La parte oriental de Alepo, asediada por el Gobierno sirio con el apoyo de Rusia, vive la peor «catástrofe humanitaria» vista en la guerra de Siria, según advirtió hoy Naciones Unidas.
«El este de Alepo, en este momento, no está al borde del precipicio. Está en un terrible descenso al abismo despiadado e implacable de una catástrofe humanitaria como ninguna de las que hemos visto en Siria», dijo el jefe humanitario de la ONU, Stephen O’Brien, en una intervención ante el Consejo de Seguridad.
Según O’Brien, los ataques de los últimos días han matado a al menos 320 civiles, más de un centenar de ellos niños, y herido a un mínimo de 756.
El uso de nuevas bombas capaces de penetrar en búnkers ha provocado, según informaciones citadas por la ONU, «destrucción masiva en un área que ya había sido diezmada» y los ataques aéreos han golpeado centros de protección civil, hospitales e instalaciones humanitarias.
«Las pruebas están siendo recogidas, los relatos de los testigos grabados, y si no es hoy, habrá un día en que los individuos e instituciones que despiadada y cínicamente están perpetrando estos crímenes de guerra no podrán esconderse», dijo O’Brien, dejando claro que deberán rendir cuentas ante la Justicia.
El máximo responsable de la ayuda humanitaria en Naciones Unidas informó al Consejo de Seguridad por videoconferencia desde Ginebra y no escatimó en adjetivos para tratar de describir el «horror» que se vive en Alepo.
«Debemos terminar con esta pesadilla», insistió O’Brien a las potencias internacionales, cuya división ha impedido hasta hora detener la violencia en Siria.
Alepo oriental, recordó, lleva sin recibir ayuda de la ONU desde el pasado 7 de julio y la asistencia sanitaria en la ciudad está «al borde del colapso total».
También es necesario llevar comida a la zona, pues las provisiones actuales pueden cubrir únicamente las necesidades de unas 40.000 personas durante un mes, un número claramente insuficiente, según apuntó.
O’Brien recordó que lleva desde julio reclamando como mínimo treguas humanitarias de 48 horas cada semana para permitir la entrada de ayuda y lamentó que el fracasado intento por establecer un alto el fuego total hiciese olvidar ese llamamiento.
«Ahora no es momento de grandilocuencia política o de proteger las posiciones militares de cada uno. Es momento de reconocer el horror ante nuestros ojos, ponerse de acuerdo sobre nuestra humanidad común y restaurar el cese de hostilidades», subrayó.
Fuente: Crónica