Juan María Naveja
¿Cómo llegamos a esto? ¿A quién se le ocurre invitar a casa a quien ha incurrido en ataques suficientes para considerarlo un enemigo de la nación? A quien, si llega a presidente, es visto como una amenaza para el mundo.
No, esto no es relación bilateral, menos diplomacia, es un gravísimo error de Peña Nieto, no sé si del presidente de México… Según informan, por invitación expresa de Los Pinos, así que los defensores a ultranza y por pago no pueden pretextar que es parte de las obligaciones de los vecinos.
Dicho sea de paso, en el mejor de los casos es una situación más que Peña Nieto maneja como farándula (lo emociona retratarse con la estrella del reality y ahora famoso político), en el peor de los casos pareciera que tiene intereses personales para reunirse.
¿Y Hillary? ¿Por qué habría de venir la candidata demócrata? Los votos están en Estados Unidos, no gana nada atendiendo una visita que le resta tiempo para visitar la mayor cantidad posible de electores y seguramente ella y sus asesores ya concluyeron que ser segundos no les beneficia.
Todo en la vida tiene su tiempo y está claro que éste no era el momento para esta reunión, a unas horas de la entrega del informe presidencial y, aunque en Los Pinos lo reduzcan a un reality show, es la obligación constitucional que tiene el Ejecutivo de cada año enterar del estado que guarda la nación.
Agravante especial resulta el insulto para los 30 millones de mexicanos en Estados Unidos a quienes Trump ha calificado de violadores y delincuentes, a quienes, si no lo sabe, Peña Nieto también debe representar, a millones de ellos México los expulsó por la falta de oportunidades y actualmente son vitales para el sostenimiento de miles de familias que sobreviven gracias a las remesas que envían, ahora llevan a cuestas, por decir lo menos, la falta de solidaridad de quien debería representarlos y defenderlos.
Hasta hace poco tiempo el 1 de septiembre era el día del presidente, hasta los panistas cuando les cerraron la entrada al Congreso de la Unión se les ocurrió cómo mantener la tradición. Esta vez no hay diario o noticiario que se respete que no dedique su nota principal al candidato, el pendenciero empresario que ha hecho del insulto y la diatriba contra los mexicanos una forma de campaña.
A lo largo de la segunda parte del siglo, el 1 de septiembre era festivo, por lo tanto se suspendían todas las actividades, todos los medios de comunicación se enlazaban por horas y horas; al final del sexenio de Fox los diputados le cerraron al presidente las puertas del Congreso y pasamos a miniinformes en Palacio Nacional. Enrique Peña Nieto prefirió un programa de televisión y como antesala el más descalificado encuentro que se le recuerde a quien despacha en la residencia presidencial.
No sé si Peña Nieto gana algo, porque en términos concretos México no gana nada, porque si Trump es presidente igual tendría que negociar y ya sin la presión de las elecciones, pero si pierde, quien despache en Los Pinos tendrá que construir de menos cero con la presidenta Clinton.
Como se dieron las cosas, muy a su estilo, Trump podrá decir: “Ya ven, sin ser presidente ya los tengo de rodillas”.