El hombre ha clasificado el tiempo para dedicarse razonadamente a sus actividades. Así, con la ayuda de los astros y de los meteoros naturales, el tiempo se divide y marca el paso de eras y generaciones. El tiempo sirve para todo. Dormir, trabajar, comer, jugar, descansar. También sirve para hacer política. Pero en este caso es tan importante que la política, además de depender del tiempo, tiene a su vez sus tiempos. Los tiempos en la política son clave, son puntos básicos y fundamentales para sustentar debidamente sus compromisos y metas.
Pero ¿cuál política? ¿La que se ejerce a plenitud, sabiendo, o la que se cree ejercer desde la torre de marfil del ideólogo?
La política debe ejercerse conociendo los tiempos y concitando intereses. Es decir, encontrar las mejores soluciones para los problemas de Gobierno. Los institutos políticos de hoy carecen de estos elementos necesarios para concitar. Principalmente el recurso económico. Y es que hoy la política se ejerce desde un punto de vista distinto al de hace, nada más, 30 años. ¿O es que no hay política? ¿Falta el oficio? Mucho se habla y escribe al respecto, pero si nos circunscribimos a hablar del que era el partido de las mayorías, hizo agua hace ya algún tiempo. Y mucho se ha perdido. No es poco. Recordemos la vapuleada de 1988 y los esfuerzos por poner a flote lo ya hundido.
Hace 30 años los políticos eran de otra cepa. Se entregaban a su causa directamente, se las veían duras y mostraban cicatrices y moretones en el alma, que a la larga fortalecían su actuación. Los dirigentes del PRI vinieron a menos, ejerciendo menos política, pero presentando planes, estudios, programas, flujogramas, cuadros, gráficas e investigaciones sobre el abstencionismo.
No cayeron en la cuenta que con toda su prosapia propiciaron la falta de interés y el alejamiento del ciudadano de sus derechos cívicos. En lugar de atacar el abstencionismo, lo impulsaron. Y así el partido perdió escaños, curules, municipios, gubernaturas. Surgió de repente la preocupación en los altos círculos políticos por las elecciones del año 2000. Y de la preocupación se pasó a la realidad, buscando recobrar algo de lo mayormente perdido.
El PRI está aprendiendo a recuperar el prestigio como el partido de las mayorías, y a administrar sus tiempos a través del tiempo; tiempo que se cuenta en más de ocho décadas. Aquel PRI nos mantuvo lejos de las turbulencias sociales y permitió el desarrollo de muchas generaciones.Aunque para soportar estas frases hacen falta gobernantes decentes y renovados; los escépticos son muchos y además son lengualargas. Va a ser muy difícil para el PRI.
En fecha reciente, el Presidente de la República sustituyó, aunque se diga que renunció “motu proprio”, al secretario de Hacienda quien acumulaba un poder exagerado en las esferas gubernamentales. Ese solo movimiento propició la salida de subsecretarios y otros altos funcionarios de la propia dependencia. Y es que, aunque sea lema de campaña, el país debe moverse, no estancarse.
No podemos darnos el lujo de echar por la borda todo lo logrado. Hay que recuperar lo hundido y ponerlo a salvo. Los dirigentes, creo yo, están allí. Son decididosy tienen la virtud de ser institucionales. Es lo importante.El nuevo secretario de Hacienda, José Antonio Meade, pasó a colocarse automáticamente como fuerte aspirante a la Presidencia para 2018, sin ser priísta. La partidocracia pierde terreno.
La política tiene sus tiempos y el hombre los maneja. Es tiempo ya de enriquecer la actividad primaria del ser humano, y ejercerla a plenitud, sabiendo.
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