Ni Pelé, ni Guga Kuerten . Un maratonista fue el encargado de encender el pebetero olímpico en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Se trata de Vanderlei de Lima, medalla de bronce en Atenas 2004 por culpa de un intruso que en medio del circuito del maratón lo empujó para dejarlo atónito y casi fuera de competencia. Cuando todo parecía ser suyo, cuando la medalla de oro estaba a punto de viajar a Brasil, en el km 36, Cornelius Neil Horan, un sacerdote irlandés, lo sacó de ritmo y el brasilero fue sobrepasado por el italiano Setefano Baldini y por el estadounidense Meb Keflezighi. Este sacerdote se hizo famoso en la primera década de 2000 por interrumpir varios eventos deportivos, entre ellos un Gran Premio de Gran Bretaña de Fórmula 1 en 2003, en el circuito de Silverstone.
Tiempo después y tras la repercusión de su accionar escribió una carta en la dijo sentirse avergonzado. «Me avergüenza lo que hice y ya le escribí al Comité Olímpico Internacional pidiendo que le otorguen una medalla de oro», señaló Horan en su carta.
El fanático irlandés aseguró que irrumpió en el maratón para «llamar la atención de todo el mundo sobre la importancia de la Biblia» y para anunciar la «segunda llegada de Jesucristo». Y agregó: «Pretendo ir a Brasil y hablar con usted cara a cara, en su propio idioma, el portugués. Creo que usted merece oír mis disculpas en su lengua materna ante la importancia del mensaje».
A pesar de que Brasil pidió que se le otorgara el oro a su atleta, el Comité Olímpico Internacional sólo le conmemoró con una medalla al espíritu deportivo. Fue un reconocimiento más que quedó minimizado con lo ocurrido esta noche y ante los ojos de todo el mundo. Vanderlei, en cada una de las entrevistas que dio a partir de ese hecho, admitió que nunca sintió resentimiento por lo que le sucedió y afirmó siempre sentirse satisfecho y orgulloso con la medalla de bronce obtenida.
La antorcha olímpica entró al Maracaná en la mano derecha de Kuerten, tres veces ganador de Roland Garros (1997, 2000 y 2001) y exnúmero uno del mundo, quien se la pasó a la baloncestista Hortencia, plata en Atlanta 1996. La rubia se la pasó a Vanderlei, quien 12 años después recibió la mejor reivindicación posible. Encender el pebetero en el primer Juego Olímpico que se desarrolla en Sudamérica. En definitiva, de Lima ganó mucho más que un oro olímpico.
Fuente: La Nación