los vendedores ambulantes, los giros negros y las chicas de la vida ‘fácil’, la delegación Cuauhtémoc está convertida desde hace décadas en un codiciado botín para los políticos que llegan al puesto, con el fin de llenarse los bolsillos con dinero cuyo origen no pueden explicar. Así que la fantasía del señor Pablo de Antuñano, en el sentido de que los 600 mil pesos que le encontraron escondidos en un auto provienen de varios donativos, encuentra lógica: ¿Donativos de las fuentes mencionadas? ¿El altruismo es sólo con dedicatoria para él?
Así es como se las gasta la clase política del país. Al final, ésta es una muestra más. Por todo ello, es la más repudiada por la sociedad. Y el cinismo para negar su perniciosa conducta ahí queda, como testigo fehaciente de la corrupción, del saqueo, de la inmoralidad y el abuso, pero, por sobre todo, de la habilidad que ha desarrollado para defender lo indefendible y pretender hacerse pasar como víctima. Por eso las Casas Blancas, las residencias compradas con “facilidades” en Malinalco, las presas particulares en ranchos de goberladrones, presidentes municipales relacionados con el narcotráfico y políticos con una inmensidad de propiedades en el país y el extranjero.
MANCERA VS. ADMINISTRACIÓN PEÑISTA
Es evidente que la administración del presidente Enrique Peña Nieto inició desde hace algunos meses la embestida contra Miguel Ángel Mancera, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Primero fue con el pretexto de la contingencia ambiental, y ahora el golpeteo político es mediante el recorte al presupuesto para la capital, que no afectará a Mancera Espinosa, sino a los millones de capitalinos que lo resentirán en áreas neurálgicas como el Metro y la seguridad.
¿Tanto pavor les causa don Miguel en el gobierno federal? Veremos en qué concluye la contienda.
@BTU15