Phelps nadó junto con sus compatriotas Ryan Murphy, Cody Miller y Nathan Adrian, quienes pararon el cronómetro en 3:27:95, lo que se traduce en récord olímpico.
Con este resultado, el Tiburón de Baltimore sumó su medalla de oro número 23 en Juegos Olímpicos.
Después de Beijing, se produjo el derrumbe al que siempre estuvo propenso.
Fue fotografiado fumando mariguana, costándole una enorme sanción y así fue como el gigante quebró.
Se distanció de su entrenador, Bob Bowman, a quien conoce desde los 11 años.
A Londres acudió por pura rutina, empujado por el miedo a dejar el deporte que le había dado sentido a su vida. Al finalizar la justa olímpica, Phelps casi entró en depresión al caer en una espiral de autodestrucción.
El agua era lo único que podía salvarlo y devolverle el equilibrio, de la misma forma que lo había hecho en su niñez.
En Río de Janeiro desafió récords y medallas, una batalla contra sí mismo de la que salió vencedor. Estos fueron sus quintos y últimos Juegos Olímpicos, su principal inspiración es su hijo.
Fuente: Staff