Andares Políticos
Benjamín Torres Uballe
“A veces nos quedamos muy marcados con las malas noticias, que pareciera fueran comunes o fueran las que a veces más se destacaran. Y se olvidan y dejan de lado las buenas noticias, que mucho cuentan, que impactan positivamente en la vida, y en la vida cotidiana de las familias mexicanas”, dijo el presidente Enrique Peña Nieto durante una gira de trabajo por Hidalgo el pasado martes.
¡Caray!, uno se queda reflexionando acerca de la mezquindad en que se incurre si no se reconocen los avances y logros de la administración peñista. Claro que los hay. Actualmente, por ejemplo, se eliminó el cobro de las llamadas de larga distancia. Las tarifas en la telefonía móvil hoy son más accesibles e increíblemente algunos trámites gubernamentales se han simplificado.
Sí, señor Presidente, definitivamente hay logros en su gobierno y nadie puede eliminarlos, aunque quisiera. Sin embargo, realizarlos es parte de su obligación constitucional, es para lo que fue elegido, nada extraordinario o sobrenatural sucede en ello. Ningún empleado es contratado si no es para que desarrolle una tarea eficiente, para eso se le paga, por eso es que dentro de esa lógica, y siendo usted un servidor público, los resultados esperados deben ser los mejores.
Uno de los efectos positivos a que alude recurrentemente el mandatario mexicano es el de la creación de fuentes de empleos en lo que va de su sexenio. Sólo hay que aclarar lo siguiente: durante el pasado julio, la mitad de los estados del país (16) registró cifras negativas en generación de plazas laborales (El Economista 16-08-2016). Resulta indispensable, para evaluar con rigor objetivo, analizar el panorama en su conjunto y sobre todo las tendencias respectivas.
La responsabilidad ética de los medios de comunicación —al menos en lo que se supone debe ser— incluye necesariamente la crítica a las acciones gubernamentales, no el desenfrenado e ignominioso elogio o el silencio sumiso. Resulta, por lo tanto, imposible aplaudir acciones deleznables como las suscitadas con la Casa Blanca, o el reciente escándalo del departamento de la señora Angélica Rivera en Estados Unidos, incluso, por sostener obcecadamente a ciertos amigos como funcionarios que nada aportan para desarrollar un buen gobierno; esto también impacta en la sociedad.
Utópico es pensar en no destacar los infiernos que azotan cotidianamente a los mexicanos y que el gobierno no ha podido, por incapacidad, omisión o inacción, solucionar. Ahí está la pesadilla de la inseguridad en Guerrero, Tamaulipas, Morelos, Veracruz y el Estado de México, donde no se pueden cerrar los ojos ante una realidad que daña a miles de ciudadanos en sus personas y patrimonios.
Si lo anterior pareciera poco, también habrá que recordarle al señor Presidente que en Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero hace tiempo dejó de existir un estado de derecho pleno y que la anarquía generada por la violencia de la CNTE tiene aterrorizada a la población, en bancarrota a cientos de comercios, y alejado al turismo, tan esencial para la entidad. Nada han hecho las autoridades mientras el caos se expande y exhibe a un gobierno federal timorato y débil.
Tampoco se pueden obviar los perversos niveles de corrupción que imperan en el gobierno mismo. Tanto que 88 por ciento de los mexicanos considera que la corrupción es un problema muy grande. En una lista de 168 países elaborada por Transparencia Internacional, nuestro país ocupa el puesto número 95. Mientras que de los 34 países que conforman la OCDE, México se ubica en el último lugar. Esta podredumbre es una mala noticia y hay que destacarla.
El lamento de Peña Nieto está fuera de lugar. Las acciones o escándalos por los que ha sido criticado él o alguno de los integrantes de su gabinete no han sido inventados por la sociedad o los medios de comunicación. Son reales. Así ha quedado comprobado y la dimensión de los hechos genera el nivel de difusión de los mismos con base en el interés y afectación de la población.
Desde luego que la torpeza en cómo se concibe y desarrolla la comunicación social de Los Pinos ha tenido mucho que ver en la manera que la sociedad percibe muchas de las noticias que inciden en el trabajo presidencial. Simplemente siguen “comunicando” con el mismo sistema de hace 50 años y, así, muy pocos los van a escuchar. Los discursos y boletines triunfalistas ya nadie los cree, hace tiempo quedaron caducos porque perdieron credibilidad. La sociedad es otra.
Mucho me temo, por lo tanto, que el presidente Peña Nieto va a tener que seguir soportando la difusión de lo que él llama las “malas noticias” y que, insistimos, no son generadas por los ciudadanos o los medios, sino por él o por los integrantes de su equipo de trabajo, correligionarios o gente muy cercana. En vista de ello, no se le puede aplaudir… y lo sabe.
@BTU15